La libreta amarilla.

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El día pasó de lo más normal, Joaquín por suerte en todo el día no se había encontrado a Andrés. Emilio por su parte no tuvo tanta suerte, ya que se encontró a Regina unas 3 veces durante todo el día, no es que a Emilio le caiga mal la chica; solo que se arrepiente mucho de haberla invitado a salir, ni siquiera le gustaba. Solo lo hizo por Joaquín.

Una vez que sonó el timbre de que había finalizado la última clase, Emilio guardó todas sus cosas rápidamente y corrió hacia el salón del castaño que lo esperaba afuera de este.

Al estar juntos los dos comenzaron a caminar con dirección a la casa del rizado, hablaban de su día.

— ¿Entonces cómo le pediste una cita? — preguntó el castaño, al enterarse que su amigo apenas hoy supo cómo se llamaba la chica con la que iba a salir.

— Pues así sólo le pregunté — dijo encogiéndose de hombros, sin darle importancia.

Al llegar a la casa de Emilio, estaba sola comieron un poco de pasta que Niurka; la madre de Emilio, había dejado para ellos.

Después de eso subieron a la habitación del rizado, Emilio se acosto en su cama y Joaquín se sentó en donde quedaban los pies de Emilio, así que el rizado aprovechó y los colocó en las piernas de su amigo. Joaquín le entregó un libro previamente subrayado con las posibles preguntas y respuestas que vendrían en el próximo examen del rizado, el cual por órdenes del más pequeño se puso a leer y a memorizar cada dato.

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Después de una hora y media, Emilio sabía el 87% de lo que contenía el libro, para el rizado lo suficiente como para aprobar el examen, ahora mismo Joaquín estaba en la cocina buscando botanas para poder comer en su tarde de películas improvisada, mientras que Emilio buscaba alguna película que fuera del agrado de los dos.

Emilio al no encontrar y darse por vencido decidió esperar a su amigo para que el eligiera la película, pasó su vista por su habitación y se detuvo en la mochila de su amigo, esta se encontraba medio abierta y por esta razón sobresalía su libreta amarilla, esa que por más que el rizado rogara y suplicara Joaquín jamás dejaba que la tocara, ni siquiera para pasársela si esta se encontraba lejos, el pequeño castaño prefería pararse y tomar la libreta el mismo.

— ¿Qué tendrás escrito que Joaquín no quiere que lea?

Preguntó el rizado al aire, pensó en un diario; pero, recordó todas las veces que su amigo se ha burlado de tener un diario, aunque ahora si lo piensas esa sería una buena distracción para hacerlo pensar que no es un diario. ¿Y si escribe sobre el? Ese pensamiento corrió por el rizado, y ahora la curiosidad le ganaba a su fuerza de voluntad.

Se puso en cuclillas y comenzó a gatear hacia la mochila del castaño, cuando estuvo apunto de tomar la libreta, la voz del dueño lo espanto.

— ¿Qué crees que estás haciendo?

Emilio al escucharlo gateó nuevamente hacia su lugar, agarró el control remoto y fingió buscar algo en la televisión.

— Buscando la película.

Joaquín miró mal a su amigo, dejó la charola con las palomitas, los cacahuates y el bote de helado en la cama de su amigo y se acercó a su mochila.

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