Capitulo 4: El presagio del adios

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Isaac estaba apurado ya por terminar
de desayunar, se le notaba la desesperación, yo estaba ya calmado de toda la pasada situación...
El dio su último sorbo a su vaso de leche con chocolate, tomó una servilleta y se limpió la boca, se levantó de la mesa y fue rápidamente a seguir con la construcción de la casa de naipes, lo mire por algunos segundos abriendo su mazo de cartas nuevo para seguir con esa construcción, yo sonreía orgulloso de mi hijo, me levante de la mesa y me puse a recoger los trastes sucios de la mesa y apartarlos de ahí, luego los lavaré...
Fui a barrer mi cuarto y luego el de Isaac, tendí su cama e igual que la mía, cuando volví me volví a impresionar una vez más, Isaac ya tenía una casa de una base enorme y ya había construido el tercer piso de aquella gran casa, Dios mío, si tan sólo Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel lo vieran se quedarían estupefactos, ese chico es un gran artista, tiene muy buenas manos y una imaginación envidiable, yo no sabría qué hacer con tanto naipes, muy apenas se jugar al póker.
Pero no, mi hijo salió todo un arquitecto, un escultor...

Deje la escoba y el recogedor a un lado y me acerque a él...

-¿Quieres que te ayude campeón?
-Si papi, mira ten -Me dio medio mazo de naipes- estos los vas a colocar aquí...
-¿Como quieres que los acomode?
-Asi...

Me dijo ya poniendo unas cuantas cartas como ejemplo, yo procedí a hacerlo como el me había indicado y él se fue hacia el otro lado de la casa a hacer la otra parte, prácticamente éramos un equipo, un equipo de constructores como debe de ser, un dúo perfecto, padre e hijo llegando hasta el límite...
Todo ese día nos acabamos casi todos los paquetes de cartas, no descansamos ni un minuto, los dos estábamos entretenidos, yo estaba feliz y él estaba extasiado, no cabía de felicidad, sólo nos quedamos con un mazo de cartas cada quien, y ya entre los dos ya habíamos alcanzado 6 pisos de aquella casa, un poco más de un metro de altura...
Isaac quería terminar el piso de hasta arriba pero casi no alcanzaba y con miedo de tirarla me pidió que lo cargara para que pudiera colocar esas escasas 10 cartas que tenía en la mano, lo cargue pero cuando estaba colocando las cartas y yo con mis manos en sus costados él se empezó a quejar.

-¡Aush!

Soltó un pequeño grito de dolor, inmediatamente lo baje de entre mis brazos.

-¿Estás bien?

El me miro fijamente a los ojos con una paz que jamás olvidaré cerró los ojos y se desplomó...
Se había desmayado del dolor, sin soltar una sola lágrima.
Cayó en mis brazos, yo lleno de desesperacion soltaba gritos de terror asustado de lo que le pasaba a mi hijo, lo recosté y corrí hacia el teléfono para llamar a emergencias, pero ¡MALDITA SEA! el teléfono estaba desconectado, mis manos estaban torpes, estaba temblando de desesperación, asustado, cuando agarre el cable y lo iba a colocar mis manos temblaban mucho más, pensaba que cada intento fallido al colocar el cable eran minutos que desperdiciaba con mi hijo que estaba desmayado, cuando logré conectarlo llame a emergencias y pedí una ambulancia.
La ambulancia llegó en menos de 10 minutos, para ese momento Isaac no despertaba pero seguía respirando, como si se hubiera quedado dormido, los paramédicos entraron a mi casa y se lo llevaron en una camilla, por la edad de Isaac y al verlo muy delgado actuaron extremadamente rápido, en un minuto Isaac ya estaba dentro de la ambulancia, me subí con el, los paramédicos cerraron las puertas traseras de la ambulancia y empezó el horrido sonido de la sirena, allí íbamos de nuevo, escuchando el espantoso ruido de la sirena de emergencia, las luces rojas que parecían las de un faro en una costa, el ver a los coches de adelante cederle el paso a nosotros y el ver a los paramédicos rápidamente descubrirle el pecho a mi hijo y tomarlo de un brazo presionando el dedo pulgar
del paramédico en la muñeca de mi hijo y el que aún los ojos no podía abrir era totalmente desgarrador, mi corazón se quebraba y solo pensaba "mi hijo, mi hijo..."
Todo era un sonido ambiente, yo solo veía que abrían la boca desesperados pero yo no oía nada hasta que llegamos al hospital.
La patada del paramedico a las puertas de la ambulancia y el rápido actuar de ellos al bajar a mi hijo no me daba buena señal, cuando Isaac estaba ya abajo el paramedico procedió a ponerle un respirador manual y eso me confirmaba que era demasiado para un desmayo, lo que más me preocupaba es que Isaac no abría los ojos.

Se lo llevaron a urgencias y a mi me llevaron a la sala de espera, a la maldita sala de espera, era horrible sentarte y esperar, el ver a mi alrededor a mucha gente tranquila que sólo se sentaba a esperar era desesperante, yo no quería esperar ¡quería estar con mi hijo!.

Me senté, baje mi cabeza hasta la altura de mis rodillas y con las manos me sobaba desesperadamente la cabeza, me despeinaba y brincotraba en esa posición sentado.

La gente se acercaba a mi y me decía

-Señor tranquilízase... relájese, tome aire...

Yo no los escuchaba, en mi mente seguía la imagen de Isaac con el respirador y con los ojos cerrados, no podía con mi desesperación, al grado que tuvo que venir una enfermera a tranquilizarme diciéndome que aún no tenían parte pero que en cualquier momento iban a venir a informarme de cómo estaba Isaac, eso para nada me tranquilizaba, pero por lo menos ya no brincoteaba, se me salían las lágrimas, no podía parar de llorar, estaba realmente asustado en la sala de espera, junté mis manos y sólo le pedía a Dios que esto no fuera algo grave, se lo pedía de corazón.

A los cinco minutos sale un doctor y va conmigo y le digo con desesperación

-¿Que pasa Doctor?, !¿cómo está mi hijo?!

El solo se me quedo viendo, apretó los labios y negaba con la cabeza.

-No hay buenas noticias...

Caí en shock

-Tu hijo presenta complicaciones y dada a su condición temo decirte que entro en coma...

Caí en la silla nuevamente llorando a mares negándolo todo, "esto no me puede estar pasándome a mi, y menos a Isaac!"

¡No! ¡No! Y ¡No!

La enfermera que había venido a calmarme me abrazaba muy fuerte y me decía:

-Tranquilícese señor, todo saldrá bien...
-Mi hijo es muy mal, ¿como puedo estar bien?, dígamelo... ¿cómo le hago?

La enfermera sólo se enmudecía y me abrazaba más fuerte.

Todo parecía el principio del fin...

La Casa de NaipesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora