Ven a mi, dolor.

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Eran las ocho de la tarde y aún no había llegado. Sabía lo que estaba haciendo, como cada tarde desde que se casaron. El no se lo había dicho, por descontado pero sabía lo que veía. Drogas. Había sospechado desde el momento en que le vio con una actitud demasiado extraña. Demasiado violenta. Demasiado exagerada. Sabía que consumía drogas, y intuia que era cocaína, por los efectos. Las molestias en la nariz, la cara pálida...

Estaba preparando la cena cuando escuchó abrirse la puerta de la entrada.

Cuando entró en la cocina vi sus pintas y supe que algo había pasado: tenía la cara blanca, exceptuando su nariz, donde por lo visto le habían pegado hacia poco porque aún le caía algo de sangre, le temblaban las manos y parecía ido.

- ¿Que te ha pasado?-. Pregunte con signos.

-Nada, nada-. Contesto y entró en la cocina para ir al frigorífico.

Antes de que abriera la puerta la sostuve.

-Dime qué te ha pasado-. Le dije ya muy seria. No se me había pasado desapercibido el resquicio de los polvos blancos de la nariz, escondidos en gran parte por la sangre.

-He dicho que nada-. Contesto haciendo muchos aspavientos con los gestos.

-Algo te ha tenido que pasar en la nariz, no suele salir sangre así como así-. Replique cada vez más enfadada.-Dímelo, puedo ayudarte-. Seguí insistiendo.

Me miró y se giró para irse. Le cogí del hombro para darle la vuelta y ahí vino la primera. Caí al suelo y me fallaban las piernas, no podía ponerme en pie. Me toque la mejilla dolorida y le miré. Estaba normal, tan normal que siguió su camino y se fue de la cocina, dejándome allí.

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2015 ⏰

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