A medida que su carruaje se alejaba, una extraña sensación se posaba en su pecho
No sabía que era exactamente, tal vez eran nervios
Decidió ignorarla y dejar de mirar hacia atrás, donde estaba su padre observando como su hijo se iba con un rostro demasiado neutro
Sabía de antemano que iban a ser seis largos y aburridos años
Su padre había decidido que era buena idea "corregirlo" por haber impedido una tortura de una señorita que, le había dado un involuntario tirón de cabello a su prometida mientras le estaba peinando
Suspiró, viendo por el pequeño ventanal que tenía el vehículo en donde le iban a llevar a un centro de "corrección" para la realeza
Mientras más pensaba en eso, esa sensación en su pecho aumentaba, pero hacia lo posible por no darle mucha importancia
Fue un camino largo, hasta llegar a lo que parecía ser un castillo, un poco mal tratado para el gusto de el muchacho en donde lo primero que lo recibió, fue una muchacha, de aproximadamente 10 años, que yacía agonizante en el suelo, con lo que parecía ser, la cadera rota y las piernas destrozadas
Hizo una mueca, era común ver eso, pero no evitaba que un sentimiento de náuseas y pena se apoderara de él cada vez que se encontraba con una escena así
Nadie lo recibió formalmente
Y cuando estuvo dentro, esta vez, una señora vestida de rojo puro, vino a saludarlo, con otras muchachas y muchachos siguiéndola a ella
Pero el olor de la mansión era un poco...
Peculiar
Además de que el piso parecía estar tapizado de manchas negras pólvosas, y algunas un poco lodosas
La señorita Bathory, le dio un tour por la casona, aún pudiendo percibir ese peculiar olor
Los primeros días todo había sido normal, y en parte, parecía que la mujer dueña de el castillo le había tomado algo de cariño, por su buena conducta y su correcta manera de hablar
— John - le llamó por su nombre, interrumpiendo su lectura en el jardín
— ¿Si, señorita Bathory?- preguntó levantándose de la banca y prestando completa atención a las palabras que tenía que decir la mujer
— Hoy en la cena habrá algo especial para ti- la mujer, que siempre vestía de rojo o colores obscuros, le dedicó una gentil sonrisa, a lo que la correspondió y agradeció – Solo una cosa -
— Diga - hizo un ademán, para que la señora continuase con su hablar
— No vayas a escupirla-
Con esto, otra sonrisa se asomó por los labios de la señora, retirándose finalmente de ahí, y dejándolo en el jardín, confundido por aquello
Decidió no darle importancia y continuar con su leer, que aún ya teniendo dos años ahí, y que los únicos libros que tuviese la mujer eran de tortura para los esclavos, le seguía dando algo de mala espina
Pero tenía que distraerse
Últimamente pensaba mucho en eso, en tortura, y ahora que lo medita, tal vez esa pequeña que había osado darle un tirón al fino cabello de su prometida, si merecía un castigo por sus acciones