Las rosas se mecían por el aliento del viento mientras el atardecer acariciaba sus pétalos recién florecidos. Vivían libres en la tierra donde todo crecía fuerte y sano. En un lugar que merecía la pena contemplar, gastando cada segundo de tu tiempo con la vista perdida en ese espectáculo colorido. El rojo se comía al magenta, mientras el verde soportaba la marea de colores. En el cielo se podía contemplar un degradado sin igual, en el que los tonos azulados morían en tonos anaranjados.
El caballo de la familia vivía dichoso mientras su dueña acariciaba su mejilla, ese animal podría salir corriendo a donde quisiera del mundo, pero qué lugar mejor que ese para vivir. Olía a pan recién hecho, crujiente y apetitoso, y este, como si de una canción mágica se tratase, hipnotizaba con su olor a las rosas y los animales, que danzaban con mayor ímpetu ante su fragancia. Sarah se mantenía ajena a mostrar interés por aquella hogaza, pues no era para ella, si no para sus hermanos. Le era suficiente ver cómo aquellos animales se satisfacían con sus caricias y con el olor a comida, tan solo deseaba ver su felicidad.
Una vez acabó de alimentar al caballo se acercó al campo de rosas, era pequeño, pero de una belleza inigualable. A Sarah le encantaba tumbarse cerca de ellas, ver cómo poco a poco el agua resbalaba por sus pétalos fundiéndose con la tierra. Le fascinaba estar allí, con su familia, lejos de las preocupaciones que nunca había conocido, aislada de todo lo maligno en el mundo, con sus dos hermanos y su madre. Todos felices.
Sarah se levantó de la tierra, la noche ya se estaba acercando y con ella, la hora de dormir.
—¡Vamos Jules! ¡Jules!
—¡Voy! —La voz de un niño salió de atrás de un seto, era uno de sus hermanos.
—Te he dicho que no te alejes mucho, ya es casi de noche.
—Que aburrida eres...
Sarah le propinó un golpe en la cabeza, fuerte pero cariñoso, a lo Jules respondió con un grito. Tras entrar ambos en la casa y cerrar bien las puertas, se sentaron en la mesa.
—¿Cómo está mama hoy?
—Mejor, pero no la molestes, necesita descansar.
—¿Y nuestro hermano? ¿Ha vuelto?
—No, hoy tampoco creo que vuelva. —dijo Sarah mientras sorbía de su taza de té muy caliente.
—Le echo de menos...
—Yo también, aunque tú me ayudes, casi no puedo mantener la granja con mamá enferma y tu hermano desaparecido.
—Pero se fue a Elegre Central, seguro que traerá comida buena.
—Nosotros ya tenemos comida buena, Jules, ¿Acaso no te gusta como cocina tu hermana?
—La cocinera es perfecta —dijo Jules enorgulleciéndose de su hermana. —pero... casi no tenemos comida, todo lo tenemos que enviar a la capital.
—Para eso ha ido tu hermano, para hablar con el mismísimo Alexander en persona, dicen que es una persona amable y justa, seguro que nos permite quedarnos con más de nuestras cosechas.
—No sé, hermanita, quiero que vuelva Yedan y que madre se recupere.
—Por madre no te preocupes, Jules, está bien, y tu hermano... es fuerte como una roca, seguro que está aquí antes de que lo vuelvas a nombrar.
—Pero...
—Jules, ya está bien, a la cama, recuerda que cuando se va el sol aparece el Fantasma del Lobo a buscarte.
—Ya no creo en fantasmas. —dijo a la vez que levantaba su rostro orgulloso.
—Pues aquí te quedas, no toques el pan, es para mañana. —Sarah se levantó de su silla y apagó las velas de la cocina dejándola a oscuras.
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Solus
FantasyLa profecía prevé un cambio que sacudirá el mundo. En un lugar solitario y desamparado, cuyos confines son azotados por olas inmensas, sobreviven entre el caos y la ignorancia los protagonistas. En esa isla, la única que existe desde el comienzo de...