Siempre

22 2 1
                                    

Joaquín

Emilio estaba sosteniendo mi cadera con sus manos, mis brazos estaban alrededor de su cuello, sus labios estaban sobre el mío, dejando un camino de dulces besos a través de mi garganta, de mis labios salían sonidos que nunca había producido, de placer, de deseo, de querer más, de que nunca se detuviera sin importar si el mundo acababa, o todos nos miraban.

–Emilio... –susurre y empezó a avanzar hasta mi boca, besando mis mejillas, sus manos buscaban lentamente bajo mi camisa, acariciando mi espalda y mi abdomen delicadamente.

–Dime... –murmuro contra mis labios, me besó, no un beso simple o dulce, pero tampoco deseoso o brusco. Era una mezcla entre ambos, un beso que tenía muchos significados y sentimientos ocultos, desesperación, deseo, amor, dulzura, y muchos más misterios que no había descubierto aún.

–¿Te quedas conmigo? –dije cuando me separé, me miró y yo no pude evitar que mis lágrimas se salieran, no por tristeza, sino por incertidumbre, porque si contestaba algo que no quería, sería doloroso.

-–Siempre.

Me sonrió, una de esas sonrisas tiernas, que te hacen derretirte, o al menos tuvo ese efecto en mí. Mis piernas empezaron a temblar, sus labios y los míos volvieron a chocar, más dulcemente pero a la vez más desesperadamente, como si fueran ambas partes de un todo, y necesitarán volver a unirse, para nunca separarse de nuevo, para estar juntos, para siempre volver al otro si se separaban.

De la nada, me encontré envuelto en mantas, con el sol saliendo de entre las ventanas, y así hacerme dar cuenta de la realidad.

De alguna manera, mi mente confundida había colado a Emilio silenciosamente en mis sueños, dándome algo que tal vez nunca tendría, a él, queriendo estar conmigo por sobre todo, prometiendo estar siempre conmigo.

Me senté, abrazado a mi almohada, pensando en ese sueño y luego en Diego y en cómo sus besos se sentían muy diferentes a los de Emilio, vale solo lo había besado dos veces, pero en ambas ocasiones tal vez nos habíamos excedido un poco.

Me había mordido en la primera ocasión, y luego en la otra había sido menos intenso, pero igual especial y memorable. Tal vez si hubiera sido más poderosa la ocasión, habría hecho lo mismo.

Sacudí la cabeza. Debía dejar de pensar en ello, y dejar de comparar a Kevin, Diego y a Emilio, porque, lo mires por donde lo mires, ellos tres no convergen bien en mis pensamientos.

Bajé a desayunar con Renata y mi mamá, no hablé mucho, sobre todo porque aún tenía fresco el sueño en la cabeza, pero mi mamá lo notó.

–¿Estás bien, amor? –me preguntó. Renata me miraba preocupada.

–Si mamá, es solo... No dormí bien.

–¿Malos sueños? –murmuro Renata, yo asentí.

–Vale, mañana tienes la reunión con Juan y Emilio y ellos sobre la obra, mejor descansa, amor –mi mamá me sobo la cabeza, y agradecí silenciosamente por tenerla a ella de madre, porque sino no sé qué haría.

Pero cuando llego a la reunión, estoy más que nervioso, tanto que no dejo de retorcer las manos y como resultado terminó escondiendolas tras la espalda.

Emilio se veía extrañamente cansado, con unas pocas ojeras y el pelo revuelto, cuando me miró, pude ver que de alguna manera no había dormido, igual me dedicó una leve sonrisa y luego se apartó, como si yo fuera algún virus o algo así.

–Bien, bien, sientense –dijo Juan, nosotros lo obedecimos. Pensé que Emilio se haría a mi lado, pero fue Laura Vignatti la que se hizo junto a mí. Emilio estaba junto a Santiago Pineda.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 11, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mi alma gemela (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora