Epílogo

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—Estaba casi convencido de que funcionaría. Cuidé hasta el último detalle.

—Pues es evidente que no fue suficiente, Julián.

No lo había sido, no. Luís estaba enfadado, y no era para menos. Aquella era la segunda hija que enterraba en último mes y la cuarta de los últimos tres años, y seguíamos sin obtener resultados. Comprendía su enfado y su pérdida de confianza, pero no era fácil.

—Lo lamento.

—Yo también, aunque si te soy sincero, noté algo en ella desde el principio.

—¿Ah, sí? —pregunté con curiosidad—. ¿Podría saber el qué?

Luís volvió la mirada atrás al escuchar el sonido de unos pasos al entrar en la pequeña estancia donde estaba expuesto el cuerpo de la joven Alicia Gómez. El equipo de tanatopractores había hecho un trabajo muy bueno para darle un aspecto tan vívido. Estaba muerta, por supuesto, no había sobrevivido a la caída, pero vista desde la distancia parecía dormida.

Permanecimos en silencio mientras una mujer entraba en la sala con paso tembloroso y se dejaba caer junto al féretro. Rompió a llorar amargamente, como si de su hija se tratase.

Y probablemente lo fuese.

Luís me hizo una señal con la cabeza para que saliésemos. No había venido demasiada gente a despedir a Alicia. La noticia de su muerte había corrido como la pólvora gracias a su amiga Ana y su madre, pero muy pocos amigos habían podido dejar su vida en Alicante para viajar hasta Barcelona en tan poco tiempo. Una lástima, había sido una buena chica.

—No lo sé, pero lo notaba en su mirada —prosiguió Luís mientras nos alejábamos de la sala, camino a la cafetería—. Era como si su mente no hubiese asimilado los recuerdos. —Negó con la cabeza—. Tengo la sensación de que aún quedaba parte de la huella de la otra chica en ella. De Alicia.

—Podría ser —admití—, aunque seguí el protocolo que definimos. Si realmente quedaba algo de ella debía ser mínimo. No debería haberlo percibido.

—Tenemos que seguir trabajando en ello —dijo con evidente agotamiento—. Lo que está claro es que si ha vuelto a saltar es porque alguien ha vuelto a transmitirle el recuerdo que provoca esa decisión. El recuerdo que decidimos eliminar. No lo entiendo, Julián. ¿No se suponía que habías borrado todo lo relacionado con la doctora Ochoa?

—Lo hice, se lo aseguro. Lo hice, pero puede que en algún momento Miguel se lo haya transmitido. —Me encogí de hombros—. Alicia y él tenían buena relación.

Luís frunció el ceño.

—Lo eliminaremos de la ecuación entonces.

—¿Está seguro? Ya sabe lo que dice Ochoa al respecto: es uno de los pilares fundamentales para rescatar la personalidad de su hija, Luís. Aunque de una forma indirecta, Miguel influyó mucho en ella. O mejor dicho, los acontecimientos vividos con él. Miguel, Daniela y David son clave para recrearla.

Luís chasqueó la lengua con fastidio. No era la primera vez que teníamos aquella discusión. Tras el suicidio de la primera Vanessa, Luís había llegado a la misma conclusión. Miguel era el problema: sus recuerdos eran los que la inducían a volver a saltar, y probablemente tuviese razón. No obstante, no podíamos recomponer el puzle de Vanessa sin él. Al menos no si lo que queríamos era recuperar una copia exacta de la joven antes de saltar.

Crucé los brazos tras la espalda, pensativo.

—Tenemos que buscar otra fórmula —sentenció Luís con amargura—. Me ha costado mucho que Marian me dé una última oportunidad. Dice que si no lo conseguimos me puedo ir olvidando de ella para siempre.

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