Tras largas horas de vuelo al fin llegaron a su destino. Del lugar de aterrizaje se movilizaron en un auto en total silencio.
Cuando más se adentraban al pueblo más impresionada estaba. Las calles adornada por las blancas sábanas de nieve el paisaje simplemente era hermoso. Nunca lo diría en voz alta pero le agradecería eternamente a Nicolás por haberla traido a un lugar asi, dónde todo parecía reinar la tranquilidad y eso es exactamente lo que necesitaba.
Nicolás la miró de reojo y una sonrisa se asomó en sus labios sin siquiera saber el motivo le alegró ser el causante de la emoción de su protegida. Al llegar a la casa donde vivirían, Nicolás bajó del auto y le abrió la puerta a Alina que aún miraba el sitio maravillada, al salir de su asombro se abrazó a si misma frotando los brazos para entrar en calor no se había dado cuenta del intenso frío, por estar admirando el lugar.
- Creo que es mejor que entremos - sugirió Nicolás al ver como ella templaba.
Alina asintió dirigiéndose a la cabaña de una sola planta color café con diseños rústicos, seguida por Nicolás quien abrió la puerta para darle paso.
- Puedes elegir la habitación que quieras - informó, mientras se dirigía a bajar las maletas del auto.
Observó la sala, la cocina e incluso las habitaciones. Si, le agradaba y más al ver un inmenso jardín que quedaba frente al ventanal que estaba muy bien cuidada, tenía un techo de vidrio para no ser afectada por las nieves. Sonrió ya tenía algo con que distraerse.
Escuchó los pasos de su guardaespaldas acercándose, se giró sin borrar su sonrisa.- Es hermoso -admitió mirándolo - ya elegí mi habitación - informó, sentándose en el sofá agotada.
Nicolás la observó algo nervioso. Todo el trayecto pensó en lo difícil que sería convivir con ella; después de verla desnuda haber sentido su piel erizarse bajo su tacto al fin de cuentas él era un hombre y ella una mujer, cumplir las reglas sería un total desafío.
No, debía mantener la distancia o al menos lo intentaría, cosa más complicada, se suponía que eran recién casados. La gente del pueblo no debería sospechar o todo el plan se arruinaría, ya después pensaria en eso.Se aclaró la garganta para hablar al ver el desconcierto de Alina al observarla más de lo debido.
- Bueno en ese caso llevaré los equipajes.
- Yo te ayudo - se ofreció. Y antes de que Nicolás dijera lo contrario ella ya subía el pequeño escalón que daba al pasillo dónde se encontraba sus habitaciones con su equipaje.
Negó siguiendola, era tan inquieta.
Al poner en orden sus equipajes en sus habitaciones que quedaba uno en frente del otro, engulleron lo que Amelia les había preparado. Extrañaría tanto a esa mujer, no le convencía del todo el argumento que le dió su padre que ya no estaba en edad de ajetrearse por lo que no insistió más.
Los días transcurrieron y ellos cada vez se llevaban mejor, fue en una tarde sentados frente a la chimenea que cada uno contó sus sueños, anécdotas entre otras cosas. Miradas inevitables, sonrisas timidas, roces inintencionados llenaron aquel cálido lugar que ya había empezado a aceptar como su hogar.
Alina cada vez que lo escuchaba hablar, más se convencía que la vida le ha dado la oportunidad de volver a tener lo que un día perdió; a Denam. Nicolás no solo se le parecía fisicamente si no también tenían los mismos sueños, convertirse en unos de los mejores pilotos.
Cuando Alina lo escuchó decir eso sintió el mundo detenerse, sus pulsos trabajaban en forma irregular y juró que vio en ese instante a Den, su Den.La urgencia de pasar más tiempo a lado de su protegida lo inquietaba de una manera ininteligible.
No podía evitar estar siempre al pendiente de ella, conocía sus gestos, sus gustos, su pasión por la naturaleza y los animales y su inmensa ganas de hacer paracaidismo cosa que lo sorprendió jamás imaginó que le apasionaba ese deporte.El invierno poco a poco iba despidiéndose de aquel pueblo para dar entrada a la primavera por lo que un día le sugirió a Alina salir.
