Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 9

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Existía una verdad indiscutible. Era pésimo buscando la forma de defenderme, aunque era claro que no existía alguna defensa para haber ocultado a mi hijo durante un año. Mi indignación contra mi creció al tropezar con los ojos rojos de Lucy.

—De verdad...quería decírtelo...no tienes idea de cuánto deseaba hacerlo—expliqué desesperado, Lucy ni siquiera me miraba solo estaba recostada en la cocina pensando en no sé qué rayos.

—No sabias como decirme que tenías un hijo—me interrumpió expresando su desconcierto— ¡estas bromeando!

No, no lo estaba, quería decirle, realmente que no podía, me daba miedo expresar siempre alguna palabra sobre esta situación, pero la tenía allí frente a mí con las lágrimas mojando sus mejillas.

—Me daba miedo que me dejaras—tragué saliva y sentí la intensidad de su mirada—si te decía algo pensé que me dejarías, cuando me entere de esto estábamos teniendo una relación...

—No hay duda de que eres un estúpido que solo pensó en su felicidad—masculló, al levantar mi rostro distinguí su ira contenida— ¡¿Cómo mierda se te ocurre que me enojaría porque tienes un hijo?! ¡Eres un completo idiota!

—Lucy...no...no es que crea que eres una mujer que sería capaz de hacerme elegir entre mi hijo y tú.

— ¡No! Pero actuaste como si lo fuera...—intente acercarme a Lucy y pretender abrazarla, no sabía que decir para hacerla sentir bien, la verdad es que ni yo pude sentirme cuerdo para hacer algo correcto— ¡aléjate!

—Lucy...por favor...

—No puedo pasar un minuto más contigo, no después de sentirme así.

— ¡Lucy!

Pero no me escuchó, Lucy salió de nuestro departamento rápidamente, me quedé tirado en el sillón comprendiendo como se sentía, mi preocupación por ella disipó cuando su hermana Michelle me envió un corto mensaje llamándome idiota, supe que estaba con ella.

La noche no fue amable conmigo, bueno en realidad fueron mis pensamientos, ver la fotografía de mi hijo me hizo replantearme muchas cosas, pensé en ese sujeto que ciertamente estaba furioso diciéndome que Yukino estaba pasando un mal rato, era evidente que mi hijo también.

Y yo disfrutaba del amor a toda costa. A la mañana siguiente Lucy no contestó mis llamadas ni mucho menos leyó mis mensajes, necesitaba hablar con ella y descubrir que lo nuestro podría afrontar esto, estaba realmente seguro que así seria.

Pero el tiempo pasó, todos los días leía una y otra vez la dirección de la casa de Yukino y su número, ya lo conocía de memoria pero nunca la llamé, en lugar de ello buscaba la figura de Lucy entre una multitud esperanzado con recuperar lo que me traía paz.

Gray intentaba animarme a pesar de haberme golpeado al enterarse de lo que ocultaba durante un año, estaba realmente afligido con cada día que pasaba y notaba sus deseos de verme otra vez animado. Por ese entonces mi felicidad estaba ligada exclusivamente a Lucy, no lo negaría jamás.

Luego de dos semanas de silencio me dije que era tiempo de hacer las cosas, Lucy no mostraba ninguna señal para hablar, así que me aventure a tocar la puerta del departamento de su hermana.

Y si, allí estaba Michelle con el ceño fruncido y de brazos cruzados buscando destilar su desprecio.

—Lucy no está—se adelantó antes que me permitiría decir algo.

—Por favor, Michelle, necesito hablar con ella, ya paso mucho tiempo y tenemos mucho de qué hablar.

—Eres demasiado terco, te dije que no está. Si mi hermana no quiere hablar contigo es por tu culpa así que no vengas a rogarme, estoy ocupada—su puerta se cerró de golpe dejándome con la palabra en la boca.

Me sentía perdido y realmente necesitaba que lo único que me dio felicidad apareciera, me mezcle entre la multitud sintiéndome un ser más en medio de todos ellos, la insignificancia comenzaba a brotar en cada parte de mi cuerpo.

— ¡Natsu!—escuchar su voz fue como una melodía vivaz, Lucy logró pasar a través de todas esas personas y se detuvo ante mí, después de todo Michelle me mentía, Lucy estaba cansada, su cabello despeinado y su ropa desaliñada, no encontraba la forma de controlarme y evitar besarla de anhelo.

—Lucy...—me percaté que no sonreía ni mucho menos me miraba con su característico afecto—quería...hablar contigo.

—Buscaste a tu hijo—guarde silencio sorprendido por su repentina pregunta, ella estaba allí esperando mi respuesta. Con mis ojos fijos en ella negué con un gesto— ¿Qué estas esperando para hacerlo?

—Quería hablar primero contigo...

Lucy cerró sus ojos y llevó sus manos hasta su cabeza enredándolos con su cabello.

—A esto me refiero, eres un egoísta, Natsu—habló con amargura—piensas solo en ti, en tu felicidad—se acercó a mí y con sus ojos desfallecidos me miró con una fulminante decepción—tu felicidad no tiene que estar ligada a dejar de lado a los demás, tu hijo es más importante que yo, pero aquí estas queriendo verme antes que a tu hijo...

—Lucy...te amo...por eso quería hablar contigo—ella cerró sus ojos y sus lágrimas descendieron.

—Se acabó, ya no puedo con esto...

Lucy evitó mirarme y si lo hubiera hecho vería mi semblante aniquilado. Sin decir nada más, ella se aproximó y me deposito un beso en la mejilla dejando también sus lágrimas mojadas.

—No...Lucy, por favor—supe lo que haría y estaba lista para llevarse una parte mía.

—Si el amor que sientes por mi te impide ver más allá entonces es mejor que me alejé yo—tapo su boca para evitar liberar un jadeo doloroso. Me miró por última vez y se fue corriendo.

Esa fue la última vez que la vi, esa fue la última vez que vi su semblante, que escuché su voz, que sentí su calor. Yo la aleje.

Volví a llorar pensando que era lo mejor, y dolía tanto que me resigne a pasar una vida con el amor de mi vida alejada de mí. Supongo que ahora entenderán porque anheló mis recuerdos del ayer.  

AYERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora