Cᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 7

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La impresión de aquellas palabras me obligó a tomar a Yukino de su brazo y alejarla del patio. Estábamos a solo unos minutos de que salieran del aula y por ende no deseaba que Lucy estuviera presente para vernos juntos.

El aire helado me estaba azotando de una forma escalofriante, Yukino detuvo su caminata en cuanto la solté, estábamos en la zona algo apartada de la universidad, el temor que sus ojos reflejaban no lograron conmoverme por más que estuviera dispuesta a hacerlo.

—No soy el padre—sentencie entre dientes.

Mi furia probablemente horrorizo a Yukino porque retrocedió encogida y con las manos juntas.

—Si...si lo es—su débil voz me desesperó, intentaba por todos los medios no mirar a su vientre abultado—Natsu-san fue el único hombre...

—Eres una ilusa si crees que lo voy a reconocer.

— ¡Por favor, no puede dejar a nuestro hijo así!

Muchas veces como seres humanos cometemos actos que probablemente en un futuro lo lamentamos, supongo que esa fue la primera vez que cometí un grave error, la ira me estaba quemando y los ojos me ardían presos del pequeño recelo que me amenazaba con acabar con lo único bueno que paso en meses.

Me pregunte cuantos meses tenia ¿cinco? Tal vez seis, pudo ser el tiempo en el cual estaba dando mis últimas salidas antes de enfocarme en Lucy.

—No es mi hijo—mascullé para luego quedar cerca de ella, Yukino se paralizó al verme—por más que digas que biológicamente es mío, no soy el padre. Porque padre es quien cría ¿no? Yo nunca pedí ser padre, no quiero ser padre de alguien.

—Natsu-san...

—Nada de peros ni mucho menos lamentos, si quieres tenerlo bien por ti, pero yo no. No lo quiero. Búscale otro padre o lo que quieras, pero a mí no me vuelvas a buscar, Yukino.

Adelante, si alguien lo ansía es libre de insultarme y desearme el mal. Si supieran lo despavorido que estaba de perder lo más preciado que estaba teniendo en ese momento, estaba seguro que Yukino querría casarse y formar una familia conmigo y yo no estaba con ganas de hacer una familia con una chica a quien solo vi una vez. Ignoré con todas mis fuerzas el sollozó de Yukino y sus lamentos susurrados.

Al llegar al patio central los alumnos que brotaban de clases me rodearon con sus molestas voces, la cabeza me comenzó a palpitar y me vi forzado a cerrar los ojos un momento buscando aliviar el dolor.

— ¡Natsu! ¿Estás bien, cariño? Tienes la cara pálida—sus pequeñas manos chocaron contra mi frente—debes estar agotado, debiste quedarte descansando y no venir por mí—la vi tan pura y animada, sus ojos grandes, su cabello largo sedoso. No se merecía pagar mis errores.

—Solo quiero irme...—murmuré, Lucy me permitió apoyarme en ella y caminamos hacia la salida, en ocasiones lanzaba miradas afanosas a mi alrededor por el miedo que me producía pensar en que Yukino saldría en cualquier momento a ventilar su embarazo.

Esa noche abracé a Lucy con ímpetu, no pude dormir. Fue una de las noches en las cuales mis pensamientos no me permitían reposar.

Toda esa carga emocional y los nervios que me provocaba recordar el rostro lloroso de Yukino me hicieron mantenerme callado por largos momentos, Lucy lo notó estaba seguro por sus fortuitas miradas intensas. Mi celular durante la mañana siguiente sonó como un castigo divino.

— ¡Maldición!—grité lanzando mi celular sobre el sillón. Lucy se sobresaltó por mi repentina actitud violenta.

—Natsu ¿Quién era?—no es que Lucy me aburriera, pero repentinamente mi mal genio se transformó en un grito e ira incontrolada.

—Es mi hermano, de todas formas no es tu incumbencia—ella parpadeó sorprendida por mi repentino desagrado, me observó como si tratara de encontrar algo en mi— ¡No, Lucy! ¡No le contestare el puto teléfono!

—Es tu hermano, puede ser algo urgente, si no estás de humor puedo yo hablar con él.

— ¡Metete en donde te llaman, eres una molestia!

Lucy se detuvo y yo me odie.

—Eres un imbécil.

Sin nada más que agregar, Lucy tomó su chaqueta y comenzó a caminar dispuesta a marcharse. Fueron solo unos segundos lo que me bastaron para correr y abrazarla, hasta el día de hoy me pregunto qué hubiera ocurrido si le contaba a Lucy sobre el porqué de mi mal genio.

¿Me devolvería el abrazo con esa misma intensidad? ¿Besaría mis mejillas bañadas en lágrimas con en ese momento?

—Perdóname, solo estoy muy nervioso y mi hermano...—mi voz se quebrantó en medio de mi incoherente explicación y Lucy en lugar de solo quedarse allí me obligó a mirarla a los ojos.

—Lo entiendo. Pero prométeme que hablaras con tu hermano, no me meteré en tu asunto con él, pero es lo mejor, Natsu—asentí comprendiendo su pedido.

Besé sus labios suavemente y su aroma a vainilla me apaciguó. Quería quedarme allí para siempre, durante ese tiempo deseaba que los segundos se detuvieran para no volver a pensar en Yukino. Me convencí que era mejor olvidar.

—Te amo—murmuré derrotado.

—También, te amo, Natsu.

Anhelé un futuro con Lucy. Estaba seguro que mi futuro debía estar con ella. 

AYERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora