Y si...?

24 4 9
                                    

Joaquín

¿Emilio estaba actuando raro, o solo eran imaginaciones mías?

Tal vez solo era lo segundo.

Ya habían pasado tres días desde la fiesta, el pobre Emilio estaba ya resignado en su casa castigado, tanto por su madre y por su padre, sentía un poco de lástima por él, al fin y al cabo solo se había emborrachado.

De hecho solo lo habían castigado por ello, nunca supieron lo que hizo, específicamente lo que me había intentando hacer.

Había intentado besarme.

Aún no me había puesto a pensar en cómo me sentía respecto a ese detalle, o el por qué lo había intentado y francamente, me asustaba lo que podría descubrir.

No es que no fuera consciente de lo guapo y encantador que era, la primera vez que hablamos, me había cautivado, con su sonrisa gigante y blanquecina, el brillo en sus ojos cuando miraba algo con deseo y cariño, sus finos y largos dedos, que durante un tiempo deseé que me tocarán, que me acariciara y me hiciera olvidar todo, tal y como Aris lo hacía con Temo.

Después de un rato, supe que era totalmente inútil seguir con mi flechazo hacia él, así que lo aparté hasta que lo enterré en algún lugar de mi pecho y seguí, ambos como buenos amigos y nada más.

Lo que menos quería respecto a eso era ponerme a pensar que había intentado besarme, y albergar una sutil esperanza de que pudiéramos sentir lo mismo.

Su amigo Diego en cambio, últimamente se esforzaba para estar conmigo. Y la neta, no es que él fuera muy feo o fastidioso.

Fuimos a comer juntos, y se la paso la mitad del almuerzo ofreciéndome de su plato y haciendo chistes que solo me hacían reír por la cara que ponía.

No era tan mala compañía, y era genial como me hacía sentir seguro.

Emilio y yo salimos el día siguiente de su liberación de castigo, fuimos al centro comercial y pasamos por las tiendas, viendo ropa y comiendo helado, en un momento dado, Emilio me dijo que viera algo y me embarro la mejilla de chocolate.

-¡Oye! -lo miré mal, haciendo un puchero y él solo se partió de risa, para pasarme el dedo por la mejilla, y luego lamerlo.

Por alguna razón estúpida, me sonroje hasta las orejas.

-¿Qué? No pienso desperdiciar el helado.

-Eres un tonto.

-Aún así me quieres o no, bonito?

Su tono sensual no tuvo el efecto deseado, porque lo siguiente que hice fue reírme.

-Eso quisieras -le embarre de mi helado en la nariz y luego los dos nos estábamos partiendo de risa.

De camino a su casa, iba conduciendo, yo solo revisaba Twitter en caso de algo interesante, pero terminé aburriendome y empecé a jugar con el radio, hasta que Emilio tomó mi mano y me mordió el dedo.

-Auch -me quejé, pero él no me soltó la mano -¿Y eso por qué fue?

-Para que no mates mi pobre radio, Joaquín.

En respuesta, bufé. Me quedé mirando la ventana el resto del camino, aunque no me soltó la mano hasta que llegamos a mi casa.

-Adios, chiquito -me guiñó un ojo -Te veo luego.

-Adios, cholo.

Fue su turno de bufar, me reí.

-Vale, vale. Adiós, Emi.

Mi alma gemela (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora