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Regresando al pasado de México
|Alas|

Esa noche no entré a la casa, me quede ahí contemplando el cadáver, de la que una vez me acompaño en aquellas noches lluviosas, esa noche una parte de mi se habia ido.

Ya era otro día y mi madre salía de la casa para despertarme, al momento de abrir los ojos me encontré en su cara un tenue pero visible color morado que se concentraba en su ojo derecho, España de nuevo.

Ese maldito otra vez la había tocado, no soportaba ver a mi madre de esa forma, mientras ella me daba una sonrisa tan brillante y hermosa, partes de su cuerpo estaban tornados por ese horrendo color morado, cada día aumentaban más esas marcas.

—hijo tienes que entrar a la casa, sino quieres enfermarte — decía esto al besar mi frente, — mamá, no me gustan esas marcas en tu cara — me levantaba y tomaba su rostro entre mis manos, su piel es tan suave y tersa, me levanté y le di un fuerte abrazo, mi altura era perfecta para poder escuchar los latidos de su corazón, el calor de su cuerpo era perfecto me da total tranquilidad después de todo era lo que me quedaba para mantenerme fuerte.

Entramos a la casa por suerte España no estaba ahí porque si lo estuviera le hubiera roto la cara, intente estar calmado, dentro de mi las ganas de llorar eran grandes pero por fuera simplemente me veo "feliz" pero mis colores no son los mismos.

Porque? Porque a mí? Eran las preguntas que me hacía todos los días, que hize mal, después de todos los problemas y desgracias que tengo, arrebatarme a mi mejor amiga parece algo inhumano, necesitaba aire, necesito desahogarme...
Salí de mi casa sin que mi madre me viera, corrí hacia el río, después de todo era el lugar más tranquilo que conozco para estar solo.

Al llegar me senté en una roca cerca del agua y metí mis pies, el agua estaba tibia, era perfecta, había muchos pecesitos de colores, eran hermosos, me encantaba contemplar la vida y pensar "vaya, ellos si que son felices" levanté mi mirada hacia el otro lado del río, y ahí estaba, el claro de mariposas más hermoso.

Me recosté sobre la arena en la orilla, era suave, al momento de voltear hacia arriba una nube de pajaritos decoraba el cielo, sus cantos eran hermosos.

Pero mi espalda comenzaba a doler, eran mis alas, permanecer mucho tiempo recostado en la arena las dañaba y eso causa malestar, por el defecto que tengo es necesario un cuidado especial para que estas nose maltraten o en el peor de sus casos se quiebren.

Ahora tengo que desplegarlas para que se estiren, y por quién sabe vez intente volar, hace meses que deje de hacerlo, porque siempre obtenía el mismo resultado, NADA, simplemente me quedaba en el suelo sin moverme, estático como una roca, siempre que estaba a punto de elevarme un dolor recorría cada pluma y me era imposible seguir aleteando, pero esta vez era diferente, aleteaba lo más fuerte posible, tan rápido que era inimaginable, el dolor estaba ahí, pero era más fuerte el dolor que sentía en mí corazón que ignoraba el echo de que por las plumas empezaban a recorrer pequeñas gotas de un líquido rojo - carmesí, no sentía dolor a pesar de eso, y pasó lo imposible, pude elevarme, era poco, pero era un avance, cuánto fue, no tengo mi puta idea, la emoción del momento era hermosa, la felicidad inundaba mi cuerpo, pero no podía ignorar el echo de la sangre seguía saliendo y manchado mi plumaje.

Deje de alertar y al momento de bajar de mi nube de felicidad, el dolor comenzó a sentirse, era grave pensé, trate de observar mis alas, estaba empapadas de sangre, lo único que pasó por mi mente fue lavarlas con agua del río, lo intente y bueno, no me llevo la chingada esta vez, la sangre dejó de salir y ahora solo estaban empapadas con agua, eso tardaría en secarse ya que la noche había llegado y el sol ya se había dormido.

Caminé hacia mi casa, era un camino largo pero chingón, porque estaban a punto de salir uno de mis bichos raros favoritos, eran las luciérnagas, su brillo se podía observar a metros de distancia y ya estaba a punto de llegar al lugar donde nacía ese resplandor, al correr por el camino ellas volaban y brillaban era un espectáculo hermoso, digno de ver y disfrutar.

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Ya en mí casa, España seguía sin llegar, chingón mientras no esté ese viejo mamón todo perfecto, mi mamita había preparado la cena, era deliciosa, unos frijolitos calientitos nadamás, eso para mí era la gloria, me disponía a dar mi primer bocado, cuando se escuchó que tocaban la puerta fuertemente, poco a poco se convirtieron en golpes con más furia y por fin se escuchó una voz — Os tenéis que abrir esta maldita puerta, sino queries que la tumbe — España ya había llegado y por lo visto no en sus 5 sentidos, estaba ebrio ademas de  enojado, la peor combinación.

Después de la golpiza que le dió a la puerta este logro abrirla, y se dirigía hacia mi madre, — No te atrevas a tocarla sino quieres morite pendejo — me coloque en frente de mi madre extendiendo mis alas, seguían un poco mojadas pero podía soportarlo. — México, por favor! No te metas — me dijo mi madre a lo que me dije, por favor perdóname jefecita pero esta vez no le voy a hacer caso.           — Nueva España, parece que esta vez vos queréis recibir el castigo de vuestra madre, entonces así lo será —

España tomó una cuerda que estaba a su alcance y amarro mis manos, trate de correr pero ya era tarde, tomó una de mis alas lo cual causó un dolor insoportable que no me permitió seguir corriendo, era tanto el dolor que me desmayé, y esto fué hasta el siguiente día.

Desperté estaba en una especia de mesa pero, estaba boca abajo, mis manos y pies estaban amarrados, y lo más raro también mis alas, estás estaban en una especie de artefacto que las mantenía extendidas esto me hacía imposible ocultarlas, el dolor era horrible, cuando de repente escuché unos pasó acercandose hacia mi — Hola Nueva España, qué bueno que ya despertaste esa es mi señal para comenzar —
Pensaba, comenzar que chingados, este wey si está re loco, — Comenzar que verga, mejor suéltame viejo loco — trate de moverme pero esto solo ocasionaba más dolor en todo mi cuerpo, y el terror comenzó cuando escuché el sonido de unas tijeras abriéndose y cerrándose lentamente. —Nueva España, llegó la hora de hacerte lo más normal posible, y eso será quitándote ese intento de alas que llevas—

Terror, solo esa palabra podría describir los que sentía en ese momento, empezó a corralas lentamente, pues su propósito era hacerme sufrir el dolor era exorbitante, mis gritos inundaban la habitación pidiendo ayuda a algo inexistente porque nadie me escucharía, la sangre era demasiada, con cada corte que hace era otra cicatriz no solo a mis alas, sino también a mi alma, — Eres una maldito, que no ves que me vas a matar!! — sabía que eso era lo que quería pero no iba a ser tan débil,
— O Nueva España, ni creas que acabaré ahora, todavía me falta mucho—

Corte, sangre, corte, sangre, corte, sangre, era lo que en esa habitación sucedía, y por un momento deje de escuchar el sonido del metal de las tijeras, pero para eso, ya no podía sentir nada en mi espalda, —Bueno, he terminado chaval, te desatarse, vos has lo que quieras, al cabo no eres de mi interés—.

Soltó mis cadenas y me dejó ahí, solo, sin ninguna ayuda, el pánico llegó a mi cuando logré sentarme en aquella mesa y pude ver el horror en persona, el suelo estaba repleto de plumas cubiertas con sangre y cuando intenté extender mis alas ya no las sentí, ahí estaban porque podía observarlas, pero no las sentía, las lágrimas comenzaron a salir, recordaba ese momento aquel en el que por primera vez me eleve unos cuantos centímetros,  después de tantos intentos la esperanza había llegado a mi, pero está también ya se había ido, mi esperanza

por poder volar ...






Holaaa, bueno este capítulo me costó un poquis hacerlo porque tenía tantos finales para este, y al final quedó así, no me siento orgullosa del resultado, pero espero que les guste.


Bye, le dice su escritora tímida ✨

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