Querido Tom:
Pasaron semanas, y tu nunca me hablaste.
Pero siempre te sentabas a mi lado a leer.
Hasta que un día lo hiciste.
Me preguntaste que hora eran.
Yo sonreí y miré tu muñeca, donde colgaba un reloj.
Querido Tom:
Pasaron semanas, y tu nunca me hablaste.
Pero siempre te sentabas a mi lado a leer.
Hasta que un día lo hiciste.
Me preguntaste que hora eran.
Yo sonreí y miré tu muñeca, donde colgaba un reloj.