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Jungkook nunca había sido pesimista. No solía darle mayor vuelta a las cosas y siempre se esforzaba por mejorar, él quería ser la mejor versión de si mismo para su hijo, convertirse en un héroe y ser prácticamente perfecto pero, las dudas eran tan grandes como sus inseguridades, no podía evitar caer de vez en cuando... Aún así lo más importante seguía siendo seguir levantándose. Jamás en su vida pensó que se hallaría a si mismo tachando algo como el peor momento de su vida, el momento en que toco fondo y ya no podía ver la luz. Había caído con Jeongsan a su lado y era incapaz de levantarse y a pesar de tener todos los motivaciones para salir adelante parecía ser imposible cuando las puertas se cerraban de golpe en su cara.

Grandes ventanales se erguían a lo largo del edificio junto a un exquisito diseño moderno y tecnológico propio de una de las mejores y más reconocidas empresas de Corea. El aromatizante de ambiente inundaba el espacio como reforzando el lujo y comodidad.

El pelinegro tragó con fuerza, sus manos vueltas en puño encima de sus rodillas en aquella posición recta y formal que tanto le había enseñado su madre, miro al frente en un intento desesperado por zafarse de todas esas miradas extrañas ¿Y cómo no? Si el pelinegro lucía como un cachorro asustado y perdido, casi podías ver como escondía la cola y te convencía con sus ojitos. Su imagen simplemente no encajaba en una atmósfera laboral.

Desde el fondo de la sala, un hombre con mueca aburrida hizo nuevamente acto de presencia y todos dejaron de respirar.

—Jeon Jungkook.

Sin dudarlo un segundo el joven se puso de pie y entonces su rostro se torno de un fuerte carmín. Había tambaleado.

Dió un par de pasos y siguió al hombre quien chequeo su identificación. Un poco desconcertado y no podía dejar de arrugar la cara al no poder controlar su cuerpo.

Todo se sentía débil. Mantener su peso era difícil.

Antes de poder notarlo una puerta fue abierta ante sus ojos y se le indicó la entrada.

Había dejado la casa de sus padres a las siete de la mañana y solo por adivinar diría que ya eran las tres de la tarde. Jeongsan la había abrazado con fuerza antes de dejarle ir a lo que habían sido cinco entrevistas en puntos completamente contrarios de la cuidad.

Y no había desayunado.

—Tome asiento.

Una improvisada pero bien instalada mesa era probablemente lo más llamativo en la habitación. El pelinegro hizo lo ordenado, cayendo de forma pesada y haciendo rechinar la silla. Las cuatro personas frente a él parecieron arrugar la cara.

—¿Por qué deberíamos contratarlo?

Quiso que un torpe ¿qué? Saliera de sus labios pero se detuvo cuando su visión comenzó a nublarse.

Una mujer arrugada anotó algo en su hoja.

—Yo...—Jungkook tragó un poco.—Yo soy muy responsable y puntual... N-nunca me he ausentado y deseó aprend-

—Señor Jeon, allá afuera hay 50 personas con las mismas aptitudes. ¿Por qué deberíamos contratarlo?—Le interrumpieron.

Exhausto, triste y desesperanzado. Así se sentía. A pesar de lucir impecable ya no era capaz ni se sentía con los ánimos de rogar por un puesto.

—Tengo un hijo... Y lo amo.—Soltó con hilo de voz. Una pequeña campana sonó de forma apagada.

—El tiempo se ha terminado.

Como si alguien hubiera lanzado un cristal al aire y le hubiera disparado. Todo cayo a pedazos destruyendo si interior, crujiendo y desgarrando lo que estuviera al paso. El dolor y decepción claramente representados en su rostro.

Hey baby! • KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora