Marte tiene dos mundos

Capítulo 1. Somos o no somos.

Deje el celular en la cama después de meterme a bañar, estoy segura que lo deje, si no lo encuentro mi madre estallara en furias y pedirá a los santos cielos que lo encuentre. Creo que exagero al decir esto, ella es un poco dura con nosotras -sus hijas-, pero eso nos ha ayudado a sobrevivir, ella es la razón de mi existencia y de mi larga lista de deseos y planes para mi futuro.

El teléfono no está. Se que moriré. Algún día, quizá debido a un ataque al corazón de mi madre, o por unas enormes ganas de suicidarme. No es la primera vez que pienso en el suicidio como una opción, la idea ha surgido en mi mente desde hace ya bastante, más de medio año pasando por estas carencias, que no dejo de torturarme con la idea.

El otro año, un chico se suicido, fue un problema total, daba la impresión que lo único que esperaba era la comprensión de sus padres, aunque yo estoy segura de algo mas, necesitaba mas que eso, quería dormir para siempre y no despertar. Había dejado una carta en su habitación junto con un frasco de un mortífero, según la etiqueta eran pastillas par dormir, y se indicaba muy bien que en exceso causaba muerte segura. La carta era una tortura, nos la leyeron en la escuela, para recordarlo, por el alumno, el hijo, el amigo que había sido. Y era una tortura porque no daba más que razones para odiar su vida, su desastre de vida. Y vuelvo a lo mismo, eso era una tontería, yo no me hubiera matado por una situación como la suya, no así.

No es comparar mi vida con la suya, pero he pasado por momentos mas difíciles que los de el y no pretendo suicidarme por eso. El era un desastre de chico, al inicio era de esos mataditos, entregaba todo lo que los profesores pedían, asistía a todas las clases, no se hacia notar como un desastre. Pero en eso radica, las personas que menos se notan, a esas hay que temerles, nunca sabes lo que te espera de ellas. Son tan impredecibles y menos esperadas que las demás, el se parecía mucho a mi, yo también era un problema oculto.

Un día como cualquier otro, soleado o no, llegó hasta mí incapaz de hablar con calma y sin poder sostenerse en dos pies, tambaleándose y trémulo hasta las extremidades más alejadas del cerebro; dijo que su vida era un desorden, que el mismo lo era y mencionó la palabra "tontería", que todo era una tontería, que solo los mas débiles podían decir que la vida era una tontería, que los mas valerosos y osados dirían que eso era una mentira garrafal. En ese momento no estaba completamente segura de si era cierto o no lo de las tonterías, pero no lo discutí, le di por su parte.

Le dije: No se por lo que estas pasando, no me lo imaginó...- me apresure antes de que el continuará con su monologo prescrito,- Se, que es difícil, pero, existe una solución a tus miles de problemas, no? Somos humanos y eso nos privilegia mucho, de otra especies, contamos con oportunidades...

El contestó interrumpiéndome: Tu no entiendes nada, y no en vengas con que sufro porque quiero- me mostró su dedo índice, en señal de pedir silencio- Nada de lo que me digas, me hará cambiar de posición, se quien soy y a la vez no, quien soy? Acaso tu lo sabes y me lo ocultas?

Entro como en esos estados de histeria en los que no se les puede hablar a las personas que les ocurría, en las ocasiones en las que han perdido la cabeza, de las veces en las que entran en estado de shock debido a una contusión muy fuerte en el cerebro por una impresión muy grande.

A la mañana del sábado, una semana después de nuestro platica estrafalaria y muy poco productiva, encontraron su cadáver cerca del balcón de su cuarto, la carta y las pastillas sobre la cama, sus muñecas tenían marcas , cicatrices de cortadas, como las que te dejan un rasguño con un alambre o alguna cortada mal planeada. Pero supongo que el las había planeado todas y cada una; nadie menciono nada cuando en el salón nos enteramos, guardamos un minuto de silencio durante la ceremonia, y luego, antes de regresar a nuestro salón el director leyó la carta.