Capítulo 2: Segunda vida.

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"Los colores son objetos preciosos para la visión, son hilarantes, llevan armonía, felicidad y dicha al mundo. Los colores lo embellecen todo, vuelven alegre el alma mas triste. Los colores son fascinantes y cálidos. Para cada persona hay un color, ya sea amarillo, naranja, azul, rojo o verde, su personalidad determina en qué gama y espacio está.

Este no es mi caso. Yo he dejado de tener colores, soy un simple y triste gris que viaja entre mareas de violetas, de turquesas, de rosados y de blancos, soy gris desde que te fuiste, hace ya tanto tiempo, pero aún así, a pesar de que mi anatomía entera está grisácea y sin vida, hay una pequeña parte en mi alma donde renace entre las cenizas el vibrante amarillo. Tú. Mi color favorito."

Mis ojos están recorriendo cada mínimo espacio de la calle donde me encuentro. Noto con gran sorpresa lo mucho que ha cambiado todo desde las épocas entrañables en las que aún vivías conmigo, en nuestra casa en Exodus. No sabía que había pasado tanto tiempo desde mi aislamiento completo del mundo, no creía que todo fuese tan distinto a como lo recordaba.

¿Qué había pasado? ¿Dónde habían quedado los donceles vestidos con sus lindos y delicados hanboks de colores pasteles? ¿Y las señoritas con sus preciosas sombrillas elaboradas finamente? ¿Las princesas, los reyes y las reinas vestidas en oro y siendo seguidas por una larga fila de sirvientes? ¿Los guerreros exhaustos con sus pesadas armaduras abolladas y sucias, llenas de sangre y óxido, con sus manos cargando grandes y afiladas espadas?

Ahora no hay nada de eso, no existe alguna cosa conocida para mí, a lo que me había acostumbrado, a lo que pensé que existiría por un tiempo mas largo. Ahora lo que se ve en las calles calientes y abarrotadas eran grandes y extraños edificios construidos con los llamados "ladrillos naranjas" e inmensos vidrios bien pulidos, carrozas tiradas por caballos, vestidos vaporosos, pomposos y llamativos en las mujeres y trajes negros y bien planchados, además de sombreros negros y pipas y bastones en los hombres. El ambiente estaba lleno de un penetrante aroma a estiércol de caballo y se escuchaba por todas partes el eco de las voces de las señoritas, de los caballeros y los donceles, que con sus trajes en tonos pasteles y decoraciones en dorado y plateado resaltaban bellamente.

Todo ha cambiado demasiado, ha evolucionado, se ha modernizado. Los humanos son inteligentes y tienen mentes brillantes, es algo que nunca voy a negar o poner en tela de juicio. Tienen esa capacidad innata de superarse una y otra vez, de mostrar que pueden dar mucho más de lo visible, que pueden superar a los seres pacíficos y tranquilos, desprovistos de ideas maravillosas como las suyas, como lo soy yo y muchos otros inmortales. Los humanos son increíbles, y es una lástima que sean tan efímeros.

Han pasado algunos días desde mi llegada a la ciudad, a la que han decidido llamarle "El Dorado", un buen nombre sin dudas, porque cuando el sol sale desde detrás de las montañas, sus rayos la bañan por completo y la hacen ver hermosa, como si estuviera hecha de oro, y he decido establecerme aquí por un tiempo, no demasiado largo para no alertar de mi presencia peculiar y mi falta de envejecimiento a los demás, pero sí el suficiente para dejar atrás un poco del dolor que conlleva vivir en Exodus. Me encuentro actualmente en una cafetería, un lugar peculiar y de buen aroma donde venden "café" (es una bebida algo amarga y fuerte, pero sabe muy bien a mi paladar); frente a mí hay un enorme ventanal que da vista a la calle fuertemente transitada.

Veo a las personas ir y venir, conversando entre ellas, apuradas porque deben trabajar o simplemente tomando un paseo, y creo que envidio un poco el hecho de que todos ellos tengan un propósito en su vida. Yo no lo tengo, creo que hasta el momento que vuelva a verte no lo tendré, pero decido no pensar mucho en ello porque no quiero traer de vuelta a la melancolía, no en este día donde el sol brilla con fuerza y el cielo está despejado.

Únicamente túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora