VII. Amón

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Conforme se adentraban en la habitación dorada, ésta parecía volverse más y más grande, al punto de ya no poder divisar sus límites. Todo era oro brillante alrededor; montañas de objetos de todo tipo.

Al cabo de unos minutos de deambular, comprendieron, ambos grupos, que estaban perdidos. Entonces, resignados a andar sin más, después de un par de horas se encontraron los dos bandos.

Muchos habían muerto, otros se habían perdido en la inmensidad de la habitación, ciegos de avaricia. Solo quince turistas quedaban, aunque vivir, en aquel punto del «tour», no era una sensación esperanzadora, por el contrario, la vida en ese momento solo podía significar seguir sufriendo. Sin embargo, pese a las circunstancias, nadie estaba preparado para morir.

A lo lejos, la figura de una persona de pie llamó la atención de todos. Estaba quieto, vestía una túnica raída que le cubría desde la cabeza hasta los pies.

Entre curiosos y temerosos, los turistas se acercaron al sujeto aparecido.

—¿Hola? —dijo una joven.

—Bienvenidos.

—¿En serio? ¿Bienvenidos? —dijo otro, exaltado—. ¿Qué clase de lugar este? Nos prometieron una experiencia divertida y estamos perdidos en este mundo.... surrealista.

—Les prometieron horror —corrigió el extraño—. Encontrarás que somos muy eficientes.

—¿Cómo salimos de aquí? Exijo que nos saque de aquí.

—Yo soy la última puerta, aquellos dignos de Amón conocerán el camino a la verdad.

—¡Y tú serás digno de mis puños! —gritó eufórico uno de los turistas desde el fondo, al tiempo que intentaba abalanzarse sobre el hombre. Pero antes de pudiera llegar a su objetivo, otro turista lo sostuvo.

—Tranquilízate, no conseguiremos nada peleando con él.

—Eres digno de Amón —dijo el aparecido al iracundo, viéndolo directo a los ojos.

Entonces, como terminara de decir aquello, el enojado tomó una daga de la pila de objetos e incrustó la hoja dorada en la cabeza del que lo había frenado.

—¿Quién eres, "última puerta"? Dime qué hacer para salir de acá.

—Mi nombre es Gary Downey, representante de Amón, el que quiera encontrar el camino de la verdad deberá pactar con Lucifer por ella.

—¿Así que este tal Amón es el abogado del Diablo?

—Es una forma de verlo.

—¿A cambio de qué cosa tus señores me mostrarán el camino de salida?

—A cambio de servirles.

—Da lo mismo, solo quiero irme.

—Con sangre has de firmar el pacto.

La hora del Terror 3: El ritualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora