Qian Kun

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En su cabeza aún resuenan los gritos y detrás de sus párpados aún brillan las luces incandescentes del escenario, su corazón aún late emocionado y siente que todos sus esfuerzos valen la pena. Fue su última presentación en Corea del sur y, por primera vez, el pensamiento no lo desanima.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Yuta con una sonrisa y SiCheng se encuentra respondiéndola con naturalidad, como antes de que toda la confusión de sentimientos lo atacara.

Se encuentran en la habitación del japonés, que se siente extrañamente solitaria. El resto de sus compañeros se encuentra en la sala, esperando a celebrar su último show y a despedirse para emprender los nuevos caminos que todos deben seguir. Antes de marcharse a China, SiCheng quiere tener una conversación con su amigo y compartir con él los frutos que han crecido en el jardín de su pecho.

—No pensé que me sentiría así de emocionado ante la idea de irme —confiesa avergonzado y ve aliviado que la sonrisa del japonés no tiembla—, es decir, estaba feliz con el debut de WayV, pero también estaba enfadado por sentirme dejado de lado.

—Creo que es normal, después de todo llevamos años juntos y, de repente, quieren sacarte.

—Yo lo veía de esa manera, ¿sabes? Como que realmente me estaban excluyendo—. Niega con la cabeza y su sonrisa vuelve a cubrirse de vergüenza—. Perdí un poco el sentido de pertenencia.

—¿Y ahora lo recuperaste?

Asiente con fervor y Yuta lo imita, alegre. Ha pasado tanto tiempo, le parece, desde que se comportaron como dos simples compañeros de trabajo, como simples amigos sin la carga emocional de sentirse atraído por el otro y no encuentra las palabras para agradecerle a Yuta la paciencia que ha tenido con él y la maraña de sentimientos que apenas él mismo podía comprender. El japonés es un buen amigo, después de todo.

—Gracias por ayudarme —dice pasados unos segundos y cree que es lo mejor que puede hacer, aunque el mayor lo mira con las cejas enarcadas—. Realmente eres un gran amigo.

—No hice mucho, a decir verdad, pero de nada, creo.

—Me ayudaste a encontrar el camino correcto.

De forma ceremonial, el japonés se apoya en sus rodillas y estira las manos para tomar con suavidad las de SiCheng, que encuentra entre sus dedos el calor que el invierno le estaba robando a su cuerpo.

—Somos amigos —dice mirándolo directamente a los ojos— y lo seguiremos siendo pase lo que pase.

—¿De qué hablas? —pregunta ladeando la cabeza, la palabras del mayor suenan a que tienen más significado que el evidente, pero SiCheng no comprende a qué se refiere.

—De que puedes contar conmigo siempre, ¿está bien?

SiCheng presiona sus manos contra las de Yuta y asiente, sintiéndose repentinamente conmovido por aquellas palabras y el agradecimiento de antes ya no abarca del todo lo que quiere expresar. Durante unos segundos solo son dos compañeros compartiendo pensamientos, al siguiente son buenos amigos uniendo sus corazones.

—Gracias—. Y eso es suficiente para que tomen el valor y salgan de la habitación para unirse al resto del grupo.

Despreocupadamente y envalentonado por el apoyo fraterno de Yuta, SiCheng se sienta junto a Kun, que brilla apenas iluminado por las luces del interior que se reflejan en su precioso cabello rubio; las miradas se fijan en ellos cuando le tiende su última amapola de papiroflexia. En sus manos luce alegremente los parches que cubren y protegen los cortes hechos con el papel a causa de su pericia y la ausencia de RenJun; no le importa que entre todas esas miradas alegres se cuelen juicios y dudas, ni siquiera que Kun se remueva a su lado, demasiado consciente de todo lo que sus interacciones provocan.

El paraíso de las flores [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora