9- El recuerdo amargo de ser herido

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Yuuri despertó al día siguiente con el miedo de estar solo y que el haber visto a Víctor la noche anterior hubiese sido un juego cruel que le pasaba su mente a causa de la fiebre

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Yuuri despertó al día siguiente con el miedo de estar solo y que el haber visto a Víctor la noche anterior hubiese sido un juego cruel que le pasaba su mente a causa de la fiebre... pero ahí estaba, con su cabello grisáceo y escamas tornasoladas en sus mejillas, su mano entrelazada a la de él. El cuarto se sentía más frío con él dentro dada su naturaleza, pero el hormigueo en su pecho compensaba aquello.

Dejando atrás el contacto con el albino, Yuuri salió de su cuarto apoyado en un bastón negro que se había visto obligado a utilizar tras despertar de los efectos del veneno. Seung le sintió y se dirigió pronto desde los jardines centrales al encuentro con su amo, el monje caminaba más lento, pero se veía recompuesto.

- Buenos días, Seung- El tengu fue atrapado en un cálido abrazo de parte del azabache, se regocijó de apretarlo contra sí, cubrió con ambas alas el cuerpo de su amo- ¿Has visto a Yurio?- Dijo el monje sin separarse.

- Estaba acompañando a Yuko en la cocina, debes abrigarte un poco más, está frío- Acotó su familiar. Como había extrañado Seung el contacto con Yuuri, acompañarle por las noches y acariciarle hasta dormir no se comparaba con los abrazos cargados de amor y buenas energías que el monje le entregaba desde pequeño. Llevó a Yuuri al templo y sacó de ahí un kimono para él.

Yuuri se colocó el kimono azul petróleo con dibujos referentes al océano, se dirigió a la cocina a paso tranquilo, Itsuome y Phitchit le ayudaron a llegar ahí más cómodamente sin el bastón. Yurio se encontraba con la cabeza apoyada en las tablas de la enorme mesa central donde Yuko tenía diversas bandejas con galletas listas para entrar al horno.

- ¿Acaso no te gustan mis galletas?- Reclamo la chica.

- Prefiero los dangos de té verde que hace Phitchit- Yurio tenía una galleta a medio comer en la boca- O los takoyakis que prepara Suzui.

- Esos takoyakis sí que son buenos- Comento Yuuri viendo al pequeño zorro elevar sus enormes orejas para luego correr hacia él y aferrarse a su cintura hundiendo la cabeza en su vientre- Hey, cuidado, aún estoy débil- Admitió ante la mirada amable de Yuko.

- ¿Te preparo desayuno, Yuuri? - Dijo la chica ya con un sartén en la mano.

- Sería grandioso, gracias Yuko.

Yuuri había intentado seguir con su rutina a penas despertó de los efectos del veneno yokai, pero todos en el templo le atacaron impidiendo aquello alegando que no podía arriesgarse y exponerse así tras haber estado tan débil. No podía purificar ni realizar barreras por sí mismo, así que le había enseñado a Yurio.

Tras desayunar, llevó al pequeño zorro en brazos hasta el santuario menor y se quedó ahí con Yurio en su regazo mientras meditaba con un incienso de sándalo en una esquina y el diapasón sonando de fondo.

Necesitaba el diapasón... no requería utilizarlo desde los doce años, pero bajo los efectos del veneno su magia se había descontrolado e incluso acabó quemando a Seung tras una pesadilla y confundirlo. Era crucial que Yuuri restableciera su uso de magia, en solo tres noches más habría luna llena... no pensaba luchar esta vez, ya lo había hablado son Seung, se encerraría tal como solían hacer un ancestros y, a su pesar, confiar en que su hermana y el resto de aprendices podría contener los espíritus, pues él debía quedarse junto a Seung, ya que en caso de que cualquier sombra entrara, él se encargaría... no podía arriesgarse de nuevo, no de nuevo...

El alma del dios del HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora