Capítulo 1 - Hacia las minas

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Ethan Lightness había sido arrojado a una de las impecables celdas de la capital, aunque por muy bonita y limpia que estuviese, seguía siendo una celda de cual no podía escapar.

-¡Venga, ya! ¿En serio me vais a meter aquí como si fuera un asesino cualquiera? -El guardia que lo había metido allí solo le miró, sin decir nada-. Aunque es cierto que con lo que comerciaba podían haber matado a muchas personas... pero eso no es mi problema, la verdad, incluso vosotros usáis esas armas.

Definitivamente, aquellas no eran las palabras que lo sacarían de allí, por lo que le cerraron la puerta en la cara, quedándose en una penumbra total. Apenas podía ver las paredes, la cama y el retrete con el que contaba.

-Bueno, al menos tengo donde dormir, si esto fuera el planeta Hran hubiese pedido a gritos la muerte. -Se dijo para sí mismo, aunque como muy bien sabía, era muy posible que lo estuviesen vigilando todo el tiempo a través de las cámaras de seguridad ocultas.

Pasó la primera noche y llegó la mañana, en la que el ex capitán contaba con ir a cumplir con su condena de por vida, pero durante esas primeras horas nadie pasó por su celda, así que no le quedó más remedio que esperar a la tarde. El tiempo pasaba y a Ethan se le hacía eterno, cada minuto real era una hora para él, encerrado en ese lugar donde no podía hacer nada, llevando la misma ropa que el día anterior. El hambre y la sed cada vez iba creciendo más y más, casi un día entero había pasado y nadie pasó por su celda, ni para llevarle al planeta donde cumpliría su condena y para alimentarle.

Otro día entero pasó sin que le llegara nada de comida o bebida. Al tercer día estaba a punto de desmayarse cuando escuchó la puerta abrirse, elevó la mirada hacia el rostro del desconocido que había entrado. Solo se trataba de un guardia, pero traía un pequeño vaso y un trozo de pan. Se agachó para dejarlo en el suelo y salió sin decir nada. Ethan se tiró inmediatamente a comerse el pan y beberse el agua que, con la pequeña ración que le llevaron, casi no le dio para nada, pero al menos pudo satisfacer momentáneamente sus necesidades.

-Es que van a dejar que me muera aquí...

-Vaya. -Una voz sonó dentro de su celda. Como Ethan suponía, le estaban vigilando ahí dentro-. Como contrabandista pensábamos que podrías meter tu propia comida dentro de la celda, supongo que no estás a la altura de tu prestigio. Y por lo que vemos, parece que te has caído de tu gran torre del ego.

Ethan estaba cada día más derrumbado, no veía escapatoria posible y apenas le daban alimento para sobrevivir, pensaba que lo dejarían allí encerrado para toda la vida, hasta que por fin llegó el momento. La puerta se abrió y entró un hombre pequeño y delgado, vestido todo de blanco.

-Cogedlo y llevadlo a la nave K-382.

Ethan reconoció la voz, era la misma que le había hablado por los altavoces. Mientras los guardias los agarraban y lo sacaban de la celda, el ex capitán miró a aquel hombre a la cara, quería recordarlo por si alguna vez volvía a la capital, por si alguna podía vengarse.

Al salir al exterior la luz le cegó, ya que se había acostumbrado a la oscuridad de su celda, pero enseguida llevaron a la nave mencionada y le volvieron a encerrar.

Fue el peor viaje de su vida, encerrado, en la oscuridad, sin poder mantenerse sentado durante los saltos y un aterrizaje hecho por alguien que parecía no saber pilotar las naves.

Otra vez lo sacaron de allí a rastras y lo tiraron al suelo, que era completamente rojo, como si fuera arena. La gran cantidad de luz estaba cegándolo de nuevo, pero esta pudo acostumbrarse a ella más rápido. Levantó la vista y vio una enorme fortaleza, con un bandera que contenía el símbolo del Imperio Universal: un león saltando encima de  un ciervo, los dos únicos vestigios de la muy antigua tierra, según contaban las leyendas. Alrededor de la fortaleza pudo ver varias especies de todos los colores y tamaños, además de algún que otro robot. Desde luego, también habían guardias del imperio, de los cuales, dos de ellos se acercaron a él. Eran ligeramente diferentes, llevaban una armadura más resistente y con un león en el pecho.

-¿Este es el nuevo? -Preguntó el guardia de la izquierda-. No parece gran cosa, pero supongo que nos servirá de algo, venga, levanta de una vez y ven con nosotros.

