La sonrisa de la muerte

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Pasaban los minutos y sólo era capaz de girar varias veces la misma taza de café fría entre mis manos. Mis párpados pesaban cada vez aun más, pero no tenía sueño. ¿Cómo iba a poder descansar después de esto? Mi cuerpo todavía temblaba y la sangre seca en mis rodillas delataban lo ocurrido.

El ruido de fondo en la comisaría agravaba el dolor de cabeza y las lágrimas quemaban en mis ojos. Debería estar en casa con Cosmos acurrucado entre mis piernas, en la calidez de mi cama. Esta pesadilla parecía ser interminable y yo sólo quería olvidar lo ocurrido. Desde la ventana de la sala de interrogación podía ver a Julie y Bob discutiendo con un oficial, con rostros cansados. Aunque me sentía mal, no era capaz de encontrar las agallas para pedirles que se fueran, pues era lo único que me hacía sentir un mínimo de seguridad. El policía, obviamente con horas menos de sueño, frunció el ceño y comenzó a apuntar datos en un cuaderno. Mi mente daba mil vueltas y lo único que quería era una distracción para dejar de pensar.

De repente, otro policía entró en la sala seguido de una mujer vestida formalmente que llevaba una taza en la mano. Esta me miró y me envió una sonrisa llena de simpatía.

-Buenas noches, eres Brooklyn, ¿verdad?- Asentí lentamente y la mujer se sentó enfrente, cruzando las piernas.- Soy la inspectora Page del distrito de Queens, lo siento mucho por la tardancia, esta noche se está haciendo muy larga.- Comentó con una pizca de humor, tratando de suavizar el asunto.- Además, siento mucho que estés aquí, pero ahora debo hacerte unas cuantas preguntas y tienes que responderme lo más detalladamente posible, ¿de acuerdo? Toda información que des podría ser crucial para el caso.- Volví a repetir el mismo gesto y ella miró hacia el espejo de la habitación.- ¿A que hora sucedieron los hechos?- Preguntó con seriedad. Antes de responder, tosí intentando encontrar mi voz.

-Eran casi a las cuatro de la mañana, acababa de salir del trabajo con mis compañeros y me dirigía hacia mi coche que estaba aparcado en la calle Lilith.- Comenté secamente.

-De acuerdo, ahora necesito que me digas que pasó y dónde.- Entrelazó sus manos y me miró de forma atenta. Encontré un hilo de voz en mi garganta, y después de cerrar los ojos con fuerza, evitando las lágrimas , comencé narrar de manera frenética lo ocurrido. Mi mirada no dejaba de mirar como los colores del café cambiaban con la luz artificial de la habitación. Era incapaz de observar como los ojos de la inspectora juzgaban mis palabras.

Entonces, preguntó lo que más temía. La descripción de ese monstruo que rondaba en lo más profundo de mi cabeza, cómo era el asesino. De repente, mis dedos comenzaron a temblar y casi tiro la bebida de la mesa. Intenté recomponer mi actitud y hacer memoria, aunque cada fibra de mi ser no quería.

-Era un hombre alto y de espalda ancha, vestía de negro. No podía verle el rostro, la calle estaba muy oscura y sentía que mi corazón iba a explotar. Lo único que recuerdo es su pistola y la sonrisa que me dio.- Mi voz se rompió al final de la oración y lágrimas aparecieron en mis ojos.- No dijo nada, pero sabía que iba a por mi, quería matarme por lo que había visto. Si no hubiese llegado a Bob y Julie, estaría muerta.- Sollocé desconsoladamente y la mujer se acercó a mi para dar una apretón en mi hombro, mostrando su apoyo.

-Lo importante es que estás aquí y no te pasará nada. Estarás bajo vigilancia del programa de testigos y estaré personalmente disponible para cuando lo necesites. Además, tendrás todo el apoyo psicológico que quieras, no tienes por que temer.- Se agachó hasta mi campo de visión y yo me envolví en una manta que me habían dado al llegar a comisaría.- Ahora debes ir a casa y descansar, pero antes tengo una última pregunta.- Metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó dos trozos de papel que parecían dos fotografías. Las colocó en la mesa y me incorporé para observarlas . La primera de ellas era un tatuaje de una estrella de ocho puntas con detalles negros que parecía sobresalir de la foto. En su centro, se encontraba un cuervo con los ojos rojos que miraban intimidantemente a quien se atreviese a posar los ojos sobre él. La otra era un corte profundo en el cuello, mas bien se trataba de una cruz. Recorría desde la mandíbula hasta la clavícula en la piel ensangrentada y morada, que estaba marcada con miles de cardenales que tornaban a un color muy oscuro. Dejé de respirar por un momento cuando reconocí el atuendo de la víctima: era el hombre que hace horas había sido asesinado delante de mis ojos.

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2019 ⏰

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