Papa Don't Preach

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Arturia se encontraba temblorosa al ver la prueba de embarazo en sus manos, la cual indicaba positivo. Sus lágrimas comenzaron a acumularse en las esquinas de sus ojos, con un revoltijo de emociones en su pecho. Por un lado estaba increíblemente feliz, pues tendría un bebé con Bedivere, pero por otro lado, estaba su padre, el único familiar que tenía con vida y el que cuidaba de ella. Uther era un hombre muy tradicionalista y era muy seguro que se molestaría al saber que su hija, aún menor de edad, estaba embarazada de un tipo mayor que ella por unos cuantos años. No sabía qué era lo que debía hacer y le preocupaba profundamente lo que su padre fuera a hacer.

La chica botó la prueba y se dirigió rápidamente al hogar de su novio. Él debía ser el primero en enterarse de todo; al fin y al cabo, era quien la había dejado en ese estado. Bedivere era el que menos preocupación le daba, pues sabía que él la amaba profundamente. Una vez llegando a la casa del joven, Arturia rápidamente tocó la puerta de su hogar y siendo recibida por su novio con una dulce sonrisa sobre sus labios.

— Bedivere, hay algo importante que debo hablar contigo. — Dijo la joven muchacha con seriedad lo que hizo que la sonrisa se borraba de los labios del hombre.

— ¿Sucedió algo malo, Arturia?

— N-No es necesariamente malo. Depende de cómo lo quieras ver.— Dijo la rubia con nerviosismo.

— ¿De qué se trata? — Dijo un poco más aliviado, por un momento pensó que sería grave.

— Bedivere... Estoy embarazada.

El hombre quedó en silencio unos minutos mientras miraba a su novia con notoria sorpresa en su rostro, pero al reaccionar corrió hacia ella, cargándola y dándole vueltas en el aire con una gran sonrisa. La abrazó con fuerza mientras unas lágrimas se asomaban por las esquinas de sus ojos.

— Un hijo, vas a tener un hijo mío.— Murmuró el rubio platino con gran alegría. — Arturia, cásate conmigo. — Pidió separándose un poco de ella y mirándola a los ojos.

Los orbes verdes de Arturia se cubrieron de lágrimas ante la propuesta de Bedivere. Aceptando al asentir frenéticamente y abrazando a su pareja una vez más con fuerza.

Cuando se conocieron, no pensaban que iban a llegar hasta entonces. Para entonces, Arturia tenía tan sólo tenía 15 años y Bedivere ya estaba por cumplir sus 19, se vieron en el parque, cuando ella estaba reunida con sus amigas en el parque y él iba pasando. Eso fue solamente dos años atrás y estaban completamente enamorados el uno del otro.

— Tengo miedo de decirle a mi padre.— Confesó Arturia — Él me dijo que no debería salir contigo al ser mayor que yo, pero no hice caso. Tengo miedo.

— No debes, Arturia. Pase lo que pase yo estaré contigo, voy a cuidar de ti y de nuestro bebé.— Prometió Bedivere mientras acariciaba el rostro de su novia. — Te amo y no voy a dejarte sola.

— Yo también te amo, Bedivere.

— Vamos a una cita esta noche. Tal vez eso te ayude a despejarte y divertirte un poco.

— Está bien.

Esa misma noche, Bedivere llevó a Arturia a un paseo en barco. Había una orquesta tocando hermosas piezas y varias parejas disfrutando del viaje bajo la luz de la luna. Ambos se sentaron en una banca vacía del montón, mientras comían algunas gomitas que Arturia había traído dado a sus antojos. En otra banca, una pareja de ancianos miraba a ambos jóvenes con una enternecida sonrisa, recordando sus juventudes, estando así de enamorados. Arturia notó esto y sonrió a la pareja, luego volteó hacia Bedivere y ambos rieron con complicidad.

— Ven, Arturia. Bailemos. — Dijo Bedivere levantándose y tomando la mano de la rubia para llevarla a bailar junto con otras parejas.

Un vals lento tocado por la orquesta, a lo que Arturia sonrió mientras se acurrucaba en el pecho de su prometido, sonriendo a más no poder, tanto que llegarían a dolerle las mejillas.

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Arturia estaba caminando por las calles de su pueblo. Era una tarde de otoño algo fría. Ya habían pasado un par de semanas desde que se había enterado de su embarazo y no se atrevía a decirle a su padre aún. Pese a que Bedivere estaba allí apoyándola, realmente no sabía que hacer, no sabía cómo poder enfrentar esa situación como madre. Su padre siempre le había enseñado valores, cosas como el bien y el mal, y ahora necesitaba que le enseñara cómo poder hacerse cargo de un hijo.

Su padre debía entender que ella ya no era una bebé, pero eso también significaba que podría echarla de la casa por ser tan irresponsable. Ella no podía evitarlo, amaba tanto a Bedivere. Si tan sólo su padre viera lo bien que Bedivere la trataba, tal vez le daría sus bendiciones. Decidida, Arturia fue a su casa.

Uther estaba en la sala de estar mientras leía el periódico, con una taza de café en la mesa del centro. Escuchó a su hija llegar, aunque siguió con lo suyo, creyendo que ella iría a su habitación, pero no fue así. Arturia tocó una de las manos de su padre para captar su atención.

— Papá, necesito hablar contigo de algo importante. — Dijo Arturia sentándose a su lado en el sofá. Uther dejó el periódico de lado para escuchar a su unigénita. — Papá, por favor, no me sermonees por lo que te voy a decir. Yo sé que para ti siempre seré tu pequeña, pero debes entender que ya no soy una niña, tal vez soy joven aún, pero esto fue algo inesperado y no sé que debo hacer. Confío nada más en ti, ya que mis amigas me dicen que debería dejarlo de lado y disfrutar de mi vida.

— Ve al punto, Arturia.

— Papá... Estoy embarazada. Voy a tener un hijo con Bedivere. Yo sé que me dijiste que no debería salir con él al ser mayor que yo, pero si tan sólo vieras lo bueno que es conmigo, seguro...

Sus palabras se vieron interrumpidas por la mirada severa de su padre, quien no dijo nada y se levantó del sofá, dejando a la rubia sola en la sala de estar. Arturia se quedó sentada en el sofá, viendo como su padre se iba a su habitación.

El mayor se los Pendragon pensaba y pensaba, mientras Arturia con miedo se asomaba por la puerta para ver como se encontraba su padre. Uther estaba notoriamente frustrado, por lo cual la chica solamente se alejó y se fue a su habitación, queriendo llorar, sin saber que era lo que pasaba por la cabeza de su progenitor.

— Tranquilo, bebé, aún no sabemos que dirá mi padre. — Susurró Arturia tocando su vientre.

Una hora después, Arturia se encontraba a la expectativa de lo que haría su padre. Sentada en su cama miraba la ventana, hasta que escuchó pasos acercarse, estaba segura que era su padre. Los ojos verdes de la chica se dirigieron a la figura imponente de Uther, quien la miraba seriamente.

Uther ofreció la mano a Arturia, quien temerosa la tomó y, una vez ella de pie, Uther la abrazó con fuerza. La chica correspondió con la misma fuerza el abrazo de su padre, comenzado a sollozar.

— Todo está bien, Arturia. Papi está aquí para apoyarte. — Dijo Uther acariciando las hebras rubias de su hija. — Sea lo que sea que necesites aprender, aquí estaré. Debo confesar que estaba molesto, peor eres mi hija y no te voy a abandonar por esto.

— Gracias, papá. Gracias. — Dijo la muchacha mientras se aferraba a las ropas de su padre.

— ¿Qué fue lo que te dijo ese muchacho sobre tu embarazo?— Preguntó el mayor tomándola por los hombros.

— Él está muy contento, incluso quiere casarse conmigo. — Respondió ella secándose las lágrimas.

— Tendré que conocer a ese muchacho para poder darles mi bendición.

Arturia sonrió alegremente ante lo dicho por su padre.

El rey y su más fiel caballero [Bedivere x Arturia One-Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora