2

12 2 2
                                    

Eran siete las hermosas joyas. Cuando me acerqué más pude ver que no seguían un orden cromático, ni mucho menos pues enumerándolas en vertical podía apreciar que eran blanca, amarilla, verde, naranja, roja, azul y violeta, en ese orden. Pero me pareció curioso que parecieran vacías, como sin vida, apagadas. Aunque la mayor sorpresa llegó cuando al girarme vi resguardando la puerta dos gigantescos dragones.

Uno era dorado, majestuoso y con una mirada fiera que en el mejor de los casos parecía querer matar pues, se puso en una clara posición de ataque; sin embargo, en el momento en que yo le miré éste me devolvió la mirada. Sus ojos, parecidos a la noche más despejada de un verano, me inspeccionaron y, casi como si pudiera ver mi alma volvió a colocarse a su posición inicial para custodiar la entrada.

El otro dragón era casi todo lo contrario al áureo pese a su parecido en tamaño. Era plateado. Se asemejaba a plata líquida cuando se movió para acercarse y verme mejor. Sus ojos eran del mismo color de la tormenta más furiosa que pude ver en toda mi vida.

Casi podía ver las enajenadas gotas de agua caer dolorosamente sobre mi piel junto a los fuertes truenos y relámpagos.
Una vez pasada la conmoción inicial decidí caminar hasta el final del pasillo. Era como todo lo que me rodeaba: de un blanco doloroso a la vista.
Pero curiosamente y, pese a la incongruencia, de un blanco menos níveo.

A lo largo de este enorme y amplio corredor había más puertas como de la que yo había salido, pero eran mucho más sencillas que "la mía".

Habían unas con símbolos que me eran familiares: un enorme y resplandeciente rayo, un majestuoso pavo real, una rojiza llama, un casco de guerrero griego, un hermoso tridente, un martillo y unas dagas. Pero había otros símbolos que no conocía muy bien: como un enorme y grisáceo lobo, unas aureolas un tanto extrañas, una ilustración de lo que parecía un puente con hermosos colores, que según creo, simulaban el arcoíris entre otros signos.

Así que, cuando llegué al final del pasillo me encontré con un cúmulo de gente que, al girarse empezaron a cuchichear. Esa imagen era la más parecida a mi vida de lo que todo aparentaba. Se asemejaba a mi día a día.

Aprovechando la incertidumbre que les causé a toda esa gente empecé a mirarles con detalle. Vi que sus vestimentas eran un tanto peculiares por no decir insólitas pues unos llevaban túnicas como los griegos y otros unas vestimentas extrañas. Todos ellos eran anacrónicos entre sí. Hasta había unas personas con teléfonos mientras que otras parecían salidas de los mitos.

Fue una única persona quien se paró delante de mí. Era una chica con el cabello recogido en una hermosa y larga trenza de raíz que vino sonriendo hasta mí y cuando estuvo delante me abrazó, dejándome aturdida.

- ¿Crateis? iYa estás aquí, qué alivio! ¿Dónde has estado? - me preguntó - Desde que Némesis despertó que no te encontrábamos, estabas en una dimensión realmente recóndita, ¿lo sabías? Pues... - en ese momento dejé de prestar atención porque muchas preguntas atacaban mi mente. ¿Crateis? ¿Otra dimensión? ¿Némesis? Esas tres preguntas estaban concibiendo otras tres, y así sucesivamente hasta... hasta tener demasiadas cuestiones en mi cabeza.

Por suerte alguien se dio cuenta que algo me pasaba y vino a socorrerme. Fue un chico esta vez y con una voz amigable le dijo a la chica que me había llamado Crateis que yo no estaba del todo bien, que no me hostigara más, cosa que internamente agradecí.

Cuando levanté la cabeza para agradecerlo me encontré con un rostro que sí reconocía.

- ¿Viro? iVirotutis! ¿Qué hacemos aquí? Eres al único que conozco y parece que no es recíproco porque esta gente sigue cuchicheando, aún cuando llevo unos minutos aquí y no se dignan a hablarme, solo murmuran.

Él es Virotutis, pero todos le llaman Viro y es la única persona que conozco que tiene un nombre tan o más extraño al mío. Es rubio, de ojos celestes, jayán y hercúleo, y lo que más adora es a su hermana melliza, a la que después de diez años de amistad aún no he visto. Él asegura que en las artes y el tiro con arco es mejor que su hermana, Eginea.

- Hermano, -habló la chica de la trenza - deberías haberle dicho todo en cuanto la encontraste.

La chica extraña que llevaba un arco con tres flechas dibujado en su camiseta le reclamó a Viro.

- ¿Tú eres Eginea? - intenté curiosear - Yo soy Hécate, encantada. Tu hermano no paraba de hablarme de ti y que sepas que asegura que es mejor tirador que tú.


¡Bueno! Pues aquí está.
Tal como dije en el "primer capítulo" solo hay cuatro.
No me gustaría que os esperéis un final insólito. Creo que desde el principio que he estado diciendo qué pasará.
Bien, si mal no recuerdo, en el próximo capítulo empezará a haber frases, palabras y demás en griego clásico y nórdico clásico también.
También explicaré el significado de los nombres, ya que estos no están escogidos al azar como ya habréis podido comprender.
¡Gracias y nos leemos!

De Nada a TODO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora