CAPÍTULO 2.

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—Estás cometiendo un grave error Ian.

—Sí, es cierto y es totalmente mío.

—Entonces, con más razón no puedes obligarme a irme contigo. No estamos en la edad media en donde los hombres obligan a las mujeres a estar con ellos.

Ian caminaba en la pequeña sala de un lado a otro como un león enjaulado.

—A ver si entendí.— Le dijo—. ¿Piensas que yo voy a permitir que mi hijo este lejos de mi?.

—Yo no te estoy apartando de la vida de nadie.

—¿No?.— Chasqueó los dientes.

—No voy a negarte que estoy encantada con la idea de que te responsabilices, pero creo que estas llevando esto muy lejos.

—¡Ah!. Tomándolo a pecho. ¿Dices?.

—No hay necesidad de que vaya contigo.

—Es tan difícil para ti entender que no quiero perderme ninguno de los detalles. Además, estás sola en esta ciudad y tampoco tienes empleo.

Ella abrió la boca para decir algo. Pero el alzó la mano interrumpiéndola.

—No me interrumpas diciendo que no estoy en lo cierto. Porque sé que apenas acabas de abrir tu sitio web y que aunque ya te han llamado para varios proyectos con ninguno has cerrado algún tipo de acuerdo.— Caminó inquieto—. Aunque eso no está mal, porque estas comenzando, pero la situación hace que me pregunte. — Señaló su vientre—. ¿Qué harás cuando el embarazo este más avanzado?. ¿Y luego cuando la criatura nazca?.

Él la estaba bombardeando con la lógica. Todo lo que decía era cierto, por tanto ella no tenía nada que objetar.

—¿Qué sugieres entonces qué haga?.

— Lo más lógico. Que vivas conmigo.— Dijo confiado—. Al menos hasta que el bebé nazca.

—¿Qué yo haga qué?.Eso es absurdo. — Se quejó ella sentándose en el sofá, cruzando los brazos en el pecho.

—Absurdas son las ideas que tienes últimamente en tu cabeza. No puedes quitarme el derecho sobre mi hijo. No es tuyo solamente.— Sonrió al recordar como había pasado—. Lo hicimos los dos.

— Estás tomando decisiones por mí, Ian. Eso no voy a permitirlo. — Le dijo un poco furiosa.

—¿Acaso eso no fue lo que hiciste cuando te huiste de mi casa, sin decirme al menos adiós?. Simplemente te fuiste y me dejaste. Sin importarte lo que tenía para decirte.

—Me fui, porque en ese momento, eso era lo correcto.

Él se acercó a ella y se inclinó para agarrarla suavemente por los hombros.

—Diana nos conocemos desde hace mucho tiempo. — Negó con la cabeza—. No puedo creer que me hayas hecho esto. No pensaste en mi.

—No hables así. — Le pidió —. Me haces sentir como si hubiese hecho alguna cosa mala.

Negó con la cabeza y la miró a los ojos.

—Si no hubieses huido de mi. Si te hubieses quedado... sabrías que estás en este problema por mi culpa.

—¿Por tú culpa?. ¿Por qué dices eso?. Como acabas de decir no estás solo en esto.

—Es totalmente mi culpa. Porque el preservativo se rompió.

—¿Y hasta ahora es que me lo dices?. — Le gritó y se paró de golpe. — Tuviste oportunidad, Ian.

—Pero no lo hice, porque tu me la negaste al marcharte como lo hiciste.

EL ERROR PERFECTO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora