Capítulo 2

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Después de esa noche, a horas antes de que el sol apareciera, volví a mi habitación.

Por suerte tenía escondida una llave en una maceta de un pasillo lejano al cuarto, por si alguien la llegaba a encontrar y quisiera averiguar qué abría. Al llegar, me di cuenta que el niño me había hecho caso ya que estaba cerrada la puerta, así que con cuidado la abrí. Lo encontré profundamente dormido, algo desparramado en la cama, inclusive roncando levemente. Eso me tranquilizó un poco, por lo menos pudo descansar.

Caminando despacio y tratando de no hacer ruido, fui a mi ropero para sacar algo que ponerme luego del baño. Hurgando entre mis cosas, mis dedos chocaron con algo frío y duro. Era un revólver.

Y en ese momento recordé el porque lo había dejado ahí.

Había planeado acabar con mi vida.

Después de tanto tiempo entre las paredes de ese lugar, sentía que ya no valía de la pena vivir si sólo iba a ser usada como un juguete. No tenía amigos ni familiares que se preocuparan por mi, estaba completamente sola. Durante dos años traté de continuar, manteniendo mi mente ocupada en estudios, salidas a la cuidad y trabajos que hacer para el viejo Golzine. De todas formas, cada día la soledad se hacía presente en el silencio del cuarto o cuando se me antojaba liberar mis pensamientos, y no había nadie con quien poder si quiera hablar. Así fue como empecé a aislarme hasta que casi no salía de mansión, sólo si necesitaba conseguir dinero sin pedirle a Dino.

Hasta hace unos días pensaba hacerlo, sólo esperaba juntar valor suficiente para poder jalar el gatillo.

Sostuve unos momentos en mis manos el arma, sintiendo el frío propio del metal y palpando su peso. En esos momentos dudaba. ¿En serio iba a hacerlo? ¿Ya no tenía alguna razón para vivir? ¿Ni siquiera una mínima razón?

Un ronquido me sacó de mi ensimismamiento. Olvidé que el niño aún estaba durmiendo en mi cama mientras divagaba en mi mente. Verlo tranquilo me hizo recapacitar, que no era la única que estaba sufriendo y que, si había soportado tanto, era para algún día vengarme de Dino Golzine.

Volví a guardar el revólver en el ropero, en el fondo, así Aslan no lo encontrara de casualidad. Con un ánimo distinto, con el que se puede tener luego de haber tomado una decisión importante, entré a bañarme y luego me senté en una silla, que tenía cerca de un escritorio, a dormitar un poco hasta que el rubio despertase. Cerré los ojos viendo como los colores del cielo cambiaban para recibir un nuevo día.

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Eran como las ocho y media cuando sentí el ruido de las maderas de la cama rechinando. Desperté algo adolorida en el cuello dado que dormí sentada; frotando mis ojos, al fin aclaré la vista y vi al chico sentado en la cama, casi igual de adormilado como yo. Después de unos segundos, pareció reaccionar y darse cuenta que lo estaba mirando, lo que provocó que se pusiera totalmente serio.

-Buenos días ¿no?- dije luego de esperar alguna palabra suya.

-¿Cómo entraste? Anoche cerré la puerta con llave y supuestamente nadie debía pasar- respondió mirándome con recelo.

-Pues yo no soy cualquier persona.- luego de liberar algo de tensión con un suspiro, proseguí. – Es mi habitación y obviamente tengo otras maneras de entrar. ¿Acaso piensas que me iba a quedar afuera durmiendo en el piso al lado de la puerta como un perrito? Vamos, supongo que merezco más respeto- a esto último lo dije con un tono bromista para aliviar el ambiente pesado que Aslan provocaba. Aún seguía desconfiando de mi.

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