Capitulo 4

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Llegaba cabizbajo a trabajar, como siempre unos minutos más tarde de la hora de entrada, pero no podía importarle menos aquel hecho en un día como aquel. El día anterior terminó toda la noche sentado en el sofá, intentando recordar las pequeñas lagunas de su “aventura” pero nada, al final había tenido que irse a dormir sin poder recordar toda la noche anterior, aunque dormir era justamente lo que menos había hecho ya que la vergüenza le absorbía cada vez que cerraba los ojos y recordaba la desnudez con la que había despertado en la casa del mayor.

Y si aquello no fuera suficiente, nada más entrar por la puerta se topó con la mirada de este, haciéndole sonrojar levemente por la vergüenza que le hacía recordar. Una media sonrisa se dibujó en la cara del pelinegro, haciendo que Sabo se cabreara internamente ya que, por lo visto, había actuado exactamente como el mayor quería y eso no le había gustado en absoluto. Giró la cabeza fingiendo serenidad y se dirigió directamente a su propia mesa de trabajo, sorprendiéndose por la ausencia de su compañera.

Se sentó y encendió su ordenador, sacó algunas carpetas para ponerlas encima de la mesa, estaban a una semana para presentar el proyecto, ya solo quedaba optimizar algunos detalles, los cuales eran más de veinte por culpa del perfeccionismo de su compañero. Empezó a trabajar pero había algo que le molestaba, su compañera Koala no era de las que faltaban a trabajar, es más, incluso había llegado a ir con una fiebre severamente alta y colapsar en medio de la oficina. No, algo no iba bien. Recordó los moratones que había descubierto en su compañera y una oleada de ira le recorrió el cuerpo. Miró su móvil y buscó el contacto de esta para enviarle un correo pero, ¿Qué le decía? No sabía si hacerse el ingenuo o ir directamente al grano con sus sospechas. Suspiró antes de empezar a escribir, al final decidió la primera opción.

- “¡Ey! Hoy no has venido a trabajar, espero que no estés enferma” - Dejó el móvil a la vista por si respondía a su mensaje y se puso manos a la obra con el trabajo.

Llegó la hora de comer y no había rastro de ningún mensaje. Era verdad que no eran tan cercanos como para enviarse mensajes todos los días o quedar para ir de fiesta, pero no era normal que aquella chica no le hubiese respondido nada. Estaba tan absorto mirando su teléfono que no se dio cuenta de cuándo la gente se había empezado a ir de la oficina, dejándolo prácticamente solo allí dentro.

Guardó sus documentos y suspendió la sesión de su ordenador antes de salir de allí, se puso de pie cogiendo sus cosas y empezó su rumbo, pero entonces lo recordó ¿Qué debería hacer ahora? Estaba de pie, en medio del pasillo, delante de la máquina de café en el área de descanso, sin mover ni un músculo. Por inercia ya estaba yéndose al restaurante familiar en el que solían comer, en el que el mayor siempre comía, pero había recordado que si iba ahora mismo, no podría evitar hablar del día anterior, y no sabía si estaba preparado para ello. Lo peor de todo era que, por la costumbre que había adquirido los últimos días, no llevaba nada de comida encima.

- ¿Vas a seguir andando o te tengo que llevar? - Una voz a su lado le hizo saltar del susto, haciendo que se girara de inmediato hacia el dueño de esa voz que conocía muy bien.

- Dragon…

- ¿Qué? - El rubio no dejaba de mirarlo, se había empezado a poner nervioso por tenerlo tan cerca sin haberse dado cuenta, no entendía cómo alguien tan grande no hacía ningún sonido al caminar.

- Na… Nada… - El mayor encarnó una ceja, entendía perfectamente lo que ocurría en la mente del menor, pero no por eso se le hacía menos divertida aquella situación, una diversión que, por alguna razón, estaba disfrutando.

- ¿Entonces vamos a comer o es que te hace falta el alcohol para venir conmigo? - Empezó a caminar dejando atrás a un avergonzado Sabo el cual, por unos momentos, se había quedado sin respuesta.

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