La primera vez que la vi me enamoré de su pelo rojo, pasado un tiempo me enamoré por completo. Puede que fuese por estar perdida y encontrarla en el momento adecuado, porque me estaba ahogando y ella era lo más parecido a un salvavidas, y es posible que la falta de oxígeno me hiciese idealizarla pero emitía ese halo de indiferencia que me hacía querer tenerla cerca aunque todo fuese fachada y no la conociera, ni ahora, ni antes en la burbuja.
Y me doy cuenta tarde de que puedo parecer egoísta, que la excusa no borra el pasado pero, en secreto, creo que es a la única persona que he amado; aunque no conozca el amor, que puede que en algunos de mis silencios sólo necesitase un abrazo y que me habría conformado con cualquier cosa que me hubiese dado. Supongo que la carencia de algunos elementos es debida a la abundancia del desinterés que logró acabar conmigo demasiado tiempo después.
Lo único que le faltaba era la capa para dejar de ser heroína sólo en calidad de droga, puedo decir que tengo mono, aunque no sea de ella porque nunca la conocí. Es verdad, es verdad, nunca ha sido ella, siempre ha sido lo que esperaba, lo que quería y lo que no era. Lo intenté corregir, apagar mis pensamientos, ahogar mis ganas en otros poco a poco acabando con lo nuestro, que era más mío que suyo y no importaba. Mentiría si dijera que era fácil, mentiría si dijera que la batalla está ganada, cómo va a estarlo si la dejé hacerme transparente y pintar nunca ha sido mi fuerte, sino el suyo y las clases aceleradas sólo servían para desaparecer un poco más mientras la besaba.
Y es que es difícil borrar las huellas que dejó en mí, que no usó tinta sino recuerdos marcados a fuego. Y yo la dejé, no opuse resistencia ni una sola vez pensando que ya llegaría mi turno, que con tiempo se enamoraría, porque ya daba igual, le pertenecía y era demasiado tarde para dar marcha atrás así que sólo me quedaba esperar, esperar que las cosas no acabasen así, sin más.