Una pregunta

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No me respondió. Sacó un teléfono del bolcillo de unas Bermudas azul marino que traía puestas.

—Un momento, ¿esas son mis Bermudas?

—Y tu teléfono. —me acercó ese teléfono (mi teléfono). Lo tomé y se dio medía vuelta rumbo al cuarto. En ese momento sólo me importó algo.

—Por favor dime que traes un bóxer debajo o underpants.

—boa noite, my friend —se despidió moviendo su mano de lado a lado para al final cerrar la puerta. Resople.

—Y eso fue un "no". —sonreí. Lo conocía de hace tiempo, realmente no me importaba, pero por alguna razón le encantaba molestarme con eso. Miré mi teléfono—《¿en serio voy a hacer esto?》—me pregunté a mí mismo—... ¿pues ya qué? —lo desbloqueé, fui a contactos, busqué en la M y llegué al contacto que buscaba "Mickey Mouse".

Luego una idea invadió mi cabeza antes de picarle a "llamar".—《¿Y si ese sueño era para ver cómo están?, ¿y si les pasó algo?》 —realmente no creía en que les pasara algo, pero ese sueño me afecto.

No pasaron ni 5 segundos para cuando mi pantalla cambió a una llamada entrante "Chiro ò《^》ó".

—¿Chiro? —entonces pensé—《De entre todos mis familiares me habla Chiro... esto es peor de lo que pensé》 —le contesté.—¿Bueno?

—¡Francisco! —me gritó en el mero oído. Me dolió como si me golpeara en el dedo chiquito del pié. Me quejé por el dolor.

—¡Ay!, Isidro, no me grites, y menos al teléfono cuando lo tengo en el oído. —lo puse a altavoz y dejé el teléfono en la barra que usamos de comedor. Mala idea.

—Francisco, ¿se puede saber por qué no me contestas las llamadas?, ¡te llamé 5 veces! —al escuchar lo último me dio un mini infarto. Una llamada de Chiro era preocupante, 3 daba miedo, 5 "te vas a morir". Tragué saliva.

—¿¿5 veces?? —no quería creerlo. Fui al menú principal, a teléfono y a recientes. Había 5 llamadas perdidas de él. Ahí fue cuando recordé que lo había puesto en silencio cuando estaba en el estudio.—Ay Dios... —sentía que se me iba a subir la presión. Recargué mis brazos sobre la barra, enfrente del telefono, para no caerme.—No sabes cuanto lo siento, Chiro. Yo... —me interrumpió.

—Ahorratelo, Francisco. Te llamé porque tengo que hablar contigo... Hablar en serio. —las plumas se me erizaron, pasé mi mano por mi cuello, estaba sudando en frío. Resople, sentía tanta tensión que empecé a sentir una molestia en mi espalda.

—... ¿Tan malo es? —pregunté preocupado. Sinceramente no quería un "sí" como respuesta.

—... Sí. —pero lo tuve. Había algo extraño en su voz, no tenía su tono autoritario o sarcástico característico de él. Sonaba sincero, como si algo le estuviera ablandando y estrujando eso que llama corazón.

Vi la severedad del asunto, sabía qué hacer. La habitación se llenó con un silencio desolador. Respire hondo, me paré derecho y apoyé mis manos sobre la barra.

—... ¿Qué es lo que pasa, Gaelo? —mi voz tomó un tono tenso. Se trataba de su tercer nombre, eran contadas las ocaciones en que le decía "Gaelo" a mi hermano, sólo en ocaciones de gran seriedad le llamaba así. Se quedó mudo por un momento.

—... Se trata de papá... —se escuchaba decaído, triste, por primera vez en mucho tiempo; mi hermano suele esconder sus emociones por su trabajo, se las guarda para él. Esto significaba que se trataba de algo grave, algo muy malo. Me extrañó viniendo de él, pero más que cualquier otra cosa, me preocupé, sentí una presión en el pecho que no me dejaba respirar. Él estaba hablando de mi padre con tristeza, algo horrible le estaba pasado.—... Él está... —se calló un momento. Sentí que me consumía en desesperación y mi mente empezó a sacar conclusiones precipitadas.

—《No lo digas, Gaelo, te lo suplico, no digas lo que estoy pensando. Por lo que más quieras, Chiro, que no le haya pasado lo mismo que a mamá.》 —le rogaba en mis pensamientos, desesperado como si el cielo se fuera a caer encima de nosotros. Tenía miedo, pero era más mi preocupación por la vida de mi padre.

—... Está enfermo. —respiré aliviado. No era lo que había pensado—Es grave. —pero podía serlo. Respiré profundo por varias veces tratando de calmarme, sentía dolor, sentía miedo, sentía pánico, y eso me molestaba, me molestaba el hecho de no poder hacer nada para ayudarlo, para salvarlo. Mi hermano esperaba en el teléfono a que dijera algo.

—¿Qué tan grave? —pregunté con dolor, enojo e impotencia en mi voz, aún manteniendo la compostura.

—... No tanto... —me mentía; había duda en su voz.

—No me mientas, Gaelo. Dime la verdad. —le exigí como si lo amenazara. Era tanta la rabia y el dolor que traía que no medía mi tono de voz. Estaba frustrado.

—... Le queda menos de un mes. —sus palabras eran tristes y desconsoladas; decía la verdad. Di un respiro largo y profundo, agarré lo primero que vi; un vaso de cristal, y lo tiré a la pared. Me hervía la sangre de rabia, no pensaba claramente y fui impulsivo.

—¡¿Por qué no me dijiste?!, ¡¿hace cuánto lo sabes?! —le grité, estaba fúrico.

—Francisco, calmate. Apenas me enteré ayer. —lo asusté, en su voz me di cuenta, sabía que él no estaba bien, entonces entendí que él estaba tan devastado como yo, no tenía sentido enojarme con él, o conmigo, o con el mundo, esto era lo que pasaba, y no podía hacer nada. Tomé una bocanada de aire y solté un sollozo.

—Yo... lo siento, hermanito, no quería asustarte, es que... esto me duele demasiado. Por favor, dime que podemos hacer algo por él. ¿podemos conseguirle más tiempo?, ¿necesita un órgano?, yo se lo doy. —tenía la leve esperanza de salvarlo, o por lo menos de darle más tiempo.

—Hermano, no es tan fácil... Además... No podemos hacer nada. —en su voz podía ver que sus esperanzas estaban perdidas. Conociéndo a mi hermano ya había revisado cada posibilidad de salvarlo, sin éxito alguno. Sus palabras me dolían, me quemaban en lo profundo de mi pecho.

—No, hermanito, no me digas eso, por favor. Debe haber algo que podemos hacer. —me negaba a perder esa última esperanza. No quería perder a mi padre también, me aterrorizaba la idea de ya no verlo nunca más a mi lado.

—... Pasar tiempo con él... es todo lo que podemos hacer.

De un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora