IV. La Llegada

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"Es hermoso, ¿no lo crees hermano? me entristece saber que un día todo esto se habrá ido, el progreso no es realmente progreso si toma más de lo que puede devolver-" Exclamó el joven humano con cabello castaño y ojos verdes vibrantes mientras colo...

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"Es hermoso, ¿no lo crees hermano? me entristece saber que un día todo esto se habrá ido, el progreso no es realmente progreso si toma más de lo que puede devolver-" Exclamó el joven humano con cabello castaño y ojos verdes vibrantes mientras colocaba ambas manos en sus caderas y observaba la amplia vista de la naturaleza salvaje frente a sus ojos, detrás de ellos, más en la ciudad, los carruajes rodaban por las calles, damas y caballeros pasando por los boticarios y en las tiendas de ropa. "Sí, lo es, hermanito, así es la vida...pero créeme, he visto mejores, como, tal vez, una señorita Katherine Pierce..." La voz masculina mayor le susurró al oído con cierta picardía impropia que el menor trató de ignorar así como el candor ardiente de sus mejillas y oídos, la risa estrepitosa a expensas de su vergüenza a sus espaldas una que no olvidaría en un buen momento, ya que perseguiría su existencia durante los próximos años como una pesada nube negra que gotea entre cada grieta de su alma. "Vamos hermanito, es broma, no te avergüences tanto, eso es para las damas" El hermano mayor de cabello oscuro y ahora ex soldado se rió abierta mente mientras golpeaba su espalda antes de arrastrarlo en un abrazo.

 "Vamos hermanito, es broma, no te avergüences tanto, eso es para las damas" El hermano mayor de cabello oscuro y ahora ex soldado se rió abierta mente mientras golpeaba su espalda antes de arrastrarlo en un abrazo

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"Honestamente, no sé cómo lo hacen..." Escupió, visiblemente confundido ante la perspectiva de aventurarse más lejos, no entendía cómo había personas que hacían esas cosas por diversión, él nunca había tenido que esquivar a tantos depredadores que no eran las mismas ardillas esponjosas ó mapaches no amenazantes que había estado acostumbrado a cazar en el bosque en un solo día en Mystic Falls. Un oso grizzly le había dado la hora del día después de pasar corriendo por su posible hogar despertando al irritado animal de su hibernación temprana, ahora entendía perfectamente por qué nadie nunca subía a los árboles en las películas y se hacían los muertos. ¿Quién podría asegurar qué un animal tan grande y pesado podría escalar fácilmente un pino? el podía ahora asegurar ser testigo de tal asaña tras esquivar por los pelos garras de varios centímetros lejos de su rostro. Un par de alces cautelosos lo habían cebado desde una distancia segura el tiempo suficiente para desviarlo de su curso durante al menos media hora. Estaba empezando a perder la esperanza de ver signos coherentes de vida humana. Después de media hora y unos cuarenta minutos añadidos, que parecían haberse extendido más de lo habitual debido a las ya fuertes ventiscas invernales, corriendo por los caminos nevados, el moreno se detuvo ante una peculiar imagen entre la visión nublada de sus ojos verdes, una hermosa casa de madera y vidrio yacía en la ladera de una montaña rodeada por los lados con exuberantes pinos maduros y la vista del vasto lago congelado en la distancia que corría como una arteria principal directamente en el medio de las montañas.

𝐀𝐋𝐀𝐒𝐊𝐀| 𝐒𝐓𝐄𝐅𝐀𝐍 𝐒𝐀𝐋𝐕𝐀𝐓𝐎𝐑𝐄 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora