Mirando al cielo y perdida en sus propias divagaciones, la deidad empezó a observar las nubes y al empezar a admirar una de sus más simples creaciones se enteró de que estas pompas de algodón se están posando y organizando justamente sobre ella, como si muchas de ellas estuvieran conspirando a su favor para llamar la atención de su creadora.
-¡Así que eso es, atención!- Concluyó en voz alta, después de haber observado esos cúmulos blancos posados sobre su cabeza; y entonces, en aquel mismo instante, cayó en una laguna mental.
Para cuando retomó la conciencia, sus dedos se encontraban jugueteando con ellas. Las nubes se movían al son en que bailaban los dedos de la Diosa; después de todo, estas estaban formadas por miles de millones de cristales de agua; eran un objeto inerte y sin vida. Pero entonces conmovida por su belleza, la Diosa les ordena a las nubes:
—Liberaos; fluid y sentid emociones como sólo los humanos pueden sentir y haced todo lo que queráis con estas afecciones.—
La escena que observaban a continuación los ojos divinos le hicieron lagrimear. Las nubes se habían vuelto locas, revoloteaban como seres vivos, sus filas y orden habían sido rotos y cada nube subía o bajaba de su posición original sin patrón aparente; unas erraban solitarias, otras en manada y habían otras que parecían hacer parejas, pero todas apartándose del resto; ya no estaban en la misma unanimidad sino que se empezaron a formar complejos independientes.
Aquellas aglomeraciones ya no estaban posadas sobre la cabeza de la Diosa y, maravillada con su descubrimiento, decidió hacer un pequeño experimento; quería mover, en contra de su voluntad, a una de las nubes flotantes en el cielo y finalmente, observaría el resultado obtenido de lo que hizo.
Una vez movido su dedo y previamente apuntado sobre una nube escogida al azar, en vez de hacer caso a la orden de su creadora, el cuerpo intangible y vaporoso se fragmentó en millones de cristales de hielo.
<<Qué interesante... Esto debe ser.>>
El cielo continuaba comportándose de una manera muy inestable; sin embargo, ahora sus colores empezaban a variar constantemente y, a diferencia de su movimiento y comportamiento, éste sí poseía un patrón claro. Todo el firmamento comenzó a tornarse de un color azul aguamarina, y las nubes parecían fluir así como lo hace la espuma en el agua; sus movimientos eran lentos y apacibles, como si las nubes tuvieran conciencia, control y un autodominio absoluto sobre sus emociones. Después de unos segundos, pasó a estar en un color amarillento y las nubes empezaron a buscarse unas con otras, uniéndose todas en un aglomerante gigante, vaporoso y flotador, mostrando que podían tener las habilidades sociales para vencer los fuertes vientos.
Rápidamente, tal cúmulo cambió después a un color rojizo y, en éste estado, ellas no presentaron ningún comportamiento en especial y su apariencia manchaba totalmente el cielo de un tono rojo carmesí. La Diosa estaba maravillada; su único deseo al observar sus creaciones era poder carcajearse de la risa hasta morir, al fin había descubierto el error de fábrica que tenían los seres humanos, más sin embargo no cantó victoria; aún no era el momento indicado, así que continuó observando aquél espectáculo mientras dirigía su mirada al cielo aguantando sus enormes ganas de soltar una risotada.
El cielo seguía teñido de rojo carmesí, los cúmulos de nubes ahora parecían coágulos regordetes flotando en el aire y cada uno se movía muy pesadamente, como si de estar circulando por la sangre se tratara; no obstante, no pararon ahí, siguieron hinchándose cada vez más y más hasta parecer querer explotar y cuando parecían tener el poder de hacerlo, para demostrarle a su hacedora que su existencia era inútil y sin gracia, o en otras palabras, para expresarle que fueron creadas para su despectiva y llana diversión, ellas simplemente no lo hicieron, no explotaron; como si quisieran demostrar la última de sus cualidades emocionales, el autocontrol; pero al mismo tiempo, parecía ser también una insinuación retadora y desafiante hacia su creadora, la Diosa.
De repente, se escuchó un chasquido que silenció absolutamente todo el mundo. Las nubes se volvieron a su estado natural, la brisa se ausentaba y el pasto verde no parecía regodearse más; el amo y señor silencio reinó en aquel lugar y le hacía compañía a la Diosa desde su cómodo lecho.
—Desde el pasto y la tierra, hasta las nubes y la brisa, todas ellas me ayudaron a elegir mi veredicto final; tanto la tierra como la brisa son sólo seres inertes, no demostraron ser más que cofactores que facilitaban la vida. Por otro lado, la vegetación tal como el pasto en el que está posado mi cuerpo, demostró, a pesar de tener conciencia, una gran obediencia y agradecimiento a su creadora; mientras que entes momentáneamente emocionales como las nubes que adornaban el paisaje y que les permití por un momento tener la facultad de sentir, terminaron por convertir a mi preciado cielo en nada más y nada menos que en su patio de juegos, siendo así rebeldes y actuando según su propia voluntad, sintiendo ira, alegría, miedo y melancolía, tristeza, fastidio, repudio y más. Pero entonces, estas emociones terminaron por crear sentimientos, y he aquí, donde tenía cabida el verdadero responsable de toda esta explosión conductual sobre el comportamiento de todas las nubes; el amor—Dice con voz audible, rompiendo cualquier silencio que se encontraba en aquel momento y levantándose de sus aposentos.
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Nostalgia de Colosos
Ciencia FicciónActo 1: Todo ha sido eliminado sobre la faz de la existencia. De pronto, un día una Diosa novata y nueva en su rol, decide crear sus propios universos, mundos, seres inertes y vivientes; terminando así por crear a los seres humanos. La única diferen...