Dicen que las pesadillas son una mala jugada de nuestro cerebro mientras estamos dormidos. Incluso en nuestro estado inconsciente busca la manera de jodernos. Escarba en el peor momento y lo revive para acelerarnos.
Y es que no hay peor pesadilla que revivir un recuerdo traumático que sea capaz de elevar la ansiedad.
De pequeños nos enseñan a temerle más a los monstruos que se esconden bajo nuestra cama que a los que se encierran dentro de nosotros mismos.
Quizás por eso jamás terminan de prepararnos...
Soy creyente de que cada uno de nosotros tiene luz y oscuridad en nuestro ser en cantidades diferentes, dependiendo de las experiencias que moldean cuál predomina más que el otro.
Unos resplandecen con su brillo interior intenso, pero aún así llevan dentro un granito de maldad que los hace ver más realistas que una pila de azúcar y rosas. Como también hay otros que son simplemente opacos con algo de bondad oculta; siempre habrá una pizca de empatía que los hace lucir más humanos.
Por otro lado, están los que no tienen esperanza de despertar una chispa de brillo entre toda su penumbra. Vagan por la vida así y no les pesa. Es más sencillo encontrar a este tipo de persona, que a una que destile solo buenos augurios.
Nadie bueno es cien por ciento bueno, y nadie amargo es cien por ciento amargo. Ni solo blanco, ni solo negro.
Los malos, la mayoría de casos solo serán los malos, y es algo que hay que saber antes de tirarse de clavado a aguas turbias para terminar de ahogar la esperanza en un mar decepciones.
En mi caso, considero que soy gris tormenta. Diría un 50/50 pero siendo sincera, creo que he traído más problemas que soluciones a mi vida y a la de los que me rodean.
Y lo que pasó es un claro ejemplo de que hay más caos que calma.
De pequeña nadie me dijo que tenía que cuidarme de mí misma, ni que mi peor enemiga sería yo.
Mucho menos que el monstruo que se encierra, termina rompiendo el candado.
Despierto, agitada, parando el mismo bucle que se repetía una y otra vez en mi cabeza como una vil tortura. No abro los ojos, no me atrevo, no sé si en realidad estoy consciente o la pesadilla está por comenzar nuevamente... pero por el intenso olor a desinfectante y el sonido de las máquinas a mi alrededor, sé dónde me encuentro, y no es un sueño.
Aprieto mis párpados y respiro profundo antes de preparar mis pupilas para la luz fluorescente que me ciega apenas abro los ojos. Siento la retina seca y es incómodo mantenerlos así, no obstante, tengo que darle frente a todo esto de una vez por todas.
La habitación blanca y desabrida me enferma al igual que su aroma y su ambiente pesado, lleno de murmullos de las visitas o ruidos de gente enferma que pasa a toda velocidad por los pasillos.
No me gustan los hospitales.
Lo primero que noto es la intravenosa que tengo insertada en la vena suministrándome suero, ya que me molesta cada que muevo el brazo. Luego el artefacto del oxímetro sujeto a mi dedo corazón midiendo la saturación en la pantalla. Mi pecho se oprime cuando sopeso el porqué estoy aquí, y el encontrarme sola no me reconforta.
¿Por qué estoy sola?
El pulso se me acelera y esta vez lo noto en la pantalla que me lo muestra con frecuencia.
¿Qué me espera al salir de aquí? ¿Cuántos años de prisión si confieso por voluntad propia?
El pensarlo hace que se me cierre la garganta privándome de agarrar aire, me duele todo el cuerpo cuando intento incorporarme. Quiero salir de aquí, no soporto quedarme en este colchón sin color. La puerta se abre y al primero que veo entrar es a Carlo que trae un café de la cafetería de abajo.
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La Realidad De Una Mentira [ ARDOR #1]
Action| NUEVA EDICIÓN | Loren nunca había tenido que enfrentarse a las decisiones desesperadas, tampoco a huir para sobrevivir a demonios de carne y hueso. Todo cambia de la noche a la mañana tal como el rumbo de su vida. Ella había pecado y justo como l...