II

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Richard.

Diariamente recuerdo ese momento en el que deje de creer en las personas, era en ese tiempo cursaba la preparatoria, venía iniciando esta nueva etapa de la vida, conociendo al mundo. Tenía 15 años en ese entonces, cuando la vi llegar al aula de clases, era un poco diferente a las otras, quizás su pelo o su cara, pero no era simplemente eso, fue algo más que me cautivo de ella, supongo que era su extraño nombre.

- Juan, ¿a que horas llegarás? – Soy de las personas más insistentes en cuanto a la hora que se llega a una cita, era las 12 del día y esperaba a Juan para ir a comprar unas cosas de su casa. - ¿Me perdonas marico? – es que mi novia se quedó en casa anoche y pues como sabes no puedo dejarla sola, me mataría si lo hago, tú comprendes no. –

Realmente quería matarlo en esos momentos, no soporto la gente impuntual, pero que se esperaba, tenía 2 días que había peleado con su novia y en su afán de recuperar su amor pues, supongo que todo se vale.

Regularmente no suelo salir de casa a menos que me encuentre demasiado aburrido, por tanto, acepte la salida de este tiparraco. – Bueno, ya que estoy aquí, ¿Qué se puede hacer? – me repetí en mi mente, pero aun así seguía caminando, mientras recordaba que por esos caminos solíamos pasar día a día mientras regresábamos de la preparatoria.

Esos sueños que algún día le había prometido cumplir con esa persona, quizás fueron algo absurdo pensar que a esa corta edad podría construir un mundo perfecto, sin embargo, todo tenía que terminar, poner los pies en el piso y entender que jamás fue parte de mi vida, era sólo una amiga, una simple amiga.

Así es, esa persona la cual me enamoré, durante 2 años y medio, fue sólo un sueño, algo efímero, por lo menos para ella jamás significo nada más que eso, ¿Cómo lo supe? Sencillo, ella tenía gustos diferentes, yo era el tipo gordo, el nerd del salón de clases, el que siempre entrega las tareas, el que jamás sale de alguna clase, ese tipo de alumno era, aún lo sigo siendo – pensando más y más, caminaba por las calles sin tener algún rumbo – Ella se fijó en otra persona, un tipo medio aburrido, algo tonto diría yo, si no fuera por mi enorme insistencia por querer saber más de él, jamás me enteraría que era su novio, sin embargo creí que ella algún día se fijaría en mí, adivinen quien se quedó sólo durante 3 años de preparatoria, exacto, mi amigo Juan y yo.

Quizás el hecho de saber que queremos algo y desearlo nos lleva al punto de imaginarnos cosas que jamás serán una realidad.

Recordé esos momentos que pasamos juntos, esas platicas incansables, esos abrazos sin termino, pero que al final fueron sólo una fantasía, creí que eso era el amor, tuve en mi mente que eso sería lo mejor que me podría pasar. Al pasar el tiempo, ya justo antes de terminar la preparatoria me di cuenta de que jamás había sido un amor tan justo, yo la quería mientras ella sólo veía un amigo más. Después de ese día creo que todo cambio, mis pensamientos fueron por completo, ya no era el mismo, el trato con las personas era diferente en sus momentos, solía encerrarme en mi cuarto, no quería saber de nada, a tal punto de pensar en que era el hombre más feo sobre la faz de la tierra.

Un cierto día, unos meses antes comencé a sentir algo extraño, era diferente, solía ver de manera diferente a mi profesora de literatura - ¿Qué te pasa? – me preguntaba a diario cuando la miraba entrar al salón de clases, solía fijarme en su mirada, su manera de caminar, de hablar, regularmente no ponía atención a las clases, me enfocaba más en sus caderas que en otras cosas. Tenía una extraña fascinación a su manera de tratarme – Por Dios, es tu maestra – Juan me dijo, cuando comenzamos a platicar sobre esto, ten en cuenta que es mucho mayor que tú y que jamás sería algo bueno ante la sociedad - ¿Pero que importaba? Sentía esta sensación de quererla tener conmigo, era como si fuese algo serio. – Hermano, te estas volviendo loco, como puede ser que una ¡SEÑORA! Te pueda gustar, estas mal de la cabeza. – Quizás él no se equivocaba, era algo que no se veía en esos tiempos, la fascinación por las personas maduras era una moda por parte de los jóvenes, teníamos esa mentalidad que uno busca una relación así es por el dinero, diversión o simplemente el placer sexual que nos daban, vaya que mundo más raro en el que vivimos, quizás más adelante se entendería. – Hola, ¿si quien habla? – respondí el teléfono, era un número raro, no solía contestar a números extraños, pero este pensé que sería mi madre como siempre, cuando no llegaba a casa siempre llamaba para saber dónde estaba – hol...a – se oyó un silencio atrás del teléfono, después se oyó - ¡MAMÁ! ¡MAMÁ! ¡papá! ¡Papá! Mira, mamá, papá se encuentra en el teléfono, por favor, dile que venga mamá, por favor dile que venga – era la voz de un niño pequeño, ¿papá? ¿Yo? Se habrá equivocado de número, pensé. Al momento de cortar la llamada se escuchó al fondo – ¡Julio! Hijo, que haces, porque tomas el teléfono sin permiso, hola, disculpas, soy Rose, mi hijo pequeño tomo el teléfono y creo que por algún motivo que desconozco marco este número – aja, claro, pensé, guardaría mi número en su libreta de "números que no debemos contestar", el pequeño quizás lo vio pensando que era el número de su padre o algo así. – No se preocupe, no pasa nada, supongo que es un error del pequeñín – quería ser lo más normal, pero por dentro tenía unos nervios, era la misma voz de aquel día, ella no se dio cuenta de este detalle, - Rose, que hermoso, parece salido de una novela, quizás sea así, esa voz tan cautivadora nuevamente escuche – Gracias, y perdón de verdad. – fueron esas últimas palabras antes de colgar el teléfono. –

Eran ya pasada las 4 de la tarde, sin darme cuenta el tiempo se fue volando, ya era hora que llegará a casa, tenía algo de hambre, pase a comprar algo a una tienda de OXXO, unas galletas y un poco de jugo lo más normal que podría encontrar o más bien lo más accesible.

Camino a casa recordaba esas canciones que una vez dedicaba a las personas que me gustaban, en algunos casos era más del tipo de banda y todo ese tipo de canciones, por otra parte, cuando empecé a comprender diferentes cosas, las modalidades de estas canciones fueron cambiando poco a poco, revisando el celular mientras cambiaba cada una de ellas, vi el número de teléfono, lo guarde, pensé que sería útil para algún caso extremo. Solía escuchar canciones poco convencionales que a un mínimo de la población le gustaría, pero eran mis gustos y tenía que respetarlos.

Historia de un amor desesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora