Salvador. Parte 1.

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''I said maybe you're going to be                                

The one who saves me

And after all you're my wonderwall''

                                   Wonderwall - Oasis

                                   Wonderwall - Oasis

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Hoy escribo esta historia que llevo guardada durante mucho tiempo. Es una historia triste, de un amor a medias, de esos que te hacen tocar el cielo con las manos pero en cada beso, secretamente, te inyectan veneno.

Es difícil encontrar un buen punto para empezar a contarla pero supongo que el mejor comienzo sería un final...Sí, un final duro y triste, el final de mi vida, el día en que decidí que no quería vivir más...

...Estaba bajo tratamiento por trastorno depresivo mayor, la relación con mi familia era un desastre. Volví de vacaciones y con la rutina volvieron los problemas. No dudé un segundo, me encerré en mi dormitorio, ya no quería discutir más, no podía seguir aguantando, mi alma decía basta.Sentía un dolor enorme en el pecho, un dolor emocional que ahora era físico.Tenía que detenerlo.

Cerré la puerta y dejé el griterío atrás de ella. Me dirigí a la mesa de luz,entre trastabilladas porque al los ojos hinchados de tanto llorar se me hacía difícil ver con claridad.Tomé del cajón los psicotropicos, los saqué del blister, los puse todos sobre mi mano. Dieciocho pastillas redondas celestes, quince redondas grandes blancas, nueve chiquitas blancas y cinco amarillas ovaladas. Eran mis amigas fieles, las que venía introduciéndole a mi cuerpo desde hacía dos años. Tenía que reconocer que habían tenido su momento de éxito. Los ataques de pánico habían desaparecido y hasta pude sentirme feliz alguna que otra vez. Cuando se tiene depresión las felicidades son efímeras, son como parches con poco pegamento, que tapan las heridas un rato pero siempre terminan por despegarse dejándolas al aire. Uno va por la vida como un zombi... un muerto vivo. Vive porque amanece cada día con aire en sus pulmones, pero la persona... la persona, la esencia ya no esta en ese cuerpo. Solo lo habita la pena, el terrible dolor que le instauran los recuerdos, el miedo y la ansiedad paralizante.

Cerré el puño con fuerza, respiré hondo y sentí un poco de miedo... Me va a doler? Alguien irá a mi velorio? ... Qué importa ya, si voy a estar muerta! Me sequé las lagrimas, me senté en el borde de la cama y de un sopetón me las mandé de unas cuantas por turno con un vaso de agua rancia que yacía en mi mesita de noche desde vaya a saber Dios cuándo.

No quería hacerlo pero no tenia opción. Yo había querido vivir. Juro que había intentado muchas veces salir adelante, pero no pude. Siempre algo me sugería que el mundo iba a estar mejor sin mi... las notas mediocres de esa carrera que acabó por hundirme, mi soledad asquerosa, mi carácter antisocial, mi trastorno de la personalidad dependiente, los tipos, mis padres, todo. No era ejemplo de nada, no sobresalía en nada.... Para qué seguir consumiendo oxígeno? Mejor tirar la toalla. Ya no me quedaban fuerzas. No había otra salida.

Me acosté, esperé un rato hasta que mantener los ojos abiertos comenzó a costarme. Hacía calor, era febrero, cerca del mediodía. Era un día bonito, soleado, brillante, lindo para decir adiós.Sentía mucha paz. Ya nada importaba. Me estaba muriendo... se sentía bien morir. Por mi mente circulaban algunas escenas... lindas y feas... El día que mi papá me pegó hasta dejarme tirada en el piso, el lunes ese a mis doce años en que mi amigo me violó en su casa, el bulling en la secundaria, la cocaína que inhalé hasta quedar inconsciente, los gritos de mi mamá, los bochazos de la facultad... Los veranos en mi casa de campo,el aire corriendo en mis dedos cuando sacaba las manos por la ventanilla, la primera vez que tuve en brazos a mis sobrinos, las vacaciones en Ecuador con mis amigos, el beso hermoso del chico que me gustaba, las canciones tristes de Alboran.

Recordé que no me había despedido, no había necesidad, no había nadie a quien le importara mi muerte. Solo necesitaba dejarle saber a una persona en especial que la había querido, a esa que me había hecho sentir algo diferente en este último tiempo.Manoteé el celular que estaba a mi costado y le escribí a el, mi chico. Le dije que había cometido una locura,que no aguantaba más pero que ahora me sentía en paz, que lo quería y que lo único que lamentaba era no volver a verlo. Cerré los ojos y caí al vacío.

Primer recuerdo.

Lerdo, todo en slowmotion, las voces graves, las caras borrosas, mi cuerpo dormido, mis ojos llorosos.

Sentí mi mano izquierda. Algo caliente había en ella. Giré la cabeza y entre la nebulosa pude distinguir una silueta que agarraba mi mano y conversaba con alguien más, era la voz de mi mamá y la de él... La de él!!! El estaba ahí, tomándome la mano. Me besó la frente y sentí una inyección de vida en mi... Seguía sintiendo esa presión en el pecho. Los ojos se me cerraron nuevamente y todo volvió al negro.

Segundo recuerdo.

El letargo y el aturdimiento de nuevo en esa misma habitación... esta vez,estaba un médico revisándome, preguntándome cuántas pastillas había tomado. Quería hablar, quería preguntarle a dónde estaba él. No me salían las palabras. Vi como el doctor me clavaba en una cánula en el brazo para ponerme un suero y no sentí absolutamente nada. Dudé. Quizás ya estaba muerta, y eso era el cielo... o el infierno.

Tercer recuerdo.

El techo sobre mi cabeza girando en círculos con céntricos. Mi cuerpo inmóvil. Los citalopram,las quetiapinas,los clonazepam y los zolpidem estaban atando mis nervios por dentro para que no me pudiera mover. La cabeza me dolía. Tenia un balde al lado de la cama. La boca seca como ceniza y esa sensación de sentencia de muerte en el pecho. Dónde estaba él ? Por qué se fue? La oscuridad esta vez fue más profunda.

Veintiocho horas después desperté, ya plenamente consciente. Estaba sola en mi habitación. Sentía mi cada parte de mi cuerpo. La sonda ya no estaba, en su lugar había una cinta. Sobre la mesa de luz, mi celular, un vaso con agua y cartas de mis amigas... Ya no era la misma, algo había cambiado. El puñal en el pecho seguía estando presente pero mi cabeza ya no lo percibía igual.

Seguía en este mundo de mierda. Dios se empecinó en hacerme re cursar de nuevo el purgatorio. Esta vez abrí los ojos y me vi fuerte, alguien había sufrido por mi mientras resucitaba. Él. El hombre que yo quería había tomado mi mano en mi lecho de muerte. Me había besado la frente. Me había salvado, EL me había resucitado....lo que no sabía es que sería el mismo quién volvería a matarme más adelante...

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