- Y a dónde vamos - preguntó con una chispa en los ojos, desde que llegaron no habían ido a ningún lugar. Nicolás la observó sonriente adoraba ser él quién encendía esos pozos torrados. Se encontraban en la sala conversando cuando le pareció buena idea llevarla a la feria.
- Si gustas podemos ir a la feria - sugirió levantándose. Alina la observó emocionada.
- Me encanta la idea - aseguró. - iré a prepararme. La vio perderse en el pasillo, esperaba que su seguridad no estuviera en peligro por lo contrario nunca se perdonaría.
El lugar estaba casi lleno, era uno de las atracciones más concurridas del pueblo.
Alina observaba todo fascinada la última vez que acudió a una feria fue cuando cumplió dieciséis, regalo de cumpleaños de su padre.- ¿Quieres subir a algunos de los juegos? - Nicolás la veía realmente feliz y eso a él también le alegró, esa mujer realmente era hermosa y más con esa sonrisa, su pelo alborotado por el viento, sus mejillas sonrosadas por el frío haría enloquecer a cualquier hombre.
- Si, a todos si es posible - admitió. Lo miró sonriente pero ante la mirada intensa de esos ojos verdosos que la ponía tan nerviosa, borró su sonrisa y desvío la mirada.
Nicolás dándose cuenta de lo ocurrido y de lo incómodo de la situación se apresuró a decir.
- Entonces vamos.
Más tarde se encontraban riendo y disfrutando cada juego, era impresionante lo bien que se llevaban y la conexión que existía entre ellos.
El único juego que quedaba por jugar consistía en pescar peces de plástico que se encontraba en un pequeño estanque de agua y en dicho pez se hallaba el premio.Alina apresuró el paso para observar el juego. Nicolás cada vez se sentía más atraído por esa mujer, por su sencillez, su manera de torcer los labios cuando algo no le gustaba, el brillo de sus ojos al observar algún paisaje, su cuerpo armonioso emanaba sensualidad que ella pareciera no notar.
Suspiró acercándose al lugar del juego, esperando poder controlar ese deseo que despertaba en él al tenerla cerca.
Tras varios intentos fallidos Alina se dio por vencida. Al verla tan frustrada Nicolás quiso ayudarla.
- ¿Me dejas ayudarte? - preguntó mirándola fijamente. Alina asintió, incapaz de hablar ante la penetrante mirada de su guardaespaldas.
Se posicionó detrás de ella sujetando también el caña de pescar sus cuerpos se rozaron y ambos fueron consientes de la electricidad que sintieron en el momento.
Tratando de consentrarse en lo que tenía que hacer Nicolás dirigió el caña de pescar en unos de los peces de plástico tratando de atrapar. Alina sentía el latir desenfrenado de su corazón trató disimuladamente de respirar el aroma de su guardaespaldas, su cercanía la estaba confundiendo de una manera inexplicable, su actitud parecía a una adolescente con las hormonas alborotadas. Contrólate se reprochó.
Tras equivocarse dos veces consiguió atrapar el pez, por lo que Alina volteó rápidamente sin darle tiempo a él de distanciarse.
- Por fin, lo hicimos - dijo con una gran sonrisa que se borró al ver que estaba prácticamente pegada a él.
Nicolás en ese momento olvidó como respirar ni siquiera sabía que debía hacerlo, se perdió en sus ojos cómo si tratando de ver más allá, miró sus pecas e inclusive los contó; diez, bajó la mirada en sus labios carnosos que estaban entre abiertos y ahí perdió el control del que tanto se enorgullecía, se acercó lentamente y cuando quiso probar esos labios que la atormentaban día y noche. Su nombre pronunciada en la voz de una mujer los separó bruscamente.
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Siempre tú
RomanceUn pasado que los une. Un motivo que los separa. Un amor por vivir. ¿Podrá la razón vencer al corazón?.