Como el loto

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—Pensé que era un infierno o un desierto —dice con la voz baja y temblorosa, aferrándose con todas sus fuerzas a los tallos corrugados entre sus dedos y apenas se atreve a alzar la mirada—, en realidad es solo un jardín, uno común y corriente, pero que se convierte en un paraíso de flores gracias a ti, Kun ge.

Cuando sus ojos se cruzan con los del mayor, este le dedica una mirada distante y brillante, con pequeñas venas rojas oscureciéndola. Kun no lo ve y tampoco lo escucha, está completamente seguro de eso cuando siente sus dedos fríos acariciarle la mejilla. O tal vez sí lo hace, pero no le importa el significado de sus palabras.

SiCheng ha visto muchas facetas de Qian Kun y está seguro de que nunca conseguirá conocerlo al cien por ciento, pero esa mirada desesperanzada, su rostro cansado y la falta de emoción que expresa no es una mueca que esperó ver alguna vez en él.

Al hablar, la voz de Kun suena como si su garganta estuviera en carne viva después de habérsela desgarrado a gritos.

—Estoy tan cansado.

No hay miradas cálidas, no hay palabras suaves, ni hay caricias reconfortantes y mucho menos besos apasionados, solo frialdad y abandono cuando lo ve caminar con movimientos desacompasados por el pasillo que lo lleva a su habitación.

SiCheng siente las miradas curiosas de sus compañeros cuando sus pies se vuelven de concreto y no se mueven, pero es Lucas quien lo salva del colapso y lo arrastra jalándolo de la oreja hacia la cocina.

—¿Qué mierda, XuXi?

—¿Es en serio?, ¿lo acabas de hacer?

El menor lo mira con enojo y SiCheng quiere comprender a qué se debe su ira, repite en su cabeza las palabras que Lucas le gruñó antes de irse y la conclusión a la que llegó por sí mismo en los últimos días, según él todo está correcto y lo único que faltaba era Kun para poder decirle sus sentimientos.

—Bueno, me dijiste que debía tomar una decisión y–

—¿Qué ocurre? —pregunta alguien desde la puerta de la cocina y SiCheng se encuentra con la mirada preocupada de Lee TaeYong, que espera una respuesta en compañía de Chittaphon y TaeIl.

Lucas se rasca la cabeza, incómodo y SiCheng se soba la oreja adolorida, ¿qué estaba pensando el menor?

—Xuxi está teniendo un ataque psicótico —responde en coreano con un suspiro derrotado y busca respuestas en la mirada del menor, que parece comunicarse de forma telepática con Ten.

—Creo que deberíamos sentarnos —comenta el tailandés y los coreanos se ven obligados a sentarse.

SiCheng pone más atención a los ruidos de fondo en lugar de a las personas que lo acompañan en la cocina y silencio es todo lo que escucha. Sabe que es por Kun, que para nadie pasó por alto el estado demacrado en que se encontraba y mucho menos el ridículo que él mismo acababa de hacer. En realidad no es una cosa de Kun solamente, todos ellos son tan cercanos que se contagian sus estados de ánimo, si alguien está demasiado feliz todos pueden percibirlo y lo mismo ocurre cuando alguien está demasiado triste y la miseria de Kun en ese momento era casi palpable.

Se pregunta si es demasiado tarde, si perdió demasiado tiempo y ya no puede revivir lo que se aseguró de matar antes de que Kun viajara a China.

—Kun ge discutió con su madre antes de venir —dice Lucas rascándose la cabeza y Ten muestra en su semblante lo desagradable que debió ser la situación. SiCheng no puede imaginar al mayor discutiendo con su madre, o con cualquier persona—. Ella le dijo que no vuelva más a casa, que se olvide de ellos.

Los coreanos y SiCheng, a coro, jadean cuando lo escuchan, sorprendidos en igual magnitud. Buscan explicaciones en el menor, pero justo cuando este está a punto de hablar nuevamente, dos miradas curiosas se asoman en el marco de la puerta.

El paraíso de las flores [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora