CAPÍTULO 4

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Violeta sacaba ropa y más ropa de su maleta, y con sumo cuidado la guardaba en su nuevo armario. Se sentía realmente contenta de haber acompañado a su padre al campo. No pensó que le fuera a hacer tan bien. Juanjo entró algo agitado en la habitación y ella lo miró extrañada.

- Al parecer hay problemas por allí.- Le contó y volvió a salir al balcón.

Violeta frunció el ceño y dejó sus cosas para salir también. A lo lejos vio las caballerizas, y sonrió al recordar ese lugar, luego iría a echarle un vistazo.

Divisó a Emma caminando con un muchacho de pelo moreno que venía acompañado de un señor que lo traía casi colgando. Al parecer estaba herido o algo así.

- ¿Habrá pasado algo malo?- Preguntó ella. Juanjo se encogió de hombros.

- No lo sé, pero tu padre se marcha en un caballo.

Violeta miró en la dirección que su amigo le había indicado, y sí, aquel era su padre montado en un caballo con una persona que no pudo distinguir a su lado.

- ¿Qué habrá pasado?- Preguntó ella.

- Podemos bajar a preguntarle a Emma.- Dijo Juanjo contento e ingresó de nuevo en la habitación.

Violeta se quedó unos segundos más observando cómo su padre se perdía en el horizonte, por lo que sabía, en aquella dirección quedaba la estancia de los Ruiz. Tuvo que haber pasado algo grave para que su padre se fuera sin decirle nada. Soltó un suspiro y entró. Juanjo estaba ya preparado en la puerta.

- ¿Qué te sucede?- Preguntó ella divertida.

- Vamos coño, necesito saber qué pasó.- Dijo él.

- Eres tan cotilla...

Salieron de la habitación y podía decirse que Juanjo casi la hace correr por el pasillo hasta llegar a las escaleras. Bajaron a las risas, pareciendo más dos niños pequeños que dos personas adultas. Corrieron una carrera hasta la cocina y entraron rápidamente. Se detuvieron al verlos allí. Emma los miró sorprendida y Violeta posó su mirada en el chico castaño.

- ¿Qué pasó?- Preguntó Juanjo acercándose a la mesa.

- Nada muchachos, tranquilos.- Dijo ella. Violeta seguía mirando fijamente al chico, y él a ella también.

- ¿Violeta?- Preguntó una voz.

Violeta levantó la cabeza para encontrarse con un hombre de pelo casi blanco. Lo observó bien, tratando de reconocerlo, hasta que lo hizo.

- ¿Luis?- Preguntó sin poder creerlo.

El viejo se quitó el sombrero y la miró como si fuera de mentira. Violeta se acercó sin dudarlo a él y lo abrazó, aquel hombre era como un abuelo para ella. Cuando era pequeña él era el que le contaba las mejores historias de hadas y duendes que habitaban por allí. Era como si de a poco su niñez la envolviera. El anciano le devolvió el gesto con algo de inseguridad, pero al final la abrazó.

Luego de unos segundos ella se alejó para mirarlo a la cara. El hombre tenía algunas lágrimas en los ojos.

- Pensamos que se había olvidado de nosotros, niña.- Le dijo él.

- ¿Olvidarme?- Inquirió.- ¿Estás loco Luis? ¿Cómo iba yo a olvidarme de mi abuelito de campo?

- Estás más bonita de lo que recuerdo, mi niña.- Le dijo con ternura.

Violeta sonrió algo emocionada y se giró para mirar a su amigo.

- Juanjo, él es Luis, es el peón más antiguo de estos campos, es como el guardián.

Corchea // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora