XVI
La celda fría y oscura, cargada de humedad y con olor a heces la asfixiaba, encerrada y esperando un destino horrible, la colgarían en la horca seguramente mas eso no le importaba, su sino le traía sin cuidado mientras se encontraba de los nervios pensando en su familia, no tenía noticias de Inés y si el loco de Cima había cumplido su promesa... no podía pensarlo, no quería imaginarlo, Inés no podía estar muerta, no podía.
Sentada en un rincón, comida por la preocupación y la necesidad de conocer el paradero de Inés, de saberla sana y salva, de pronto se enderezó al escuchar unos pasos que se dirigían hacia ella mientras un rayo de esperanza apareció en su mirada, quizás Inés la había encontrado.
La desilusión bajó por su cuerpo como un jarro de agua fría cuando ante ella se presentó la última persona que quería ver en ese instante, Ernesto Arrimadas, al otro lado de la reja, la miraba desafiante, con una sonrisa despreciable en sus labios.
Ernesto la quería muerta, lo sabía, pero Inés seguía siendo su hija, tenía que protegerla, cuidarla, su mujer no tenía porque seguir sus pasos a la muerte.
-Vaya, quería eliminarte pero nunca pensé que me lo pondrías tan fácil... Una mujer haciéndose pasar por un noble, nada puede salvarte ahora.
-Está bien, me tienes a mí, me has vencido y has acabado conmigo como querías pero Inés, ella no forma parte de esto, Cima va hacia mi casa, va a matarla, debes impedirlo.
Ernesto dejó escapar una carcajada que le heló la sangre en las venas antes de escupir sus palabras con desprecio.
-¿Inés? Se la ha considerado traidora por no denunciarte de inmediato, impura por haber yacido con una mujer y su sentencia fue la muerte, despierta, Inés ya no existe, ardió junto a todas tus posesiones, igual que ese bastardo que intentaste hacer pasar por tu hijo, ya no existen y cuando tú dejes de existir todos tus bienes serán míos en pago por la pérdida de mi única hija por culpa de tus intrigas.
La poca cordura que le quedaba se esfumó en el momento en el que Ernesto le escupió a la cara la noticia de que su amada Inés ya no vivía, su hijo tampoco, los habían asesinado... Sus ojos se encendieron de ira y arremetió contra las rejas ganándose una nueva carcajada de aquel hombre que le había arrebatado todo cuanto amaba.
-Inténtalo, vamos, tira los barrotes... Estás perdida, nadie puede salvarte... Pero no te preocupes, pronto te reunirás con tu amada Inés.
-Escucha mis palabras Ernesto Arrimadas, te juro que antes de morir te llevaré conmigo a la tumba.
***
El joven pirata paseaba silbando por las calles del pueblo, buscando la taberna. Sin duda ahí encontraría noticias del conde ya que Irene parecía haberse esfumado y no la encontraba por ninguna parte.
Salir del barco en una misión de reconocimiento le pareció un regalo del cielo pues no soportaba más el caminar de Inés, completamente desquiciada sin noticias de su amada, las lágrimas en sus ojos y su rostro congelado en una mueca de horror tras haber visto la destrucción de su hogar...
No sabía exactamente qué había sucedido y porqué esos locos habían quemado la gran mansión y pensaba averiguarlo. Mentalmente le daba las gracias a Dios por haberle permitido estar en el momento adecuado y en el lugar adecuado, de no ser así Maria habría muerto... Solo de pensarlo se estremecía por completo y se abofeteaba mentalmente para resignarse y admitirse que estaba perdidamente enamorado de la doncella.
Perdido en sus pensamientos, entró en la taberna encendiendo su pipa y se apartó pidiendo un vaso de ron, desde su rincón podía observar y escuchar sin que nadie reparase en él, pensaba quedarse hasta saber qué había pasado exactamente.
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Revenge
FanfictionAmbientado en el siglo XVI, una venganza que ansía, un secreto que guarda y un amor que no pudo evitar. Irene Montero vuelve a su hogar, tras veinte años en Inglaterra con un único propósito, terminar con la vida de Inés Arrimadas y vengar así a sus...