Gun.

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Se escucha un disparo.

Otro cuerpo cae al suelo, sangre brota de la herida ocasionada por una bala que atravesó el abdomen de un chico. Un chico que se había metido en asuntos que no le correspondían, como muchos antes.

―Éste era jóven.―dice uno de los dos hombres que se han encargado de su asesinato.

―Y ha muerto en un sótano.―responde el segundo.

La habitación oscura almacenaba armas de fuego que a simple vista parecían infinitas, algunos instrumentos de tortura que procuraban no resaltar mucho en la habitación y un ambiente frío y escalofriante. El cuerpo está sangrando a los pies de aquellos hombres.

―Llama al equipo B. Se llevarán el cuerpo y ésto... quedará impecable.―continúa el que carga el arma.

―Había llegado más lejos que los demás, ¿Crees que le guste a... quien tú sabes?―comenta el primero.

―Sólo no te precipites y mantén la calma. Si corremos con suerte, seguro no se entera.

El rostro del chico que yace en el suelo tiene una expresión asustada, muere al instante. Su piel se torna pálida. Colgando del hombro, cruzando por el pecho y terminando en la cadera derecha del chico, hay una mochila, y el hombre de estatura más corta, quien se había compadecido de alguna u otra forma de él antes de que muriera, inclina su torso y luego de revisar en las bolsas, encuentra una cámara fotográfica. La lanza al suelo, haciendo un sonido irritante, y se destruye, dejando las piezas en todas partes.

Los hombres suben por una escalera metálica, que rechina en cada escalón. Confían en que nada malo sucede. Es el ritual; intentas manchar el nombre de Oh Se Hun, mueres en el intento. Pocos son quienes conocen la verdad.

◉ ◉ ◉

Un hombre alto, vestido de traje gris y una corbata púrpura camina por un largo pasillo de suelo alfombrado, escoltado por su guarda espaldas, que es un hombre más alto que él y su secretaria, quien lo no abandona ni por un sólo segundo desde que fue contratada.

El teléfono celular de el más alto vibra en su bolsillo, sin llamar la atención de ninguno de los otros dos individuos. Lo toma y lo lleva a su oído derecho con la diestra, y habla de manera en que su líder pudiese escuchar la conversación.

―Está listo―se escucha la voz con poca calidad por la bocina del teléfono de uno de los hombres que había cometido el asesinato del joven.

―Señor Oh―pronuncia quien sostiene el móvil, esperando una respuesta, fuese negativa o positiva de Se Hun.

Éste sólo hace mas que levantar su mano derecha, haciendo un gesto muy insignificante para afirmar alguna orden.

―Liberaremos al equipo C―musita finalmente a la bocina del micrófono.

El pasillo acaba en una puerta de metal perfectamente limpia, donde el distorsionado reflejo de los tres puede verse de inmediato. Los subordinados se detienen a una distancia de un metro de Se Hun, quien abre las puertas con ambas manos.

Entran los tres a la enorme oficina del señor Oh, con un ventanal enorme que permite ver la ciudad de Seúl desde un punto de vista extraordinario, el cual podría ser mejor si no fuese debido a la contaminación de ésta. Hay un escritorio de caoba acompañado de una silla de piel de un color oscuro parecido al de éste. Los empleados se quedan en las puertas que él acaba de abrir, y Se Hun toma asiento en la preciada silla.

―¿Hay citas para hoy?―pregunta, jugando con una pluma en la mano izquierda.

―Sí―responde la secretaria, de piel blanca y cabello rojizo, con algunas arrugas en la zona de los ojos y anteojos que delatan su edad.

Poison EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora