[Parte I]

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Toda esta mala sangre aquí, ¿No la dejarás secar?

Ha estado fría durante años, ¿No dejarás que te mienta?

- Bastille.

El rastro de los neófitos comenzaba a aparecer. Sería difícil de decirlo, de saber si en realidad eran ellos si no los hubiéramos "conocido" antes. Pero con aquella simple visita, aunque no podía decir con claridad a quien le pertenecía cada esencia, si sabía que eran de aquel grupo. Eran los neófitos de la de cabello naranja. Eché un rápido vistazo a mí alrededor, simplemente observando el bosque con fastidio. Porque nosotros no íbamos a presentar una guerra en sí, solo a realizar un papel diplomático. Porque si en realidad fuéramos a cumplir con lo que se consideraba nuestro trabajo, hubiéramos acabado días atrás con el grupo, antes de que se lanzaran sobre el clan. Pero, no. Se les dejo vivir para que acabaran con ellos. Nadie decía nada al respecto, pero podía sentir como mi hermana era la que más deseaba que eso hubiera sido así. Sobre todo anhelaba que entre las bajas estuviera la humana, la que bloqueaba su don sin siquiera esforzarse. Aunque el nombre de Edward entre los números rojos, tampoco le molestaría. Por mi parte, solo deseaba volver a Volterra y divertirme jugando con una indefensa humana que encontrara en un lugar oscuro. Sonreí en mis adentros, sin dejar de ser un bloque de hielo por fuera, como siempre, no dejando que nadie se percatara de mis emociones o sentimientos.

Varios metros después, los cuales comenzamos a recorrer con mayor lentitud a causa de que el olor dulzón de una fogata que se alzaba hasta el cielo, con el conjunto del de los Cullen, aquel olor a hierro y demás, plenamente humano, además de un toque de algo desagradable que no lograba identificar, se impactaron contra nuestras fosas nasales.

Estábamos cerca. Muy cerca.

A través de una humareda, los logre vislumbrar. Bella, la humana, estaba en el centro de lo que pretendencia ser un frente, con los vampiros a sus costados, listos para saltar en su defensa, si era necesario. Aproveche la densidad que la bruma proporcionaba para sonreír bajo su sombra en conjunto con la de mi capucha.

-Ajá- replico mi hermana, con un tono de voz carente de emociones. Carente de todo. Carente de Jane.

-Bienvenida, Jane- fue lo que obtuvo de respuesta de Edward. La cortesía Cullen salía a relucir, a pesar del odio que sus orbes dorados brindaban. Ignoré aquello mirando alrededor, solo comprobando lo que ya había visto. Todos habían sobrevivido. Y a excepción del de cabello largo, todos parecían estar intactos. No importaba. Pero esto sí que nos había quitado acción. Porque las fogatas estaban encendidas con cuerpos de neófitos, cuerpos que no tuve la oportunidad de destrozar.

Mis ojos bailotearon por el prado delante de mí, topándose con la chica que estaba en posición fetal junto a las llamas. Se apretaba a sí misma, como si eso sirviera de algo. Analicé su rostro, dejando de lado aquella postura cobarde. Su cabello oscuro, sus ojos rojos impregnados de deseo, ansia y terror, brillaban de una manera condenadamente hermosa. Enfoque aún más mi visión en ella, observando el ángulo de su nariz, la curvatura de su cuello, la delicadeza de sus facciones, calculando quince años a lo mucho. Sí. Había que admitirlo: Era linda.

Algo para más de una noche, pero no más de tres. Me confirmé a mí mismo, creando una escena en mi mente, sobre cómo después de conquistarla, hacerle al caballero durante el día, al tipo rudo en la noche, acabaría drenándole hasta la última gota de sangre.

Pasé la punta de mi lengua por mis colmillos, que amenazaban por sobresalir de mis labios. Imaginé por última vez como fue en algún tiempo su olor como humana, indefensa y estúpida, antes de volver mi atención a la escena. Que si bien mi hermana no necesitaba de mi ayuda, ya había terminado de fantasear y debía enfocarme en otra cosa.

-No hay opciones para quienes quebrantan las reglas- su voz dejaba fuera de discusión cualquier replica. Aunque eso no significo que Carlisle lo tomara así.

-Está en sus manos. No vi la necesidad de aniquilarla en tanto se mostró voluntariamente dispuesta a dejar de atacarnos. Nadie le ha enseñado las reglas.

Su voz era suave, amable, aunque eso no escondía las verdaderas intenciones de sus palabras: salvar a la chica.

Ella ya está muerta. Lo estuvo desde el momento en que la convirtieron. Y lo estuvo aún más en cuanto puso un pie en este lugar.

Mala sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora