La semana había pasado.
Todos los días y noches hice exactamente lo mismo. Observé todo lo que pude desde aquella tarima, que más tarde comprendí, más bien era como un estante de mercancía.
Durante ese tiempo varías miradas habían empezado a ponerme más atención. A lo lejos veía a algunos hombres hablando entre cuchicheos y señalándome con el dedo, como si no me diera cuenta, incluso aunque los viera directamente a los ojos pese a que Baekhyun me lo había prohibido. No me habían criado para terco en vano.
Esa tarde que llegamos a los vestidores, Baekhyun iba nervioso.
No bajó la cesta de siempre, lo cual me asustó al principio, aunque no tardé mucho en comprender la razón: yo ya no estaba fuera del alcance del público, mi periodo de protección había terminado y, como tal, debía mostrarme disponible para la clientela.
"Traté de oponerme... pero ya te imaginarás lo persistente que fue la señora Kim".
Baekhyun me decía aquello mientras tomaba una canasta diferente para después abrirla. Dentro yo solo veía tela blanca. Blanco por todos lados. Sacó primero lo que parecía ser una camisa demasiado traslúcida y grande para mi. Seguramente hace algún tiempo me habría quedado... pero las últimas semanas que pasé en casa de mi abuela habían sido especialmente difíciles y lo peor vino en esta última que pasó.
Bajé la prenda que llevaba hasta la cintura, pues aún no contaba con la confianza que tenía el resto para desnudarse por completo. Me puse la camisa y, en efecto, me quedaba holgada. Casi parecía un camisón para dormir. En el pecho llevaba unas cintas de color negro que se ajustaban para descubrir o tapar el pecho. Estaban totalmente aflojadas, por lo que toda la piel de mi pecho estaba descubierta, no solo por aquella abertura, si no porque de verdad la camisa era muy traslúcida.
Lo siguiente que Baekhyun me entregó fueron unos shorts blancos, para mi suerte, de una tela para nada traslúcida. Lo primero que noté fue que se veían demasiado pequeños. Lo confirmé al ponérmelos, pues en el espejo podía notar que lucia como si no llevara otra prenda además de la camisa. Comenzaba a incomodarme por lo infantil que se veía... especialmente si le sumamos la complexión de mi cuerpo en ese momento y las atenciones que Ten me había estado dando. Hacia apenas tres días me sentó en una de las bancas del "jardín" de la azotea y me pegó unos papeles con algo pegajoso en las piernas. Nunca en mi vida había visto algo así. Los pegó tan bien como pudo y, mientras Baekhyun me distraía haciéndome preguntas triviales, Ten jaló con todas sus fuerzas de los papeles. Oh... lo mucho que grité. Incluso algunos se giraron asustados al escucharme y por la entrada pude ver que se asomaban un par de "guardias". Al finalizar con aquella tortura medieval me puso una especie de pomada, pues mi piel terminó verdaderamente irritada.
Ahora viéndome en el espejo, mis piernas lucían (y se sentían) suaves como nunca, libres de cualquier vello.
Baekhyun se acercó a mi por detrás y revolvió mi cabello, apenas un poco para darle un aspecto despeinado. Luego y con mucho cuidado, colocó lo que parecía ser una corona metálica con figuras que se asemejaban a hojas y ramas.
Aquello junto con el maquillaje a base de tonos dorados me daba un aspecto casi angelical.
"Es una maldita perra", escupió Ten, acercándose a mi y acomodándome los hombros de la camisa. Baekhyun suspiró tristemente mientras se encogía de hombros. Yo sabía que Ten se refería a la señora Kim, pero no veía cuál era el problema, lo cual en parte resultaba irónico.
No fue si no hasta que volteé a ver a todos los demás ahí que me di cuenta de mi situación. Yo era el único que iba de blanco. Era como si me hubieran dibujado una diana en la frente. Pero aparentemente eso solo era una pequeña parte del problema...
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La Casa de las Mariposas.
FanfictionLa Casa de las Mariposas es el centro de placer más importante de una extraña y peculiar localidad en las afueras de Seúl. Todo aquel que trabaje dentro de la casa tiene un precio y puede ser ofertado al más alto postor. A través de las memorias de...