A regañadientes y con un poco de esfuerzo, Ethan consiguió ponerse en pie, para que al cabo de un segundo, le dieran un empujón para que fuera él delante. Se mantuvo siempre en silencio, a pesar de que nunca se contenía y siempre soltaba todo sin pensar en las consecuencias, ahora sabía perfectamente que no era el momento, que aquí lo pagaría más caro y ya había recibido bastante en los últimos días.

-No sé a qué estarías acostumbrado en los otros planetas ni qué has hecho para estar aquí. Tampoco me interesa. -Siguió diciendo el guardia.- Pero aquí vienes a trabajar, de principio a fin, cada día y sin ninguna excusa. Si tenías alguna pareja: ya no la tienes. Si tienes algo que te impida trabajar: vete superándolo. Quien no trabaja no tiene derecho a vivir. Espero que haya quedado claro todo.

El ex capitán solo asintió.

Al poco llegaron a una habitación pequeña, donde había un lugar para lavarse y donde también se encontraban muchos uniformes que llevaban los mineros del lugar, había trajes para cada raza del planeta, aunque casualmente los uniformes que escaseaban eran los de los humanos.

-Desnúdate y ponte el traje que mejor te quepa. Luego sal afuera y que alguno de tus compañeros te expliquen el trabajo.

Acto seguido los guardias del Imperio se fueron, dejándole solo. Se empezó a quitar la ropa que llevaba desde que llegó a la capital, sucia y con mal olor después de tantos días seguidos usándola. Pasó a lavarse, lo que le pareció una maravilla y un regalo de alguna ente divina. Cuando más o menos pudo lavarse todo, cogió el uniforme para humanos y se lo puso, el cual de fue ajustando mientras se lo iba poniendo. Era todo blanco y con el símbolo del ciervo.

Salió fuera para encontrarse con su nueva realidad, la que le esperaba para toda la vida: estar en un planeta minero rodeado de especies diferentes y trabajando todo el día.

Se acercó a un ser azul, sin ningún tipo de pelo, de la misma estatura que él y que no parecía demasiado fuerte.

-Eh... Hola, camarada. -Le dijo Ethan.- Se supone que tienes que hablarme sobre el trabajo o algo así.

-Sejgaroe guahoi terosci. -Le respondió el ser azul-.

-Claro, claro, ahora me ha quedado todo más claro, gracias por su tan amable y comprensible información. -Ethan se dio la vuelta, llevándose una mano a la cara.- Es que no voy a poder ni hablar con la gente que hay aquí. -Se dijo para sí mismo, pero entonces sintió como una mano le daba unos toques en el hombro. Se dio la vuelta para encontrarse con un ser verde, el cual llevaba dos picos.

-Yo se hablar tu idioma, humano. -Extendió el brazo, dándole en el pecho con la mano, la cual sujetaba uno de los picos-. Golpea el suelo con esto y encuentra yacimientos. Simple.

-Vale, vale, ahora sí que ha quedado jodidamente claro.

Ethan Lightness pasó unos días en aquel extraño planeta, en el que no encontró nada de nada, pero sí se pudo fijar como a medida que pasaba el tiempo se iban fijando más en él y tenía claro que hablaban a sus espaldas, pero no sabía exactamente porqué, no había nada fuera de lo común en aquel lugar. Pero a los pocos días lo arrinconaron hasta un lugar donde no había guardias.

-A ver, a ver, no sé qué queréis de mí, no tengo nada que pueda daros, ya lo sabéis. Fudnw iekeje skwmwod. -Dijo en otro idioma, inventado por él-.

-No te burles de nosotros, capitán Ethan Lightness. Y sí, ya nos ha llegado a los oídos que eres un gran piloto de naves. Así que tal vez nos vendría bien tu ayuda. -Comenzó a proponer el cabecilla del grupo-.

-Para empezar, ni sabía que teníais oídos. Y segundo ¿naves? ¿qué naves? Que yo sepa aquí solo picamos.

-No hablo de trabajo, capitán, hablo de salir de aquí y recuperar nuestras vidas. Con tu habilidad para las naves y nuestra fuerza, seremos capaces de escapar.

A Ethan se le iluminaron los ojos y la esperanza volvió a él. Aún tenía posibilidades de volver a algún planeta civilizado, aunque todo el Imperio le siguiera.

-¡Claro! Completaré esta gran misión que me ha sido encomendada ¿Nos vamos ya?

-No tan deprisa, capitán. Tenemos que preparar todo y encontrar el momento ideal. Te avisaremos cuando llegue el día. Hasta entonces, ten cuidado de que no se te escape nada de lo dicho aquí.

El grupo se fue, dejando solo a Ethan con su pico. Una pequeña sonrisa aparecía en su cara, iba a salir de ahí.

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2019 ⏰

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