Capítulo III

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**MARCHETTI'S CLASSICS PLAYLIST: Another Day in Paradise- Phil Collins

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CALEB EVANS

Algo no está bien, puedo sentirlo.

El frio cala hasta lo más hondo de mis huesos; y mis ojos son incapaces de comprender lo que me rodea. ¿Qué está mal?, ¿Dónde ha ido el tiempo? Veo a mi alrededor y no reconozco nada.

En mi cuerpo veo mi abrigo favorito, de mi cuello cuelga la bufanda negra con dibujos de Ratatouille que Lauren me hizo para mi cumpleaños, mis jeans favoritos y mis mocasines negros están en su sitio. Me he vestido para salir, pero no recuerdo dónde. Trato de darme calor con mis propias manos buscando el significado de encontrarme en un lugar tan frio en medio de la nada.

Empiezo a caminar hundiéndome en la nieve bajo mis pies. ¿Dónde estoy? ¿Estoy soñando? Si esto es un sueño quiero despertar. Quiero ir al calor y los brazos de Lauren que son mi hogar. ¿Por qué me encuentro aquí? El viento sopla muy fuerte, tan fuerte que tira de mi cuerpo como una hoja en medio de una ventisca. Esto no es New York, estoy seguro de eso.

Hay algo muy extraño en todo lo que me rodea. Unos pinos gigantes me saludan moviéndose al ritmo de la ventisca de nieve que cae. No recuerdo este lugar, jamás lo he visto, ¿Dónde está Lauren?

—¡Lauren! —grito tratando de hacerme oír entre el azote de viento. No hay ninguna respuesta, y tampoco la espero. Sé que Lauren no está aquí. No puede estar en este lugar que parece salido de una película del polo norte.

A pesar de vivir en New York durante años, Lauren sigue pensando en el clima perfecto de Roma, Italia; su ciudad natal. Mi hermosa Lauren. Incluso en mis sueños la añoro.

Una luz se posa sobre mi y algo extraño pasa. Me elevo por el aire y la nieve parece detenerse. Hay algo en esta luz, algo extraño.

—¡No! —empiezo a gritar desesperado sin querer dejarme absorber por la luz. Pero es mucho más fuerte que yo. Me absorbe, me desestabiliza. No obedece mi voluntad, no me escucha.

—Es mejor que no luches contra ella—dijo una voz y mis ojos fueron hacia el suelo donde había un hombre con una enorme gabardina negra, observándome—No tiene caso, no dejarás este lugar. Solo está evaluándote.

Como si su voz fuera profética la luz desapareció dejándome caer al vacío. El viento sopló fuerte y la nieve amortiguó mi caída. Me hundí en ella sintiendo un escalofrió en mi cuerpo. Estaba soñando, y como no podía despertar, solo debía seguir el juego.

Me incorporé, y lo vi de nuevo. El hombre seguía muy cerca. No conocía su rostro, no sonreía, no se movía del mismo lugar. Solamente me observaba.

—¿Quién eres? —finalmente vi sus ojos atentamente, eran verdes. Muy verdes.

—Ha pasado tanto tiempo que creo que ya lo olvidé—se encogió de hombros y una pequeña nube de humo salió de su boca—. Un poco más de tiempo en este lugar, y tú también olvidaras quién eres. Vamos, el grupo te espera.

Después de decir eso el hombre empezó a alejarse con sus manos dentro de su gabardina y su cuerpo un tanto encorvado debido a su altura. Yo era alto, pero ese hombre lo era mucho más.

—¡Oye! —lo llamé, pero él no se giró—. Oye, espera ¿Qué grupo?—le pregunté y empecé a caminar tratando de seguirlo.

El viento azotaba con fuerza dificultando mi avance, pero él parecía no notarlo. No tenía problemas para caminar; a unos pasos por delante de mí, parecía tranquilo. Lo seguí por lo que parecieron horas, hasta llegar a una cabaña iluminada.

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