XVIII
Una suave brisa removía de forme tenue su capa oscura, sus manos enfundadas en guantes sujetaban ese bastón señorial con el que siempre aparecía en público, en las fiestas que ofrecía o en las que era invitado de honor, se aferraba a él con fuerza mientras apretaba sin apenas darse cuenta la mandíbula, completamente concentrada, sin apartar la mirada de ese muelle, esa embarcación donde su venganza por fin estaría completa.
Nada quedaba en ella de aquel aspecto pordiosero con el que la mostraron en la plaza, sus cabellos nuevamente recogidos como en la última moda francesa. Su traje de terciopelo impecable, negro como la noche con los botones plateados a juego con el mango de su bastón y una corta capa sobre sus hombros, capa mecida por el viento... Sus ojos oscuros, brillantes y fijos en su objetivo y en su rostro media sonrisa de anticipación. Tantos años soñando con ese momento, luchando por vengar una vida de mentira, la muerte de sus seres queridos, terminando con la vida de Ernesto Arrimadas y al final de esa ardua historia su venganza había sido mucho mejor de lo esperado.
Había conseguido pagar a su enemigo con su misma moneda, quitándole todo cuanto poseía, todo cuanto podía amar. El amor de su única hija le pertenecía, sería suyo para siempre al igual que la lealtad de una esposa que se había cansado de los embustes de su marido, de su sed de riqueza infinita, la misma que le había llevado a atentar contra vidas inocentes en tantas ocasiones.
Como llamada por sus más íntimos pensamientos, una mano sujetó la suya, apartándola de su bastón donde segundos antes estuvo aferrada y sus ojos se encontraron con la laguna almendrada que era la mirada de Inés, una mirada fuerte y brillante que dibujó en su rostro la más bella de las sonrisas al evocar los recuerdos de esa plaza donde casi pierde la vida, ejecución magistralmente evitada por su amada esposa, valiente y decidida.
Sin poder contenerse, depositó sobre los carnosos labios de su mujer un casto beso, suave y dulce, sin importarle las miradas indiscretas de aquellos que trabajaban en el puerto.
Su identidad era un secreto clamado entre susurros, todo el mundo en Nueva Inglaterra sabía que el Conde Montero era en realidad una mujer, nacida en su mismo pueblo hacía ya tantos años, una mujer que lo había perdido todo, hasta su nombre, surcando el camino de una venganza que estaba a punto de culminar.
Solo habían pasado dos semanas desde ese fatídico día en el que Irene estuvo a punto de sucumbir a la muerte, dos semanas desde que el pueblo entero se alzó en pos de Inés para salvarle, desde que todo el mundo conocía su secreto a pesar de que el silencio sobre ese hecho era sepulcral. Con el gran señor del pueblo caído en desgracia, el título que Irene ostentaba le daba derecho más que suficiente para ocupar ese cargo vacante y todo el mundo en el lugar sabía que era noble y justa, que con ella de su parte podían prosperar.
Vestía su máscara como había hecho toda su vida, se sentía cómoda enfundada en trajes señoriales confeccionados para los hombres, se sentía bien con la mano de su esposa aferrada a la suya con fuerza mas, con un suspiro, la atrajo entre sus brazos buscando las palabras exactas para dirigirse a ella, no podía olvidar que el hombre condenado a pasar el resto de su vida esclavo era el padre de su amada.
-¿Qué hacéis aquí mi amor? No deberíais ver esto, es vuestro padre.
-No lo es, dejó de serlo cuando ordenó mi muerte y la vuestra, tiene un justo castigo y no quería que estuvierais sola aquí, es el fin de vuestro viaje amor, quiero estar con vos, a vuestro lado.
No pudo evitarlo, la atrajo a sus brazos con fuerza para vislumbrar por el rabillo del ojo como Abigail había acompañado a su hija a presenciar el final del hombre que había manejado sus vidas durante tantos años. Una sonrisa dibujó su rostro mientras sus ojos brillaban emocionados. Su venganza, la familia del hombre que tanto odió a su lado, demostrándole su lealtad mientras a lo lejos, con la mirada derrotada y la ira dibujada en sus gestos, Ernesto Arrimadas era conducido a la bodega del navío junto a los otros esclavos que partirían al viejo mundo.
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Revenge
FanfictionAmbientado en el siglo XVI, una venganza que ansía, un secreto que guarda y un amor que no pudo evitar. Irene Montero vuelve a su hogar, tras veinte años en Inglaterra con un único propósito, terminar con la vida de Inés Arrimadas y vengar así a sus...