CAPÍTULO 4

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Italia...

—¿Qué piensas hacer ahora?. Esta noticia puede convertirse en un problema grave en este preciso momento.

—No lo he pensado bien Alan.

—Tenemos que actuar rápido. Debes hacer que Mónica termine de firmar el divorcio. Antes de que todos se enteren que el hijo que está esperando Diana es tuyo.

—Realmente no deseo otra cosa más que eso y casarme con ella.

Alan se echó a reír.

—Al parecer sientes algo por ella -.

Ian miró por la gran ventana de la habitación del hotel en Roma. Suspiró y se giró para enfrentar a su amigo.

—No voy a negarlo. Siempre he tenido sentimientos hacía ella. Las cosas pasaron de una manera muy extraña, pero ahora estoy dispuesto a luchar por ella.

El toque en la puerta hizo que terminaran la conversación. Cuando Ian abrió la puerta se encontró con Mónica. Hermosamente problemática como siempre. Le sonrió.

—¡CIAO TUTTI!. —

Su voz melosa hizo eco en el lugar.

—¡Oh Mónica!. — Dijo Alan de manera cusual —. Estábamos justamente esperando por ti.

Ella miró a Ian de pies a cabeza.

—Ya puedo verlo. — Se echó a reír —. Mi abogado ya revisó el acuerdo y de verdad es una oportunidad que no puedo rechazar. No tengo queja alguna .

—Estás de acuerdo entonces con firmar el divorcio. — Ian no preguntó. Afirmó.

—Sí. Acepto. — Miró a Ian —. También estoy cansada de todo esto.

—Entonces podemos proceder a la firma. — Se apuró Alan.

—Por supuesto. A eso vine, a estampar mi firma y con eso terminar con todo esto. Tomaré las riendas ahora de mi vida. Ian ha sido muy caritativo conmigo.

Algo no andaba bien. Pensó Ian. De repente ella aceptaba todo así de manera fácil. Aunque era muy cierto que era un acuerdo que difícilmente no podía rechazar. El mismo no hablaba de manutención si no de bienes que generaban un ingreso cinco veces mayor que una simple cuota mensual para gastos. Lo mejor de ese tratado era que si ella no tenía buena cabeza para los negocios y se iba a la ruina él no tenía nada que ver con eso.

Alan le facilitó su bolígrafo y ella firmó sin ningún problema.

Por fin era hombre libre. Había sido muy fácil aunque sabía que con ella nada lo era.

—Deberíamos ir a cenar para celebrar nuestro divorcio. — Propuso Mónica mirando a Ian.

—Es una gran idea. — Agregó Alan.

—Yo tengo algo de trabajo. — Informó Ian un poco dudoso.

—¡Por favor!. Siempre tan aburrido, Ian. A veces se te olvida que sabes divertirte. — Le hizo ojitos —. ¡Vamos!. ¿Qué de malo hay en tomar una copa para celebrar nuestra separación?. Somos adultos, podemos manejarlo.

Ian miró a Alan. No estaba muy convencido de ese plan.

—Esta bien. — Se rindió—. Si gustan pueden esperarme en el restaurante. Yo bajaré en un segundo, mientras reviso unas cosas en el computador que es muy importante para la empresa.

—De acuerdo "señor todo negocios".— Le dijo Mónica.

—Te esperamos para cenar. — Dijo Alan —. No tardes que estoy hambriento.

EL ERROR PERFECTO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora