мајке

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-¿Dónde esta tu hermano?

Cruzó los brazos, enfadada. No tiene el derecho de enojarse conmigo, llegó recién a las siete, a las siete de la tarde en pleno invierno. Ya es de noche, ¿Donde rayos estaba ella metida?

-No sé, creo que metido en su pieza.

- ¿¡Cómo que no se!? No me respondas así, ¿Seguro que esta en su pieza?- Arrugó un poco mas la cara, claramente enojada. Se le notaba cansada, aunque siempre llegaba así a la casa, porque según ella, su trabajo era mas que pesado. Despegue la vista del celular para mirarla mejor. Tenia el uniforme militar aun puesto. Dejo caer una bolsa grande sobre la mesa (de tela, porque la Corporación promueve el "ecologismo", aunque se la pasa conquistando planetas para hacer de las suyas) y empezó a sacar las cosas.

- Traje pan, café, mermelada y queso.

- ¿Tan pobre?- bromeé.

- Tsk- chasqueó la lengua, pero vi una pequeña sonrisa- tu sabes que no me pagan taaan bien.

- ¿Y si no te pagan bien por qué no renuncias?

-Porque no puedo, Branko.

Ah, ahí estaba la botella de Rakja, la infaltable en esta casa desde que el alcohol fue creado en los Balcanes. Hasta en el conflicto de los 90 estaba la botella en la mesa, mas imprescindible que el pan negro con leche. Hablar de esos momentos aún me hacen tiritar. Momentos como los fue los cuarenta. Una persona que jamás había visto en la vida me tomó y arrastró hacia la "salvedad". Un cuarto oscuro, con solo una cama y con las ventanas cerradas por tablones de madera. Primero fue Chernova, luego me llevo America. Por el lado bueno, conocí a Yuri.

Es una de las personas que más aprecio, sinceramente. Daría la vida por mí. Es parecida a Senka en ciertos aspectos: algo tosca, independiente y con un rifle de asalto en la mano. Aunque Yuri –de verdadero nombre Ragnhildur, pero ni modo voy a pronunciar eso- es más... sobrenatural. Tiene unos celestes fríos que te clavan en el alma y te hacen apartar la mirada. No conozco a nadie que pueda durar más de tres segundos mirándola fijamente. Aun así, me sentía más a gusto con ella, que parecía hablarle a los fantasmas en ocasiones espontáneas que con Ame. No sé, algo de ella me generaba desconfianza (ahora que la conozco mejor entiendo el porqué, la tipa trabajaba para el MIT). Ella si era como una hermana para mí, y mientras la serbia no podía estar conmigo, la de pelo blanco se ocupaba de mí. Fue un tiempo corto, de unos cuantos meses en los que duró el conflicto, resguardados en una cabaña en medio del bosque, al calor de un pequeño fogón, contándonos historias del pasado. Luego de eso, desapareció, así que me volví a quedar solo, con Tihomir sujetándome de la mano, por lo que Zoran (el designado hermano mayor) corrió el riesgo de venir de Rumania a cuidarnos.

-Te condenaste tu misma en el momento en el que firmaste ese contrato de trabajo.

-¿Y tú crees que yo sabía lo que se me venía en ese momento?-dijo, estrellando un pan contra la mesa, mirándome con enojo-la jefa es tan inmortal como el resto de los Xian; ¡Que íbamos a saber cuándo iría a terminar el contrato!

-¿¡Y porque rayos me involúcrate a mí en esto, entonces!?- estallé.

Estaba pensando en la vez que me secuestraron unos soldados croatas junto a mas civiles, con el afán de fusilarnos. Al ver que iban en serio tuve miedo. Nunca antes había muerto, ¿Qué se supone que iba a hacer? Tenían las armas pegadas a nuestros pechos y esperando la orden de disparo. Un par de padres estaban con sus hijos, tratando de consolarlos y acallarlos mientras se ponían delante de ellos, pidiendo piedad. Mi vista se fijó especialmente hacia una madre. Tenía el rostro angustiado y se aguantaba las ganas de llorar, mientras sostenía a su hijo, de apenas dos años, susurrándole para calmarlo. Lo abrazaba con todo su cuerpo, evitando así que los codazos de la gente le llegaran a tocar.

Pero yo estaba solo, arrastrado con la multitud. Senka, la primera persona que conocí desde que existo, no estaba conmigo. Siempre atenta a lo que necesitaba, a pesar de ser soldado, con un lado suave que se guardaba solo para mí y para Zoran. Con una espada y un escudo solía mantenernos cerca de ella, y nosotros nos aferrábamos a su falda. Ansiaba estar en los prados salvajes con ellos de nuevo. Después llegó Tihomir, y poco después la Gran Guerra, y todo se fue a la mugre. No nos volvimos a tratar de la misma manera. Algo había cambiado en ella, y yo no podía verla tan a seguido debido a que vivía con Kosem.

-Mira- me dijo después de un rato, suspirando con pesadez- vas a tener que quedarte conmigo, porque soy responsable de ti como nadie más ¿A quién más quieres, ah?- remarcó el ah agresivamente-¡a Rosamund, Erne? ¿Jaka? ¿Luan? Te guste o no, soy tu hermana, y te vas a quedar conmigo como indique Kaiser.

Y eso es lo que no me gusta precisamente, lo que menos me gusta de ti. Con tanta responsabilidad, y el tiempo que hemos pasado juntos, ¿Es que no lo entiendes? Para mí no eres mi hermana, eres mi madre.

EnsoñaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora