Eres parte de mí

Hermosos ojos verdes.

En la noche del domingo; Saraí estaba un poco nerviosa, sabía que solo faltaban unas horas para que empezara su primer día de clase, nunca había estado tan feliz y nerviosa al mismo tiempo. Acomodo su ropa para tenerla lista por la mañana, era un lindo uniforme que se destacaba por su elegancia, unos pantalones blancos, una camisa muy elegante y blanca que era adornada con una corbata de color celeste y encima tenía un pulóver de color salmón que llevaba bordado ‘’Benjamín.G’’ en hilo dorado. Se durmió a las 11:30p.m. estaba muy emocionada. Últimamente le había tocado vivir muchas experiencias nuevas que hacían que su corazón latiera de emoción por todo, cualquier nimiedad la hacia feliz.

¡Mama, por favor!… ¡Déjame tranquilo! – Gritaba un joven desde las escaleras de una casa, le alzaba la voz a su madre, ‘’Doña Matilde’’ la llamaban algunos. Esa casa era toda una mansión, pertenecía a la familia Greco, unos italianos exageradamente ricos por los dos lados. Importantes contribuyentes con las causas del gobierno, el esposo de la doña era nada más ni nada menos que el mismísimo alcalde del municipio, algo que le complicaba la vida a su único hijo, Iker Francesco Lorenzo Greco Lombardi, conservaba un nombre igual de complicado.  

Eran las 7:00am y su madre insistía para que el joven terminara de arreglarse, pero él estaba renuente, no quería ir al colegio, ignoraba por completo a su madre, pero ya estaba harto de escucharla gritando. –Está bien, solo déjame vestirme tranquilo y hare lo que quieras. – alzó su vos más levemente mientras tiraba la puerta de su cuarto encerrándose. –Vas a llegar tarde, Iker. – su madre no encontraba la forma de meterlo en cintura.

Cinco minutos después y ya estaba vestido, un poco desordenado, pero estaba listo. Bajo rápido las escaleras y ya estaba por salir cuando su madre lo jalo de la ropa y mientras la mujer sonreía le arreglaba el cuello de la camisa. –Mama, ya déjame. –Volteaba los ojos. –Compórtate, Iker, y no hablo de aquí, hablo de allá afuera, recuerda quienes somos, no hagas quedar mal a la familia. – replicaba su madre. –Sí, sí, solo déjame ir. – su madre lo soltó como un depredador teniendo piedad a su presa y él se dirigió a la camioneta blanca que lo esperaba afuera de la casa, subió ignorando al chófer y a todo su alrededor, se puso sus audífonos y espero a llegar al colegio.

Beni ya estaba lista, había desayunado temprano, aunque igual llevaba cereal de merienda. Se despedía de la señora Gigi cuando ya iba de salida. –Que tengas un gran día, quería. – Decía ella deseándole lo mejor a Saraí. –Gracias. – Salió de allí y se subió en la camioneta negra que la esperaba para llevarla al colegio, saludo amablemente al chofer y en seguida habían llegado. Aunque estaba un poco nerviosa iba segura de sí misma. Bajo de la camioneta y pudo observar que había muchos chicos, todos bajaban de grandes y lujosos autos, otros bajaban de autos deportivos y otros llegaban en limosinas, entendió que era realmente un colegio para riquillos.

Sabía que su experiencia seria extraordinaria.

Camino hacia la entrada, dio los buenos días a las personas que cuidaban de la entrada y saludo a Sergio, que estaba parado allí esperando a todos los estudiantes. Al entrar lo primero que vio fue una gran plaza que tenía unos lindos arbustos a su alrededor y además la plaza conservaba una enorme estatua de un hombre en un caballo, era muy lindo, también había chicos regados por todos lados, muchos grupos, todos se estaban saludando, pensó que no haría amigos ya que estos jóvenes, seguro se conocían de años pasados y ella no conocía a nadie.

¡Hey! – Un grito se escuchó detrás de Beni, ella asustada se giró y vio a un chico corriendo hacia ella.

¡Cuidado con la pelota! – GritabaBeni levanto la mirada y sus reflejos levantaron su mano a la altura de su cara, con un golpe seco detuvo la pelota de básquet que venía hacia ella, reboto en su mano hacia el suelo.