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La primera vez que recordó algo claramente sobre Wei Ying, tenía diez años. Antes solía tener episodios esporádicos de un hombre de túnicas oscuras, pero las imágenes se disipaban de su memoria una vez que recobraba la consciencia. Sólo bastó que el nombre saliera de sus labios en susurro para que los recuerdos de toda una vida se precipitaran a su mente.

Lan Zhan.

Ese era su nombre, aun así, sonaba tan distante. Como si se tratara de un conocido lejano; no existía ningún sentimiento de familiaridad. Era como si de repente le dijeran que se convirtiera en otra persona, un hombre cuyo pasado parecía girar en torno a otro hombre. Sin ningún tipo de advertencia y sin su permiso, un sujeto despreocupado, de sonrisa fácil, pasó a formar parte de su vida.

Lo odiaba. Odiaba no poder contralar su propio destino, ¿por qué este hombre, Lan Zhan, lo forzaba a amar alguien del que no sabía? Detestaba la terquedad de Lan Zhan, ¿por qué no simplemente se rendía? Leonardo no estaba dispuesto a dejar que alguien manejara su vida a su antojo ni muchos sus sentimientos. Él podía haber sido Lan Zhan en otra vida, pero eso no significaba nada, Él era ahora Leonardo, esta vida y este cuerpo le pertenecían y él iba demostrárselo a ese obstinado hombre.

Con el transcurrir de los años, Leonardo lo notó. Algunas de las actitudes de Lan Zhan influenciaron de cierta manera su personalidad, no fue un cambio de la noche a la mañana, quizás esa era la razón por la que se dio cuenta demasiado tarde como para detenerlo.

Pero incluso así, Leonardo no iba admitir la derrota. Y tal vez nunca lo hubiera hecho si el maniático del 2B y él no se hubieran encontrado aquel fatídico día. Realmente parecía un loco ese día, con el uniforme desliñado, el cabello alborotado y una pierna colgado del otro lado de la barda, fuera de la escuela. Una sonrisa despreocupada colgaba de su rostro, como si no lo hubieran atrapado en el acto.

"Oye, ¿quieres venir conmigo?"

"Si tú no lo dices, nadie lo sabrá."

"Vamos, ven conmigo, ¡te divertirás!"

Apretó los puños hasta que le dolieron los dedos. Aquellas frases frívolas le hicieron enojar, no porque el chico estuviera rompiendo las reglas. Leonardo estaba enojado consigo mismo. Él sólo tenía que ignorar al chico y seguir su vida como si nada. Pero él lo sabía, una vez que sus ojos se encontraron, él ya no podía apartar la mirada. Aquel amor que estaba fuertemente arraigado dentro de su alma no se lo permitiría.

Fue un tonto, ¿cómo pudo pensar que podría luchar contra un hombre que espero por trece años a que regresara de la muerte la persona que amaba? ¿Qué clase de lógica era esa? ¿Esperar algo que era imposible? Dios, él estaba así de demente.

"Vete al infierno", pensó, "tú ganas, Lan Zhan".

¿Feliz?, quería decir, sin embargo, la visión de William intentando escabullirse lo distrajo. Dios, él estaba tan feliz, tanto que una risa surgió de sus labios después de ver a William en medio de un aprieto. Y así, después de ayudarlo a bajar de la barda, arrastró al chico a la dirección sin más preámbulo.

Puede que aún no acepte del todo a este silencioso hombre, pero podía hacer una excepción por ese montón de problemas andante. Quizás amar a Wei Ying no sería tan malo.   

En las profundidades de las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora