Capítulo 2: Zelda

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Ganondorf llegó al castillo de Hyrule, seguido de dos de sus más fieles guardias Yiga. Había sido llamado junto a los jefes de las distintas razas y provincias del reino, por una grave emergencia. Estaban en un salón el gran jefe de los Goron, un enorme ser de brazos anchos, melena blanca, con una cicatriz en el ojo dándole un aspecto rudo. Al lado de su enorme silla, un mazo de guerra abismalmente grande, del cual parecía poder mutilarte de un solo golpe. Frente a él, un Zora, una raza anfibia amante de la humedad. Su piel era azul oscuro como el océano, tenía una mirada sería y arrogante, que causaba más desagrado por los adornos y joyas de sus ropajes. Posiblemente tratándose del joven príncipe de esa raza. Ganondorf saludó con un gesto de la mano al Zora quien no le dio mucha importancia. Por el contrario fue a estrechar fuertemente sus manos con el jefe de los Goron, que al pararse reveló su gran estatura de 2 metros y medio. Haciendo ver a Ganondorf con sus 2 metros, como un enano.

—Lord Ganondorf. Ha pasado tiempo viejo amigo. —Dijo el Goron, de voz grave y tosca.

—Lo mismo diría, gran jefe Vigo. Dígame ¿sabe algo de por qué nos llamaron?

—Temo que no. Solo decía que era una emergencia, que habían robado algo importan... —Vigo no terminó de hablar, cuando las puertas se abrieron abruptamente a la entrada del rey de Hyrule. Un hombre viejo y regordete, que lucía sumamente mortificado, angustiado. Cuando todos se arrodillaron, el rápidamente les hizo el gesto para levantarse.

—Les agradezco a todos por venir tan rápido... Un momento ¿Dónde está Liraley, la jefa de la tribu Orni? —Indagó el rey, entonces un soldado dio un paso al frente.

—Majestad, ella declaró que está principalmente ocupada supervisando las cosechas y provisiones para su tribu. Dijo que el invierno que les espera puede ser muy duro, y su tribu es primero.

— ¡Esa vanidosa plumífera! ¡Esta emergencia es más importante que cualquier otra actividad! —Rugió el rey yendo a dar un golpe sobre la mesa, mientras se secaba el sudor con un pañuelo. —Un grupo de ladrones, pequeño y rápido se introdujo dentro de mi palacio, y ha robado el tesoro más grande del reino... ¡han raptado a mi hija, a la princesa Zelda!

— ¡Espere!... ¿la raptaron a plena luz del día? —Interrumpió el príncipe Zora con un gesto extraño en su rostro. — ¡Ja! Esto solo nos vuelve a mostrar la incompetencia de la guardia real.

—Príncipe Tiphoon, le pido tome esto con más seriedad. Quienes se llevaron a mi hija no es un grupo de imbéciles ladrones. No pudimos identificarlos, pero era obvio estaban entrenados y coordinados.

—Para ese nivel de coordinación, solo se me ocurren los Sheika... o los Yiga. —Las arrogantes palabras del Zora iban dirigidas a Ganondorf, con el fin de molestarlo. Pero no lo perturbaron ni un poco, por el contrario, este sonríe ligeramente, hasta con cierto placer.

—Lord Ganondorf ¿Quiere explicarme que le resulta gracioso? ¿O que responde ante la acusación del príncipe? —Ganondorf se pone de pie, erguido, orgulloso, con porte de imponencia y respeto.

—Mi señor... no hay duda de que pueden ser Yiga. Hace 20 años que conquisté a dicho clan y lo puse bajo mi mando, hubo pequeños grupos o facciones de este que huyeron. Pero no se preocupe, de hecho en camino acá pude encontrar la pista de esos ladrones, y sé dónde se ocultan.

— ¡¿En serio?! ¡Revele su ubicación por favor! ¡Prepararé un destacamento de 100 de mis mejores caballeros para... —Ganondorf alza una mano, y sonríe con un gesto orgulloso. Cuando el rey guardó silencio, el señor Gerudo pone ambas manos a la espalda y camina hacia la ventana que da al exterior. En una noche estrellada y brillante.

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2019 ⏰

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La Leyenda de Zelda: El deber entre un Héroe y un Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora