Capítulo 4

211 25 18
                                    

Aquella noche el Mil Calles tenía una atmósfera diferente, un ambiente similar a las noches de verano en las que la gente se sienta en la terraza de los bares con la cerveza en mano mientras escuchan a su grupo favorito

Con tan solo cruzar la puerta supe que aquella noche iba a ser distinta a las demás no sabía el por qué, pero algo se notaba en el ambiente.

Fredi Leis y su "Santiago" sonaba a todo trapo en la sala del personal, aquello solo podía ser cosa de Ivanka, la adorable y rebelde camarera del Mil Calles.

– Dime quien te ha arreglado la nariz – dijo nada más verme – Es para enviarle unas flores, te ha hecho un favor enorme – añadió guiñándome un ojo.

– Ja, ja, ja, muy graciosa – dije pasando por su lado mientras me sacaba la camiseta – No sé para qué preguntas, total, ya sabes la respuesta -

Y claro que la sabía, Iván no sabía guardar secretos cuando estaba con su querida Ivanka. Entre los dos se traían un rollo muy raro, no eran novios, pero tampoco amigos, eran una cosa rara, pasaban del amor más absoluto al odio más cruel en apenas minutos

- Oye, oye, no hace falta que te despelotes en mis narices -

– Ay Ivi, este sí que es un cuerpo y no el cuerpo espárrago que se gasta Iván – me reía al ver la cara que puso – Anda, no seas idiota, sabes perfectamente que no eres de mi estilo -

– Ya, lo sé – me miró aguantándose la risa – A ti te gustan las mujeres así muy...- se puso a hacer aspavientos con las manos – Muy suyas, norteñas y con carácter, parecidas a ti -

Puse los ojos en blanco, sabía por dónde iban sus tiros, la conocía demasiado bien y ella me conocía demasiado bien también.

– Lo que tu digas – comenté colocándome bien la camiseta del uniforme – Esta noche me toca estar en la barra, será mejor que vaya a ordenar el desastre que dejaste ayer -

– ¿Desastre? ¿yo? - preguntó incrédula – Fue a hablar el que cuelga sus calzoncillos de los respaldos de las sillas del salón de su casa -

– Que te den – grité saliendo por la puerta.

– Tengo las botellas de ron contadas – me gritó antes de que cerrara la puerta.

Que obsesión tenía la gente con decirme que las botellas de ron estaban contadas, tenía una fama que no merecía ¡como si a ellos no les gustase beber a escondidas!

Me coloqué detrás de la barra y empecé a sacar botellas, mi labor era controlar que las botellas estuvieran llenas y en buenas condiciones, lo último que quería era soportar las quejas de la gente.

- ¿Te has enterado? El jefe quiere vernos cuando echemos el cierre – dijo Roi que pasaba por allí cargando con un altavoz- Creo que nos quiere dar un aumento –

- O echarnos a la puta calle – murmuré entre risas mientras secaba copas.

- Te echará a ti, que te tiraste a su hija y al día siguiente ya estabas con otra –

- Fue ella la que se comió los morros con otro delante de mi cara – me defendí molesto – Además, no era nada serio –

- Cierto, tú no tienes nada serio desde hace... ummm ¿5- 6 años? – Roi me miró con una sonrisita

- Nunca he tenido nada serio – le miré – Y no empieces que te conozco –

- Tranquila fiera, yo solo te recuerdo que "donde hubo fuego quedan cenizas" –

Mil CallesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora