Comencé a caminar por una avenida cuesta abajo mientras el sol veraniego me golpeaba desde lo alto. Auto-móviles transitaban de vez en cuando irrumpiendo por veces el sonido de la tranquilidad que disfrutaba. Vivía en una ciudad tranquila y aburrida, o eso quería creer. Sin embargo los avisos de gente desaparecida podían ser encontrados pegados en postes de luz a lo largo del camino. "Se busca, si lo has visto por favor comuníquese a este número de teléfono", las fotos que seguían de estas frases reflejaban a gente de toda clase social, desde ancianos hasta niños.
"Básicamente han encontrado cadáveres en diferentes partes de la ciudad, en las primeras horas de la mañana. Esto ha venido pasando desde hace ocho días."
Eso dijo Sharon. Pero los carteles y avisos colocados en toda la ciudad suponen que en esos pocos días han desaparecido más personas de los cadáveres que han encontrado.
Esto se volvía peligroso. El siguiente en "desaparecer" podría ser cualquiera, podría ser yo o Sharon.
Con estas ideas volando como un montón de abejas furiosas dentro de mi cabeza finalmente llegué a mi destino.
Al entrar lo primero que noté fue un sobre en el piso. Debió dejarlo el cartero. La levanté sin entusiasmo alguno, no era necesario que leyera la carta que había dentro, pues en una de las esquinas del sobre se encontraba dibujada la insignia del banco, y seguramente era un aviso de pagos atrasados. Un olor a humedad, muebles viejos y un poco de ropa esparcida por aquí y allá no eran más que afirmaciones de que me hallaba en casa. Sé que el lugar parecía precario, pero era lo máximo que podíamos costearnos, y aun debíamos el alquiler.
Intentando ignorar (por no decir que me estaba acostumbrando) todo mi entorno como todos los días caminé por los pequeños pasillos y entré a mi cuarto. Coloqué la mochila en una silla, me quité el pin, que al alejarse de inmediato cambió de un color azul al blanco hueso y lo coloqué en una pequeña mesa junto a mi cama.
De pronto mi estómago me recordó con un sonido penoso que debía de comer algo. Así que me dirigí a una pequeña alacena en la cocina.
Solo para descubrir con amargura descubrí que no había nada. Nada de comida. En realidad quedaban los restos de migajas de pan y envases de plástico vacíos, pero nada que satisfacerme. No sé en qué pensaba en esos momentos. Lo último que quedaba de comida lo utilizamos en la cena de anoche. Aun lo recordaba, tres piezas de pan y un poco de leche. Mamá solo comió una pieza y me dejó las otras dos, pues ella había comido en el trabajo y no tenia mucha hambre (o eso decía). Supongo que esperaba que mágicamente la alacena se rellenara con comida.
"Solo recuerda comer apropiadamente y a tus horas, o seguirás perdiendo peso y se podría convertir en un problema."
Creo que no podría cumplir por ahora ese acuerdo con la enfermera.
Dando un profundo suspiro cerré las pequeñas puertas de la alacena, regresé a mi habitación y comencé a realizar los trabajos escolares. No es porque fuera muy aplicado o algo por el estilo, pero debía hacer algo para distraerme.
...
De pronto algo me despertó. Fue tan repentino que casi me ahogo.
Levanté lentamente el rostro de la mesa. No recuerdo cuando caí en ese profundo sueño, tampoco haber cerrado los ojos. No me despertó ninguna clase de ruido, simplemente me desperté por mero instinto.
No... No era así. Un dolor punzante seguido de pequeños espasmos provenientes del estómago me obligó a despertar.
Debía de ser muy noche, pues la habitación se encontraba en penumbras y la tenue luz de una luna pálida atravesaba mi ventana. El viejo reloj digital en la pared indicaba poco más de media noche, "01:45" para ser más exactos. La mesa estaba fría y no era muy cómoda, así que opté por otro lugar. Estaba un poco cansado por lo cual me acerqué lo suficiente a la cama y me dejé caer sobre las sabanas semi-limpias. Por supuesto, era más suave, pero la sensación cómoda duró poco, pues fue interrumpida de golpe por otro espasmo proveniente del estómago. Y aunque intenté soportarlo por más tiempo cambiando de posición al estar acostado, no se detenían las punzadas.
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Dias de un verano lejano
Teen FictionUna serie de asesinatos han estado ocurriendo en la ciudad. Denis, un chico de dieciséis años es el siguiente en la lista. Ah soñado con su muerte a manos del asesino. ¿Cómo? ¿Así? ¿Solo muere? Si, Héctor le ha dicho que es una especie de sueño pro...