El monarca alias el tío bueno de Disney.
Cuando entré a Silvery Sigh en realidad, no sabía lo que me iba a encontrar, así que sólo dejé que me guiaran a dónde quiera que me estuviesen llevando y mientras, mis ojos curioseaban todo.
Todo me sorprendió.
Lo primero que noté era que había menos luz que en el bosque que acabábamos de pasar, era más neblinoso y siniestro.
Aquí no tienen que preocuparse por la crema solar- recuerdo que pensé.
Las casas eran de diferentes estilos y patrones y ninguna parecía tener similitud alguna con la de al lado. Tan pronto te encontrabas con una casita modesta de piedra, una chimenea con humo y niños corriendo a velocidad sobre humana alrededor de un árbol; como te encontrabas con una casa hecha de mármol y cristal con grandes ventanales y un gran jardín.
Era de locos. De lo poco que mi mente recordaba, las casas solían ser más o menos iguales, simétricas y proporcionadas, no todo lo contrario.
La gente también era extraña. No se detenían a mirar que una bella chica de cabellos pelirrojos como el fuego, tez rosada y ropas harapientas, o sea yo, estuviera siendo escoltada por siete a saberse lo que eran.
A lo mejor es normal para ellos.
Pero lo más impresionante fue el magnífico palacio de piedra que se erguía ante nosotros. Todo en él desprendía majestuosidad, antigüedad, respeto y... sobre todo, algo sobrenatural. Parecía que nos dirigíamos allí y no me equivoqué, en pocos minutos me encontraba a las puertas de éste. Era enorme, estaba rodeado por una impresionante verja de oro y un jardín más grande casi que el Amazonas. Tenía cuatro torres y miles de ventanas adornaban la fachada.
El cabrón del dueño tiene que estar forrado.
Por primera vez alguien habló. -Este es el palacio de nuestro monarca.
—Joder con el monarca, ¡qué hijo de su madre! —le respondo instintivamente a la chica morena de antes. Ésta hace una mueca de fastidio.
—Espero que te comportes mejor cuando estés ante él. Pareces una mamarracha.
—Espera, ¿voy a verle?- haciendo caso omiso de su comentario ofensivo.
Asiente mientras las puertas de oro del palacio se abren.
—¿Y por casualidad no estará interesado en compartir sus riquezas con una servidora?
El chico de pelo rubio ceniza por los hombros esbozó una sonrisa socarrona.
—En todo caso serás tú la que compartirás algo con él.
¿De qué está hablando?
Quise responder pero todos empezaron a avanzar hacia la enorme puerta de madera del edificio y tuve que apresurarme para no quedarme atrás.
Y... ¡Oh Dios! ¡El interior era incluso mejor que la fachada! Distintas tonalidades de rojo y negro se fusionaban entre sí de tal forma que creaban colores que ni siquiera sabía que existían. El oro y la madera reinaban entre los materiales usados para los muebles y los cuadros de gente que no conocía adornaban las paredes de piedra.
Caminamos por un largo pasillo y un par de veces giramos a la izquierda y, la verdad, no sabía cómo narices no se perdían en aquel laberinto. Por fin llegamos a una puerta de mármol, demasiado pesada, que era más grande y elegante que las demás, esculpida y decorada con siluetas estáticas.
Se abrió sola.
Y esa habitación era una fantasía. ¿Sabéis la sala del trono de cualquier castillo de Disney? Pues ponerle un filtro de colores rojos y negros, unos grandes ventanales y un buenorro en el trono.
En realidad los tíos buenos también están en Disney.
Todos se arrodillaron ante él, menos los dos guardias, que se quedaron en la puerta, con su uniforme rojo burdeos y sin armas; y yo, claro.
—Ay va la hostia. —suelté sin querer. De repente noté todas las miradas en mi y los ojos oscuros de la morena con fastidio.
De repente sentí una fuerza que me obligaba a arrodillarme, forzándome con una potencia increíble. Lo hice y agaché la cabeza.
Tal vez debería dejar de pensar en alto.
— Lo sentimos señor, ha despertado hoy en medio del bosque. — la aterciopelada voz de la chica morena de pelo corto habló sin ningún atisbo de temor, pero con respeto.
Sentí la presencia de alguien, de pronto más cerca, por lo que levanté la cabeza y comprobé, con asombro que el monarca ahora se encontraba delante de nosotros.
—Lo sé, Kara. ¿Está perparada?— me dio un ligero vistazo y algo me obligó a apartar la mirada de sus profundos ojos azules oscuro.
— No recuerda nada y no sabe lo que es, señor.
Sentí de nuevo sus ojos en mí.
—Llevadla con Diana y que ella le enseñe. ¡Y que sea deprisa!
Y eso fue lo que se hizo.
Nota de la Autora:
Holaaa, bueno, he querido subir rápido este capítulo ya que estoy muy emocionada con la historia.Y he de decir que me encanta el carácter de la protagonista aunque no lo conozcamos casi nada todavía. ¿Qué piensas tú?
Gracias por el apoyo y hasta el siguiente capítulo,
XxBlogger_GirlxX
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Nothing
VampireYo era la presa. Él era el cazador. No podía hacer nada. Yo era una convertida. Él un Purasangre. Estaba sometida. ¿Sólo seré eso, una forma de alimentar al Purasangre más antiguo? ¿O algo más?