[EWE. ¿Epilogo? ¿Qué epilogo?]

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Éramos jóvenes y bebíamos en el parque. No había otro sitio al que ir.

Oh, pero cómo íbamos a saberlo.

+Bastille.

Tomé a la chica de la mano, acercándola a mí, mientras ella no dejaba de bailar, moviendo las caderas, pretendiendo ser sensual. Ella se sentó sobre mis piernas, donde la sujeté por la cintura para que no cayera. La deje ser. La deje acariciarme, mover sus labios sobre los míos que parecían inmóviles. Su aroma era exquisito, no era el mejor, pero bastaba. Esperé un poco más, antes de tomar su cuello con rudeza, a lo que ella abrió sus ojos asustada. Me palmeo con fuerza, intentando zafarse, murmurando cosas inentendibles.

Sonreí ladinamente mostrándole mis colmillos, los cuales encaje en su cuello con brutalidad. Sorbiendo la vida de su cuerpo, enfriando su piel, aflojando sus extremidades, hasta que fue una muñeca entre mis manos. Una muñeca sin vida, flácida y fría. La deposité sobre la cama, para mirarla. Así de pálida, con los ojos cerrados, su cuerpo casi aprensado contra sí mismo, se parecía a ella.

-Merecías algo así. Pero más largo, duradero, divertido. Una sola vida, no dos- acomodé un mechón de su cabello detrás de su oreja con delicadeza, antes de caminar hacia la puerta-. Addio, bella.*

Dicho eso, tomé su lámpara de fina tela, la arroje a su puño de ropa sucia que estaba en el suelo, junto a mí, con ayuda de un encendedor le prendí fuego. Espere hasta que este se avivo, cuando casi consumía del todo una prenda, la tome de la parte aun sin arder, acercándome a la estufa, abrí todos los grifos de gas y la coloque encima, provocando una gran hoguera. Observé el alrededor, la mayoría de las cosas eran de madera. Poco tardaría todo en arder en llamas.

Me encaminé hacia la salida, cerrando la puerta con delicadeza detrás de mí.

-Addio, Bree.

Mala sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora